El peor de los crímenes en el mundo islámico
Por: Uzay Bulut
La violencia y la intolerancia imperan el mundo musulmán. La gente que comete actos de barbarie –matanzas de cristianos, judíos, musulmanes, hindúes…– dice que está aplicando la sharia contra la “blasfemia”, la apostasía y los “infieles”. Diariamente, estos extremistas islámicos se toman la justicia por su mano y asesinan a cualquiera que piense con libertad o de forma diferente. A diario se producen arrestos, juicios, flagelaciones, torturas y asesinatos de periodistas, poetas, estudiantes y activistas en favor de los derechos humanos.
En 2013 un profesor pakistaní de inglés, Yunaid Hafiz, fue arrestado y encarcelado por blasfemia después de que un estudiante afiliado al partido Yamat-i-Islami lo acusara de insultar a Mahoma en Facebook. Su primer abogado, Jaudhry Mudasar, abandonó el caso en junio de 2013 tras recibir un gran número de amenazas de muerte. El segundo, Rashid Rehmán, fue asesinado en su oficina, ante sus compañeros, el 7 de mayo de 2014. El actual, Shahbaz Gurmani, ha recibido amenazas de muerte, con disparos en el exterior de su domicilio incluidos, y una carta del Estado Islámico (ISIS) en el que se le advierte de que lo decapitarán si no renuncia.
Yunaid Hafiz sigue en la cárcel.
El 28 de diciembre de 2014 la escritora egipcia Fátima Naut fue puesta a disposición judicial por, supuestamente,“insultar” al islam. Su crimen fue escribir en su perfil de Facebook comentarios críticos con la matanza de animales durante el Eid al Ahda, la fiesta musulmana del sacrificio. “Ni aunque me encarcelen seré derrotada”, declaró Naut a Reuters. “Quien pierda será el movimiento cultural”.
Fatima Naut es una columnista y poetisa de mirada crítica. Tiene el coraje de pronunciarse contra las injusticias de su sociedad, lo que al parecer muchos musulmanes consideran amenazador.
El artículo 98(f) del Código Penal egipcio prohíbe “ridiculizar o insultar a las religiones divinas o promover el conflicto sectario”. Pero esto sólo parece aplicarse a quienes no siguen el islam suní. De acuerdo con la edición de 2014 delinforme anual de la Comisión norteamericana para la Libertad Religiosa,
la mayoría de los cargos recayeron sobre artistas suníes, personalidades de relieve y periodistas. Pero la mayoría de los condenados –en juicios generalmente irregulares– a penas de prisión por cargos de blasfemia fueron cristianos, chiíes o ateos. Aproximadamente el 40% de los acusados eran cristianos, un alto porcentaje si tenemos en cuenta que la población cristiana representa un 10-15% del total.
Un clérigo musulmán, Husein Yaqub, proclamó en 2009:
Los judíos son enemigos de los musulmanes con independencia de la ocupación de Palestina. Creed que lucharemos, venceremos y los aniquilaremos hasta que no quede un solo judío sobre la faz de la Tierra.
Otro clérigo musulmán, Salah Sultán, dijo en un discurso emitido por Hamás TV en 2012 que la gente con la que se encontraba por todos los sitios estaba “sedienta de sangre judía”. “Israel utiliza a chicas con sida para seducir a jóvenes egipcios e infectarlos”, dijo también, evidentemente sin preocuparse por contrastar los hechos, en lo que no es sino otro ejemplo de fabricación judeófoba.
El clérigo no ha sido puesto a disposición judicial por llamar orgullosamente al genocidio, pero Fátima Naut está procesada por criticar la matanza de animales durante el Eid.
El 30 de agosto de 2014 un fotógrafo iraní, Soheil Arabi, de 30 años de edad, fue condenado a la horca por un tribunal de Teherán por “insultar al profeta del islam” (Sabo al Nabi) en Facebook. El 24 de noviembre de ese año el Supremo de Irán confirmó la sentencia de muerte.
En 2014 Raif Badawi, bloguero saudí de 31 años, creador de un sitio web pensado para promover debates sobre religión y política, fue condenado a 10 años de prisión, 1.000 latigazos y 1 millón de riales saudíes (unos 267.000 dólares) por “adoptar un pensamiento liberal” e “insultar al islam”. Badawi recibió los 50 primeros latigazos el 9 de enero de 2105, en el exterior de una mezquita, después de los rezos matinales, “rodeado de una multitud que incesantemente imploraba: Alahu Akbar’(Dios es grande)”. La sentencia fue ratificada por el Tribunal Supremo de Arabia Saudí. El indulto sólo puede concederlo el rey Salman.
En 2014 Raif Badawi, bloguero saudí de 31 años, creador de un sitio web pensado para promover debates sobre religión y política, fue condenado a 10 años de prisión, 1.000 latigazos y 1 millón de riales saudíes (unos 267.000 dólares) por “adoptar un pensamiento liberal” e “insultar al islam”. Badawi recibió los 50 primeros latigazos el 9 de enero de 2105, en el exterior de una mezquita, después de los rezos matinales, “rodeado de una multitud que incesantemente imploraba: Alahu Akbar’(Dios es grande)”. La sentencia fue ratificada por el Tribunal Supremo de Arabia Saudí. El indulto sólo puede concederlo el rey Salman.
Para la sharia, el pensamiento libre es el crimen más inexcusable en el mundo musulmán. Que pensar por libre te lleve a la cárcel, o a ser objeto de torturas, o directamente a la muerte, es también la razón por la que existen siglos de diferencia entre los países musulmanes y Occidente en lo que a liberación humana se refiere. “No expresar lo que uno siente, eso es esclavitud”, sentenció Eurípides. Para muchos países musulmanes, el libre pensamiento es la muerte.
Quienes tienen el valor de tratar de abolir esta “esclavitud” en el mundo musulmán están destinados a pagar un alto precio. La joven Malala Yusafzai, galardonada con el Nobel de la Paz, fue disparada en la cabeza por abogar por la educación. Los abogados que representan a los que tratan de abolir esta “esclavitud” –y hacer frente a otras acusaciones, a menudo falsas– son asesinados.
Puedes atacar escuelas llenas de niños; arrollar deliberadamente a inocentes a la mayor gloria de la yihad; masacrar fieles mientras rezan y después repartir caramelos para celebrar tu “victoria”; rebajar a la mujer de numerosas formas –poseyendo cuatro esposas, dándoles palizas, divorciándote de ellas con una sola palabra–, y serás saludado por muchos musulmanes como un “héroe ”, un “mártir” o un “verdadero musulmán”.
Esta manera de ver las cosas no tiene nada que ver con Occidente ni con cualquier tipo de intervención occidental. No fueron los europeos, los Estados Unidos o el Estado de Israel los que difundieron entre los musulmanes esas leyes contra la blasfemia y la apostasía basadas en la sharia.
Los regímenes musulmanes, que ni siquiera conocen la definición de libertad –ahí está su sistemática criminalización de la libertad de expresión, su supresión de la investigación y la creatividad y sus infinitas luchas tribales–, son la razón por la que sus súbditos permanecen anclados en el siglo VII.
El auge del ISIS en Irak y Siria, la creciente expansión de Irán por Irak, Siria, Líbano y Yemen –de tres de los cuales se ha retirado Estados Unidos (Libia, Yemen e Irak)–, la indiferencia de gran parte del mundo musulmán ante esta nueva catástrofe: todo indica que aún no hay grandes esperanzas para un cambio positivo en el mundo musulmán. Ni siquiera los visionariosllamamientos a una reforma islámica del presidente de Egipto, Abdel Fatah al Sisi, han sido bien acogidos públicamente por ningún líder occidental.
Ahí están los casos de Hafiz, Naut, Arabi y Badawi, y la situación parece cada día más desalentadora. En un folleto distribuido por el ISIS se responde a preguntas como “¿Podemos apresar a todas las infieles?”, “¿Es posible mantener relaciones sexuales con una esclava que no ha alcanzado la pubertad?”; así hasta 27. El folleto también aprueba la esclavitud, las violaciones (incluso a niñas prepúberes), las palizas para obtener satisfacción [darb al-tashaffi] y las torturas [darb al-ta’dheeb].
Una ideología que alienta a sus seguidores a que participen en disturbios diarios, quemen embajadas y maten personas por unas viñetas pero que no muestra signo alguno de aflicción cuando se vende o se viola a niñas probablemente no tenga mucho que aportar al avance de la civilización. Una ideología que trata a las mujeres como meras posesiones, que asesina o encarcela a intelectuales y que condena a un bloguero a recibir 1.000 latigazos y –si es que sobrevive– a pasar 10 años en la cárcel no tiene derecho a culpar de sus problemas a Occidente ni a nada.
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