“Migrantes: Europa se despierta”. El sistema se empeña en acelerar la invasión.
Un ejemplo de cómo ve el tema de la invasión demográfica de Europa por los llamados”refugiados” una publicación del Sistema. Se trata de un artículo del semanario católico francés La Vie. El mismo título es significativo: “Migrantes”, que tiene un sentido más general (“de ida y vuelta”) y evita mencionar el sentido de esa migración. Y luego la guinda: “Europa se despierta”, pero no en el sentido que esperamos, sino en el sentido de “aceptar sus responsabilidades” y aumentar su ayuda a la invasión que sufre el continente. Con esta gente, católicos buenistas, colaboracionistas de la invasión, no podemos contar: están en la trinchera de enfrente. Notaremos entre otras cosas que se habla de “rescate de naúfragos” cuando en realidad se trata, por regla general, del trasvase de los pasajeros de las embarcaciones de las mafias a los barcos de la llamada operación de salvamento, que es en realidad una operación de ayuda a la inmigración masiva ilegal. El sentido del artículo se puede resumir así: “Estamos invadidos. Debemos facilitar esa invasión. Y que los europeos se aguanten, que ésto apenas ha comenzado.”
Migrantes: Europa se despierta
Se le ha reprochado mucho a la Unión Europea su pasividad frente a la crisis migratoria. Seamos justos: las cosas están canbiando. El aumento de los medios económicos en el marco de la operación Tritón, decidido el 23 de abril en la reunión extraordiaria del Consejo Europeo es un gesto positivo, aunque muy insuficiente. El rescate de los naúfragos en el Mediterráneo es un deber absoluto.
Pero esta política de urgencia le facilita las cosas a los traficantes. Europa quiere golpear militarmente las bases y los medios de los traficantes, sobre todo en Libia. Debe estar preparada a hacerlo con o sin el aval de la ONU, lo antes posible. También habría que poner a los dirigentes africanos ante sus responsabilidades. Algunos países, como Senegal, están en paz. Otros, como Nigeria, son ricos, pero minados por los malos gobiernos. Una política migratoria que no consiguiera, por medios diplomáticos, económicos y militares, secar las fuentes del tráfico humano lo más cerca de sus orígenes, estaría condenada al fracaso.
Mientras lleguen días mejores, ¿qué hacer con las personas que ya están entre nosotros? ¿Qué sentido puede tener una política que consiste en salvar a unos naúfragos para después perseguir a unos “sin papeles”? Hay que tener el valor de decirlo: no vamos a expulsar a esos migrantes hacia sus países natales. ¿Quién puede pensar por un segundo que vamos a organizar vuelos de regreso hacia Siria, Eritrea o Somalia, o incluso hacia países donde no hay guerra? A menos de emplear medios de una extrema brutalidad, sólo una pequeña fracción de esas poblaciones será verdaderaente enviada a sus lugares de origen. Encerrar a familas en campamentos, hacer de la demanda de asilo un procedimiento exigente y humillante, detener a los ilegales o vaciar edificios públicos ocupados por inmigrantes no sirve para nada. La solución falsamente dura que consiste en fabricar ilegales al negarles el permiso de residencia no desemboca más que en una ilusión óptica. Un día u otro habrá que emplear las dos palabras tabúes: regularización e integración. Tendremos que incorporar a los recién llegados a nuestra fábrica nacional y a nuestra herencia europea.
Queda el tema del reparto del esfuerzo. Suecia es ejemplar pero está sufriendo fuertes tensiones. Alemania, a menudo tachada de “egoísta”, participa en gran medida, pero ya empieza a poner mala cara: desde principios de año, más de 100.000 refugiados han pedido el asilo en el país, entre ellos 20.000 sirios. Francia e Italia también contribuyen mucho, pero los fuertes índices de paro las expone a tensiones. Gran Bretaña, confrontada a problemas de integración y con problemas económicos crecientes, aprovecha su insularidad para no asumir su parte.
Al establecer una política de cuotas, la Comisión quiere forzar a Londres a que “se mueva”. Los países de la UE deben aceptar refugiados según su población y su riqueza. En el momento en que David Cameron acaba de triunfar con un programa que incluye una enventual salida de la UE y una disminución de la inmigración, incluso la originaria de los países del este de Europa, la demanda de Bruselas puede parecer como una procovación. Es también una forma de clarificación: sin solidaridad y sin responsabilidad colectiva, la pertenencia a la Unión Europea no tiene mucho sentido.
Fuente: Minuto Digital
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