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¿Qué sabemos sobre el anillo de casamiento y la ketubbá?
La Mishná señala que la mujer es “adquirida” mediante tres formas: por dinero, por un documento y a través de relaciones sexuales, y vuelve a su estado anterior, a través del divorcio o de la viudez. Poco se conoce dentro del Tanáj acerca de las ceremonias de casamiento realizadas en esas épocas. Las fiestas eran familiares y se prolongaban durante siete días. En Génesis 29, 26-7, Laván le dice a Iakóv que espere a que finalice la semana nupcial de su primogénita Leá y luego le entregará a Rajél. El libro de Jueces en el capítulo 14 señala que la boda de Sansón se extendió siete días. Desde tiempos remotos el día del casamiento se levantaba una suerte de palio, antes de la caída la tarde, hacia donde los padres de los contrayentes acercaban a sus hijos acompañados de sus amigos que llegaban en procesión, a veces, desde ciudades lejanas. En general el casamiento se llevaba a cabo en el lugar de residencia de la novia basándose en el versículo de Génesis 2, 24, donde se expresa que el hombre abandonará a sus padres uniéndose a su mujer.
En la época del Talmud, la ceremonia se ajustaba a dos partes: la consagración o compromiso, kiddushín o eirusín, y el casamiento propiamente dicho. Legalmente la consagración era lo más importante, pues allí se unían los contrayentes y pasaban a ser marido y mujer. La costumbre era colocar en las cabezas de ambos consortes diademas que los ricos realizaban de oro y los pobres de gruesas hojas de árboles y de rosas. Esto es mencionado en el rollo del Cantar de los Cantares, 11,3, donde las hijas de Israel son invitadas a ver la corona que lucía el Rey Salomón el día de sus esponsales; asimismo en Isaías 61, 10, se habla de la corona que se colocaba el novio y de las joyas con las que se adornaba la novia.
Entre los siglos VII y VIII en Eretz, Israel, se comenzó a utilizar el anillo como medio de consagración. La raíz ט tet, ב bet, ע ain, es de origen acadio,”tebu”. Uno de sus significados es bucear, sumergirse dentro de un metal determinado, como reza en el libro de Samuel I, 17, 49, donde se cuenta que la piedra se clavó en la frente del filisteo. Por extensión recibió la connotación de “dar forma” acuñando el término hebreo “טבעת“ “tabbáat”, anillo, en acadio “timbitu”. También se denominaba así a un disco que estaba fijado sobre la mano, el cual se utilizaba para marcar o sellar. Tabbáat kiddushín o nissuín se denomina a la alianza que coloca el novio en el dedo anular de la mano derecha de la novia en el momento de la juppá, como símbolo de consagración.
En el Tikkunéi Zóhar y en los libros de los Gueoním se menciona, como costumbre, la entrega del anillo para el casamiento. Estos textos relatan que esta joya era otorgada frente a testigos de tener la novia la edad necesaria y en caso de ser pequeña a su padre. Otros tardaban en concederla hasta el día de la boda o hasta dos o tres días antes del casamiento. Ciertos sabios explican que la costumbre se inició en Babilonia y no en Eretz Israel; se argumenta que a través de la sortija, la novia sabía que pasaba a pertenecer a su marido, no debía prostituirse ni rebelarse y lo respetaría con lo cual el anillo matrimonial ayudaría a mantener la pureza familiar. Otros comentan que la pureza familiar era más observada en Babilonia y puesto que las mujeres judías en Babilonia salían a trabajar a diferencia de las de Eretz Israel, allí era más necesaria la alianza, ya que permitía recordar el estado civil. Otros ven al anillo como un sello, con el cual se rubrica la consagración. Si bien el libro de Nejemiá menciona el anillo, no es esta la fuente que puede determinar si esta costumbre nació en Babilonia o fue importada de Eretz Israel.
En el libro, Kéter Shem Tov se señalan tres razones por las cuales se utilizaba el anillo. La primera apuntaba a la antigüedad, en donde, cuando una persona deseaba dejar a otra como depositario o encargado de sus bienes, se sacaba su anillo y se lo suministraba a su prójimo como lo hizo el Faraón con Ioséf, o en el caso del Rey Asuero con su ministro Hamán. Esta costumbre perdura hasta hoy día en países como Inglaterra, e indica que nadie podrá realizar nada sin el consentimiento del elegido. Lo mismo ocurre entre el hombre y la mujer. El hombre con el anillo le transmite a su mujer que ella reinará sobre su casa, que todo lo suyo le pertenecerá pudiendo disponer de sus bienes. La segunda razón, es indicar que el marido la protegerá de toda afección, así como el anillo rodea todo su dedo. Hasta el momento de la boda la pareja está integrada por dos partes separadas, a partir de colocarse el anillo, el pacto se consuma y el círculo se completa, se cierra. Constituye ésta la tercera razón.
La alianza, que deberá ser de oro y adquirida por el novio, con el fin de no avergonzar al novio en caso de no tener medios suficientes, no llevará engarce alguno. En la antigüedad el valor de la misma no debía ser menos que una “prutá”. Sabemos de acuerdo a un estudio realizado en el año 2002, que una prutá sería el monto con el cual se puede adquirir, 0.022 gramos de plata. El valor de la prutá era de 1.6 agorót. La agorá es una moneda israelí; 100 agorót equivaldrían a 1 shekel.
Antiguamente la bendición de consagración era diferente a la actual. El hombre decía: “Sé mujer para mí de acuerdo con la ley de Moisés y de los judíos”. El tiempo entre el Erusín y el casamiento era acordado por las partes; en caso de no haber acuerdo cada parte puede exigir esperar por lo menos doce meses en el caso de una virgen y un mes en el caso de una viuda. Durante ese año el novio enviará regalos a la novia denominados Sivlonót. Es interesante destacar que la raíz de este vocablo da origen al verbo lisból, verbo polisémico que en este caso alude a cargar y a soportar desde la paciencia. Los regalos invitaban y ayudaban a tener paciencia, quizás alivianaban la espera.
Cuando se habla de que la mujer es “adquirida” por medio de un documento, estamos refiriéndonos a la ”ketubbá” כתובה. Este es un documento escrito, lo cual se ve reflejado en su nombre que proviene del verbo hebreo, lijtóv = escribir. En este contrato, propio de la Halajá, se detallan las obligaciones del hombre para con la mujer, anotándose la cantidad que el novio se comprometerá a pagar en caso de divorcio. La cantidad que debería proporcionarse en caso de una virgen era de 200 Zuz, y en caso de una viuda de 100 Zuz; esta cantidad equivalía a los sueldos de un año de trabajo (1 Zuz equivale aproximadamente a 3,59 grs de oro).
Este documento fue redactado en la época talmúdica, en arameo, pues era el idioma franco del lugar. La misma es leída debajo de la juppá y hoy día es traducida al hebreo o al idioma del país en donde se realiza la ceremonia; luego se entrega a la novia y en general es conservada por sus padres, ya que esta formalidad está destinada a defender a la mujer en caso de divorcio o muerte del cónyuge. La ketubbá más antigua se encontró en 1993 en excavaciones realizadas en la antigua ciudad de Marasha, situada al sur del kibbútz Beit Guvrín, en la región de Lakísh, y data del año 163 a.C. La misma está escrita sobre una tablilla de arcilla en arameo con letras hebreas. En 1961 el profesor Igál Yadín, encontró otra ketubbá en la zona del Mar Muerto perteneciente a una viuda judía que vivió entre los años 132-135 d.C. En caso de extravío se deberá confeccionar inmediatamente una nueva ketubbá pues Nuestros Sabios de Bendita Memoria, Jazál, expresan que no se debe permanecer con la mujer ni una sola hora sin este documento. Muchas comunidades acostumbran a embellecer estos documentos con dibujos e ilustraciones. La más antigua que llegó a nuestras manos es del año 1391 y fue escrita y dibujada en Austria.
Licenciada Belkis Rogovsky-Mundo Israelita
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