Por Martha Wolff
Publicada en Nuevo Mundo Israelita (10/06/2011)
El 6 de mayo pasado junto al autor, en la 37º Feria Internacional del Libro en Buenos Aires, presenté la última obra del Lic. Julián Schvindlerman, destacado analista de Política Internacional y de Medio Oriente.
Su primer libro “Tierras por Paz, Tierras por Guerra” marcó el comienzo de su camino como escritor, además de tener un su haber centenares de artículos publicados en nuestro país e internacionalmente como así también su reconocida participación en medios de comunicación en los que con sus comentarios ha dejado trazado su personal y autorizada opinión. Es por todo este antecedente, más el haber contado con su valiosos aporte de columnista en dos de mis programas en Radio Jai y Radio Universidad de Belgrano y conocer su seriedad profesional, que acepté ser la comentarista de su libro en ese ámbito.
“Roma y Jerusalem” es la síntesis en poco más de quinientas páginas de la historia del antisemitismo y del antisionismo cristiano, del dogma católico transformado en poder político y del arrepentimiento de tanto odio fomentado a través de veinte siglos hasta el reconocimiento de los judíos como hermanos por la Iglesia. En esta apretada síntesis quiero describir el circular recorrido histórico que sigue el autor para enfrentar un tema que -al menos en nuestra cultura latinoamericana- antes de este libro era considerado tabú abordarlo.
Julián Schvindlerman toma como eje central de su tratado al enfoque histórico que es irrebatible y juega con el enfoque religioso (basado en documentos de la Iglesia y una rica bibliografía) que deviene político, para ejercer su poder y manejar ese poder político para gobernar y educar según sus intereses tanto a su feligresía como a sus instituciones.
En el correr de las páginas, gracias al trabajo de investigación del autor y su intercalado puntual de hechos y publicaciones en cada tramo, el lector se transforma de lector a crítico por la claridad conceptual de su análisis al concatenarlos desde la aparición de Cristo, que es meridiano de este conflicto, hasta la invocación de parte del Papa Juan Pablo II en el siglo XX, cuando en nombre del mismo pide perdón a los judíos.
El abordaje de Schvindlerman es de una claridad absoluta sobre un tema tan oscuro y hasta se podría decir prohibitivo, pues decir la verdad hace caer una cortina de miedo y prejuicios que ha costado millones de vidas y verdades adulteradas para establecer una verdad absoluta. La Iglesia construyó a medida que su poder aumentaba un lenguaje semántico que obedecía a ese poder y usó como chivo expiatorio al judío como asesino de Cristo, infiel, perturbador, prestamista, asesino, diferente, conquistador del mundo, parásito, infiel, bolchevique, secular, liberal, etc… atributos de desprecio y desplazamiento histórico y dispersión de un pueblo condenado por no haber reconocido en Jesús la llegada del Mesías.
El leer detenidamente esta obra como si fuera un libro de estudio ofrece la posibilidad de informarse y formase para debatir en cualquier lugar los hechos como fueron y no como nos fueron contados. Este libro es, en su afán investigativo, equiparable a una disección de un cadáver al estilo Leonardo Da Vinci, quien iba a las morgues a explorar cadáveres para estudiar su anatomía y a abrir los vientres de las mujeres embarazadas muertas para saber más sobre el origen de la vida.
Debo confesar que me he enriquecido con este texto que guarda una cualidad extraordinaria y es la simultaneidad con la que Schvindlerman escribió este libro. Él agrega al conflicto de la Iglesia con los judíos, desde el siglo II hasta la Revolución Francesa de 1789 y el nacimiento del sionismo político hasta la creación del Estado de Israel, todos los acontecimientos paralelos que surgieron y dieron como consecuencia graves hechos en perjuicio de los judíos que atrasaron su emancipación hasta considerarse a sí mismos como un pueblo sin tierra, como una minoría y con el derecho a imitar la emancipación que eligieron otros pueblos para convertirse en naciones.
La sumatoria del odio, los prejuicios, las condenas, las discriminaciones, los asesinatos, etc. que sufrieron los judíos, organizados directa o indirectamente por la Iglesia, condujo al Holocausto o Shoá y ese mismo odio y sus terribles consecuencias son las que hicieron replantearse a la Iglesia sobre su responsabilidad.
El intercalar documento y análisis más dato histórico deja al autor mostrar lo no siempre evidente. En 1965 con Nostra Aetate por primera vez en la historia la Iglesia reconoce a los judíos como sus hermanos y en 1993 firma el Acuerdo Fundamental con el Estado de Israel. Este viaje termina de reafirmarse cuando el Papa Juan Pablo II en el año 2000 visita Israel y reza en el Muro de los Lamentos. El lector recorre el viaje vertiginoso a través de las páginas del libro. Los judíos cuando viajamos a Israel y llegamos a Jerusalem vamos al Muro para poner plegarias entre sus grietas. Esa imagen, sólo que con el Papa, es tapa del libro, abrió una esperanza de reconciliación y paz entre judíos y católicos.
En Roma está el Vaticano que es un estado independiente y soberano recreado como tal en el siglo XX y también Israel, en Medio Oriente, nació en ese mismo siglo como estado libre y soberano y ambos son pequeñas naciones donde convive lo religioso con lo político. A pesar de que han rivalizado es innegable que el dato histórico guarda la única verdad, y esto es una contribución cierta del autor.
Leer este libro y comentarlo fue un alivio para mi ignorancia y me dio una vez más la posibilidad de valorar a un escritor de esta envergadura y responsabilidad literaria.
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