Kerry come con los negociadores de Oriente Medio en 2013
Las negociaciones entre Israel y los palestinos revividas hace nueve meses por Estados Unidos agonizaban antes de que Al Fatah y Hamás anunciaran su reconciliación esta semana y Benjamín Netanyahu respondiera abandonando las conversaciones de paz en un notable ejercicio de hipocresía. A lo largo del languideciente proceso, el primer ministro israelí y la Autoridad Palestina han torpedeado en numerosas ocasiones cualquier posible acercamiento.
El fracaso del enésimo intento de llevar cordura a la región es un nuevo revés para Obama, aunque el plan impulsado por su secretario de Estado estuviera condenado de antemano por el rechazo de Netanyahu —que no le ha dado bazas a Mahmud Abbas para sostenerse— a frenar la colonización de Cisjordania y Jerusalén oriental. Su lento naufragio fue irreversible el mes pasado, cuando Israel anuló la última liberación de presos palestinos y anunció centenares de nuevas viviendas en Jerusalén.
Pronto sabremos si se abre un nuevo escenario y es real la concordia entre los bandos palestinos, que rompieron violentamente en 2007. Las dos últimas veces que los nacionalistas moderados de Al Fatah y los islamistas radicales de Hamás anunciaron su reconciliación —Qatar, 2012, y El Cairo, 2011— resultó un fiasco. Las circunstancias del pacto actual, que prevé un Gobierno interino dirigido por Mahmud Abbas y elecciones en seis meses, son diferentes. El presidente palestino busca recuperar ante los suyos una legitimidad socavada por el fracaso con Israel. Hamás está acorralado por su aislamiento regional. El movimiento fundamentalista que controla Gaza ha perdido su base en Damasco y un aliado crucial en Egipto con la caída de los Hermanos Musulmanes. Los generales egipcios consideran a Hamás un grupo terrorista y bloquean ahora el paso entre su país y la franja.
En el mejor de los casos, los palestinos deberán hilar muy fino su Gobierno de unidad. Una cosa es pregonar una reunificación sin duda popular y otra alumbrar un poder aceptable internacionalmente. Para la Autoridad Palestina, cuya supervivencia financiera depende de la ayuda exterior, no va a ser fácil vender una alianza con una organización catalogada de terrorista por EE UU y Europa. Que la UE y Washington mantengan sus generosas subvenciones implica que Hamás se comprometa a respetar acuerdos previos de la OLP, que incluyen la renuncia a la violencia y el reconocimiento de Israel.
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