domingo, 9 de mayo de 2010

CICLO CINE Intentar volar con alas rotas

Director: Nir Bergman
Año: 2002
Otras reseñas para esta películaJuan Carlos Gonzalez Arroyave * * * ½ Abre tus alas (2002)Intentar volar con alas rotas
Por Juan Carlos Gonzalez Arroyave
Viven al norte de Israel, en Haifa, pero bien pudieran vivir aquí, entre nosotros. Son gente común y corriente, que sufre, ama, piensa, cree y le duele como a cualquiera de nuestros amigos o vecinos. Son una familia imperfecta, como imperfecta es la mía, la suya, la de todos. La vida para ellos se compone de diversos dolores y cada quien trata de sobrellevarlos como mejor puede. Algunos se entregan a la pena, otros continúan viviendo. Hace nueve meses perdieron al padre y quedaron solos, a pesar de ser cinco: una madre y cuatro hijos. Con ese material era fácil construir, si estuviéramos en Hollywood, un melodrama trágico y manipulador, redimido por un final feliz predecible. Pero no, con estos personajes Nir Bergman ha preferido construir una pequeña historia, a escala antropomórfica, y mostrarnos a través de ella cuan frágiles y necesitados de afecto somos y a la vez cuan grande es el lazo con que la familia nos ata. La película es Abre tus alas (Broken wings, 2002), el primer largometraje de este director israelí de 35 años.

Acercándose a este grupo humano con una gran delicadeza y un profundo respeto, el director logra obtener de sus personajes una caracterización maravillosa, realista y muy emotiva. Olvidamos que son actores y nos interesamos sinceramente en su drama personal, en sus sueños frustrados, en la culpa y el dolor que sienten por dentro y que sus cuerpos expresan con precisión. Dándoles tiempo para ser, el director se encarga de que los conozcamos bien, de que nos involucremos con ellos. Nos importan. Son como nosotros.

A esto contribuye el espacio cerrado que comparten, pues sus confines son el hogar y no la ciudad y el país en que viven. Nada hay aquí del conflicto entre Israel y Palestina, ninguna alusión política, ningún signo de que viven en tiempos violentos e inestables. El director no quería tocar esos temas tan locales y optó por el ser humano, el factor común que nos hermana a todos. La geografía personal es su mejor destino.

“Tenía diez años cuando mis padre se separaron. En los años setenta, en Haifa, el divorcio no era algo tan común y la gente no sabía como abordar esto, no como ahora. Yo me quedé con mi madre. Mi hermana se fue de casa, mi padre se fue para Tel Aviv, que en esa época estaba a miles de kilómetros de distancia. Era como estar completamente abandonado”, relata el director.

En el componente autobiográfico de este filme está la clave de la autenticidad que Nir Bergman le ha impreso a su película y que ha sido fundamental en el éxito que ha obtenido en los muy diversos festivales donde se ha exhibido. Aquí no hay eventos, cambios o redenciones extraordinarias, como no las hay tampoco en la vida real. Aquí hay un aprendizaje doloroso, una aceptación de lo que somos, de lo que podemos dar, de lo que estamos dispuestos a recibir. Esta mujer, Dafna, y sus hijos aprenden a través de la experiencia, de la pena, de la muerte. Quizá hay caminos menos turbulentos, pero la vida no es como queremos que sea. La vida es así, tan inaferrable como la mayoría de nuestros deseos.

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