martes, 18 de mayo de 2010
Shavuot
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Shavuot, la festividad de la Entrega de la Torá, está muy cerca. Es el momento adecuado para considerar la siguiente pregunta: ¿Cuál es el secreto de nuestra existencia?...
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¿FUE RIQUEZA O FORTALEZA?
Un análisis objetivo de nuestra larga historia mostrará que no fue ni la riqueza material ni la fuerza física lo que ayudó al pueblo judío a sobrevivir a través de las épocas. Aún en los tiempos de mayor prosperidad bajo la monarquía unificada del Rey Salomón, el pueblo y el estado judíos eran insignificantes en comparación con sus contemporáneos, tales como los imperios de Egipto, Asiria y Babilonia.
¿FUE UNA PATRIA?
Que no fue una patria o una nacionalidad surge claro del hecho de que la mayor parte del tiempo, nuestro pueblo no poseyó un estado independiente y vivió en la diáspora.
¿FUE UN LENGUAJE COMUN?
Que no fue el lenguaje, es también claro a partir de que aún en tiempos bíblicos, el arameo suplantó a la Lengua Santa como lengua cotidiana. Partes de la Escritura y la mayor parte del Talmud de Babilonia, el Zohar, y muchos más, están escritos en esa lengua. En los días de Saadia y Maimónides, el árabe era el lenguaje hablado por la mayoría de los judíos, y últimamente, el Idish y otros idiomas predominan.
¿FUE UNA CULTURA EN COMUN?
Tampoco fue ninguna cultura secular la que preservó a nuestro pueblo, ya que ésta cambió radicalmente de una época a otra.
El único factor común a través de todas las épocas de la historia judía en todas las tierras y en todas las circunstancias es la Torá y las Mitzvot que los judíos observaron con tenacidad en su vida cotidiana.
Ocasionalmente se levantaron grupos disidentes que intentaron alejarse del Judaísmo de la Torá, tales como los movimientos idólatras durante el primer Beit Hamikdash, los Helenistas en el segundo, los Asimilacionistas alejandrinos, Karaitas, etc., pero no pudieron sobrevivir y todos han desaparecido. Si lo consideramos sin prejuicios, fue nuestra adhesión a la Torá y la práctica de las Mitzvot en nuestra vida diaria, el factor esencial de nuestra existencia y supervivencia.
El secreto de nuestra existencia está en ser “un pueblo que mora solo”. Cada uno de nosotros, hombre o mujer, creyendo en el Unico Di-s, llevando una vida de acuerdo a la única Torá que es eterna e inmutable. Nuestra “diferencia” e independencia de pensamiento y conducta, no son nuestra debilidad, sino nuestra fortaleza. Tan sólo así podemos cumplir con nuestra función impuesta por el Creador, de ser para El “un reino de sacerdotes y una nación santa”, y de esa manera ser también un “tesoro” para la humanidad.
LA VERDAD
En conexión con la festividad de Shavuot, donde celebramos “Matán Torá”, la entrega de la Torá en el monte Sinaí, traemos una respuesta dada por el Rebe respecto a la autenticidad de Matán Torá.
“¿Cómo es posible aseverar la prioridad de la religión judía sobre otras? ¿Cómo saber cuál es más cercana a la verdad, o si es la misma verdad?
Voy a acotar en relación a esto, las palabras del hombre más sabio que existió, el Rey Salomón: “Di-s hizo recto al hombre, mas ellos buscaron muchos artificios” (Ecl.7:29). En otras palabras, muchas veces el hombre se confunde cuando innecesariamente procura inquirir sobre cosas que ya son aceptadas y que no presentan ninguna dificultad. No hace falta decir que cuanto más intelectual es la persona, más se inclina a buscar “artificios” y en consecuencia es más propenso a confundirse.
Esto me recuerda un episodio que me contó un profesor de medicina: En una ocasión cuando estaba estudiando anatomía, y en particular la anatomía de la pierna, describiendo los diferentes músculos, que por cierto son muchos, y están perfectamente coordinados durante el movimiento de la pierna al caminar, se quedó tan enfrascado en los detalles, analizando la acción de cada músculo y de cada coyuntura (más aún, siendo un hombre de gran intelecto), que momentáneamente encontró dificultoso y complicado el caminar. La enseñanza es obvia. Y ahora responderé a su pregunta:
.....En primer lugar, estableceré la base lógica acerca de la Verdad de que la Torá y las Mitzvot nos fueron dadas a nosotros los judíos por Revelación Divina. No es difícil probarlo, ya que la prueba es igual a todas las evidencias que tenemos de eventos históricos de generaciones pasadas, aunque en nuestro caso, esto es en forma más contundente y convincente. A manera de ilustración: Si se le pregunta cúmo saber que existió una persona como ser Maimónides (a quien menciona en su carta) autor de Hayad Hajazaká, sefer Hamitzvot, etc., seguramente responderá que está seguro de su existencia por los libros que él escribió, y aunque Maimónides vivió hace unos 800 años, sus obras impresas fueron copiadas de ediciones anteriores, y éstas de anteriores y así en forma ininterrumpida, llegando al manuscrito que el Rambam escribió de su puño y letra. Esto es considerado como prueba suficiente aún a la luz de las discrepancias o contradicciones que hay de un libro del Rambam a otro. Esas contradicciones no descalifican la prueba antes mencionada, pero se hacen esfuerzos para reconciliarlos en la certeza de que ambos fueron escritos por un mismo autor.
La misma prueba es la que determina la veracidad de cualquier hecho histórico, aunque nosotros no lo hayamos presenciado, y hace que toda persona normal lo acepte sin cuestionamientos, salvo aquellos que por alguna razón están interesados en falsear los hechos.
En muchos casos la autenticidad de un evento histórico está basada en la evidencia que tiene un grupo limitado de personas. Aún en el caso de que haya lugar para sospechar que los testigos tienen algún otro interés, si no hay algo que nos obligue a sospechar (y especialmente si podemos verificar y reverificar la evidencia) la aceptamos como un hecho.
Supongamos que 600.000 padres dicen hoy a sus hijos “Esta mañana ustedes y nosotros estuvimos reunidos en cierto lugar, y todos oímos una voz Celestial que proclamaba los Diez Mandamientos”. Los niños no lo aceptarían alegando: “¿si nosotros estuvimos allí con ustedes, por qué no escuchamos ni vimos nada?”. Si asumimos que las reacciones humanas no han cambiado esencialmente en el curso de los siglos, entendemos que esa hubiera sido también la reacción en el siglo pasado, también hace dos siglos, y así sucesivamente hasta llegar a la generación de aquellos padres que presenciaron nuevamente que en esta larga cadena de tradición, no hubo ningún corte, como tampoco el número de transmisores en ningún momento se vio reducida a menos de varios cientos de miles, ya que no hubo ningún corte, como tampoco el número de transmisores en ningún momento se vio reducida a menos de varios cientos de miles, ya que no hubo en ninguna época menos de un millón de judíos de todas las clases. Aun así, en cada generación de la historia ininterrumpida de nuestro pueblo, ese evento fue aceptado como historia auténtica, y el texto del Decálogo se mantuvo exactamente igual. Esta es entonces una evidencia innegable de acuerdo a todas las reglas del probar científico aceptadas en nuestros días.
Esto no podemos decirlo de ninguna otra religión en el mundo, tal como las que Ud. menciona, como ser el Budismo, el Cristianismo y el Islamismo. En el caso de esas religiones, hay un corte definitivo, pues la tradición llega a un solo individuo, tales como Budah, Mohamed o el fundador del Cristianismo, quien transmitió sus enseñanzas a un grupo de 12 apóstoles.
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