Richard Cohen
Tuesday, May 11, 2010
Alrededor de 1924, el profesor sedujo a su estudiante. El tenia 35 y era casado; ella tenia 18 y soltera. El era un importante filosofo, y ella era una chica precoz, destinada para grandes cosas. El iba a volverse un nazi y ella era judia-- Martin Heidegger y Hannah Arendt. Si ustedes pudieran entenderlos, como una pareja e individualmente, entenderian el mundo y todos sus misterios. Ustedes podrian tambien no dormir nunca mas.
El affair Heidegger-Arendt es una historia muy contada que nunca pierde su atraccion para los escritores. Pero otro libro ha aparecido, "Extraño del Exterior" de Daniel Maier-Katkin, que fue revisado, junto con un libro aparte sobre Heidegger, en el New York Times del domingo -- un lugar de honor ajustado a estos dos gigantes intelectuales, sin mencionar su muy extraño, y en terminos de afecto, resistente affair. Luego de la IIª Guerra Mundial, Arendt defendio a Heidegger y reanudo la amistad.
El affair es suficientemente facil de entender. Ella era una joven atractiva, y el era un hombre robusto de gran logro intelectual, una celebridad. Es dificil, mucho mas dificil, entender o excusar la determinacion de Arendt--- o era necesario?-- para continuar la relacion luego de la guerra. Despues de todo, Heidegger no era un nazi en algun sentido pasivo. El elogio a Hitler y, como rector de la Universidad de Freiburg, el ayudo a purgar la facultad de judios -- sus propios colegas.
En cuanto a Arendt, en los años de la posguerra, ella se volvio famosa. Sus relatos sobre el juicio de Adolf Eichmann para el New Yorker -- y mas tarde en el libro "Eichmann en Jerusalem" -- se volvio tanto una sensacion como una causa celebre. Ella formulo la frase "la banalidad del mal," tan apta que ha sufrido el destino de todos los truismos, volviendose un cliche. Ella fue tambien celebrada y odiada por juzgar a algunos de sus compañeros judios por supuesta complicidad en el Holocausto-- un juicio duro y malicioso.
Hannah Arendt no fue una simple "chica" que no pudo superar su primer amor -- a menos, por supuesto, que lo fuera. Cualquiera fuese el caso, su armado emocional me interesa menos que el de Heidegger. La suya era una brillantez unica, un filosofo cuyas obras aun son discutidas. Y aun asi su nazismo no fue producto de simple oportunismo-- como fue, digamos, el de Wernher von Braun, quien necesitaba un aliento de Hitler para propulsar sus cohetes, o el de Herbert von Karajan, quien no permitiria que la simple moralidad se parara entre el y una ilustre carrera. La carrera de Heidegger ya estaba establecida. El no tuvo que ser un nazi; el quiso ser un nazi.
TOmados juntos, esta es una pareja minuciosamente atemorizante -- dos de los grandes filosofos del siglo XX, sus genios contradecidos por sus inexplicablemente terribles vidas: uno abrazo el Nazismo, la otra lo disculpo por hacerlo. En un area critica, ellos no eran diferentes de un criminal y su mujer. Como forma de precaucion, debe haber estatuas de ellos en cada plaza de ciudad, y carteleras de ellos mirando hacia abajo a los ingenuos que piensan, como Alan Greenspan una vez hizo romanticamente de los mercados financieros, que el hombre es racional.
Hubo una epoca en que yo luchaba contra el concepto de mal. Cuando Ronald Reagan llamo a la Union Sovietica el "imperio del mal", yo hice una mueca de dolor. "Mal" sugeria ningun motivo, una fuerza que no podia ser entendida. Esto, a su vez, descartaba el arreglo, y eso era precisamente atemorizante. Pero Reagan estaba en lo correcto acerca del sistema sovietico, mientras que George W. Bush, algunos años mas tarde estuvo equivocado y oportunista cuando abuso de Reagan para etiquetar a tres regimenes dispares y desconectados como el "eje del mal"-- un absurdo mecanico, una abominacion gramatical. Cuidense de aquellos que les dicen que no piensen.
Hannah Arendt y Martin Heidegger represental la velocidad intelectual de la luz, el limite absoluto de lo que la razon puede hacer, y la perseverante e insidiosa naturaleza del mal. La desviada banalidad de lealtad, o afecto pasado o quizas la incapacidad de admitir un error cegaron a Arendt del mal de Heidegger y su mal lo cego de sus consecuencias. El se las arreglo para separar el intelecto de la moralidad, y ella no pudo separar a la persona en quien se habia convertido de la persona que ella habia sido. Justo despues de la guerra, ella escribio que "el problema del mal sera la pregunta fundamental de la vida intelectual de posguerra en Europa" -- y luego, algunos años mas tarde, ella volvio a Alemania y llamo a su viejo amante. Resulta que no es mal, es banal. Es amor.
Fuente: The Washington Post
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