jueves, 29 de enero de 2009
NI EL GOBIERNO NI LA OPOSICIÓN SE PRONUNCIARON CONTRA QUIENES LLAMAN «RATAS» A LOS JUDÍOS Y PINTAN ESVÁSTICAS
La ola de antisemitismo que pusieron en marcha grupos de la izquierda trotskista delirante, aliados con grupos radicalizados de la comunidad musulmana y el piquetero paraoficial Luis D'Elía, tuvo ayer una nueva manifestación cuando Juan Carlos Beica, jefe del «partido» Convergencia Socialista volvió a llamar «ratas sionistas» a los judíos argentinos que -según él- apoyan a Israel.
También un grupo de integrantes del radicalizado Centro Islámico -cuya filial marplatense llegó a emitir un comunicado en el que decía que «llegará el día en que Israel será sólo un mal recuerdo para el pueblo árabe»- se manifestó ayer vestido de negro en las cercanías de la Cancillería, donde se desarrollaba un acto en conmemoración de la Shoá (Holocausto).
En este contexto, María José Lubertino, la funcionaria que supuestamente tiene como función impedir actos de discriminación racial y de cualquier otro tipo, eligió no ejercer su cargo: en declaraciones a la agencia AJN, la ex militante radical que cobró notoriedad por amamantar a su hija durante una sesión pública del ex Concejo Deliberante, dijo que «el INADI no es un organismo opinador y ya está interviniendo en conjunto con la DAIA y la FEARAB contra la discriminación». Hace algunos días, en diálogo con este diario, se había expresado en térmimos similares. En esa oportunidad, directivos de la DAIA desmintieron estar trabajando en cooperación con Lubertino en tema alguno relativo a la ola de antisemitismo.
Llamativo
De hecho, Familiares y Amigos de los Víctimas del Atentado contra la AMIA le pidió expresamente un pronunciamiento al respecto, luego de que un grupo de encapuchados armados con palos (los mismos, seguramente, que atacaron la sede de la compañía IRSA el lunes) intentaran hacer lo mismo en el edificio de la AMIA, reconstruido luego de que fue destruido en 1994 por un atentado terrorista que causó la muerte de 85 ciudadanos argentinos.
Lo llamativo del caso es el silencio oficial en todos los estamentos del Gobierno. De hecho, Lubertino -que dice que el INADI no es un organismo opinador- suele expedirse en cuanto tema que roza levemente la discriminación de cualquier tipo. En su aparición pública más reciente, consideró necesario pronunciarse sobre las dificultades que encuentran los jóvenes para alquilar inmuebles en la costa argentina.
Anoche tanto la funcionaria como el ministro de Justicia Aníbal Fernández hicieron declaraciones de compromiso, pero el gobierno aún notomó acciones concretas para contrarrestar los ataque que viene padeciendo la comunidad judía local.
Está claro, entonces, que la funcionaria «K» estaría obedeciendo alguna orden superior en este sentido; el protagonismo del piquetero D'Elía en varias de las más violentas manifestaciones contra la Embajada de Israel (en las que se exhibieron carteles claramente judeófobos y banderas del grupo terrorista Hizbulá, responsabilizado por la Justicia argentina por el atentado contra la AMIA) hace pensar que contarían con una especie de luz verde desde lo más alto del Gobierno, si bien no con la aprobación explícita. Una versión que circuló ayer entre la dirigencia judía, y que les llegó de algún despacho oficial, indicaba que a partir de ahora, D'Elía sería llamado a silencio. Los próximos días confirmarán o desmentirán esa aseveración.
También es llamativo que ningún partido, dirigente o figura de la oposición se haya pronunciado respecto de los centenares de pintadas ofensivas a los judíos argentinos, y que las administraciones locales (la de Mauricio Macri, por caso) no hayan considerado necesario tapar esas pintadas. De hecho, la Plaza Israel, en Figueroa Alcorta frente a AYSA, continúa desde hace dos semanas exhibiendo su monumento central de color blanco embadurnado de esvásticas negras.
También es llamativo que ningún fiscal del Poder Judicial haya iniciado acciones legales contra Beica, que repitió ayer la frase que publicó este diario el lunes: «Vamos a ir a las oficinas de las empresas, al lugar donde se esconden las ratas, a escracharlos, pero si es necesario, a tomar esas oficinas, a rodearlas y bloquearlas exigiendo ahí, en el nido de ratas donde están los capitales sionistas, que se retiren de Gaza».
El llamado a la violencia, sobre todo a atacar a ciudadanos argentinos por el solo hecho de ser judío y «sionista» (una postura política que para estos grupos se convirtió poco menos que en un insulto) no mereció de parte de la Justicia acción alguna, al menos hasta ayer.
Lo cierto es que la ausencia de condenas explícitas a una ola antisemita como no se vivía en el país hace al menos cuatro décadas, tanto desde la dirigencia política y las organizaciones sociales como desde el propio Gobierno, parecen dejar en la más absoluta orfandad a la comunidad judía argentina: nadie parece dispuesto a ponerse a su lado en esta difícil hora. Aldo Donzis, presidente de la DAIA, dijo a este diario que «es inaceptable que ningún dirigente ni la sociedad argentina plural y democrática en su conjunto se hayan expresado contundentemente contra semejantes manifestaciones de antisemitismo». Por ahora, no parece que esto vaya a suceder.Fuente Ambito Financiero
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