Por Rabbi Shmuley Boteach
No es secreto que Arabia Saudita prohibe a pasajeros con sonoros apellidos judíos y cualquier pasaporte con una estampilla israelí de sus vuelos. Por lo tanto es inexplicable por qué Delta Airlines se asociaría con Saudi Arabian Airlines a sabiendas que la asociación, en el mejor de los casos, aprueba pasivamente las políticas antisemitas de Arabia Saudita. Aún más extraña es la defensa de la práctica por parte de Delta una vez la historia de la alianza irrumpió. Las líneas aéreas internacionales, dijo, "están obligadas a cumplir con todas las leyes que rigen la entrada en cada país ... los requisitos de visa u otras posibles restricciones de viaje del gobierno para entrar en cualquier país son dictadas por el gobierno de esa nación, no por las líneas aéreas nacionales o compañías extranjeras. Estos requisitos se aplican a cualquier persona que ingrese al país por tierra, aire o mar."
Aha. Así que Delta no está prohibiendo la entrada de judíos a Arabia Saudita. Ellos no pueden ser culpados por las políticas sauditas.
Pero Delta hubiera dicho lo mismo si se hubiera asociado con, por ejemplo, South African Airways en la cima del apartheid si hubiese existido allí un requisito para que los pasajeros negros se sentaran cerca del baño en la parte trasera de la aeronave? Hubieran dicho: "Lo siento, este no es nuestro reglamento, es el de nuestro socio." Sospecho que no. Ellos probablemente nunca se hubieran arriesgado a una sociedad que hubiese apoyado pasivamente políticas racistas y sometido a la aerolínea a la condena internacional.
Lo que lleva a la pregunta más amplia de por qué Arabia Saudita siempre es tratada en forma diferente. Dónde está la indignación por el único país en el mundo entero, que no permite a las mujeres conducir un coche o que públicamente azota a las mujeres por estar a solas en una habitación con un hombre con el que no están casadas, como sucedió recientemente a una mujer de setenta años que cometió el pecado de permitir ingresar a su casa a un repartidor? Esto es barbarie pura, sin embargo, Occidente sigue pasandolo por alto debido a la riqueza saudita y a nuestra propia glotonería por el petróleo. En esencia, hemos permitido que nuestra moral se ahogue en un océano de petróleo.
Los eruditos musulmanes han confirmado que no hay nada en el Korán que prohíba a una mujer conducir y al menos dos de las esposas del profeta se sabe que han montado camellos, la tracción a cuatro ruedas de su época. Sin embargo, cuando Manal al-Sharif publicó un video de sí misma conduciendo este pasado mes de mayo fue encerrada por nueve días.
Este extremo apartheid de género a su vez condujo a las recientes y ampliamente cubiertas protestas por parte de varias mujeres sauditas conduciendo en público y desafiando al autoritario régimen wahabita, pidiendo a Hillary Clinton hablar en su nombre. Pero lo más que nuestra Secretaria de Estado pudo juntar fué una declaración suave y sin compromiso: "Lo que estas mujeres están haciendo es valiente, y lo que están buscando es correcto". No me digas. Pero bueno, al menos, la declaración es un comienzo.
Pero mientras el mundo aplaude el surgimiento de la Primavera Árabe y el surgimiento del deseo natural por parte de los hermanos y hermanas árabes a vivir y respirar libres, hay como mucho indicios de presión americana y europea sobre los sauditas para que salgan de las épocas oscuras y traten a las mujeres como seres humanos hechos y derechos. La ausencia de voces feministas protagónicas condenando regular y despiadadamente a los sauditas por su tratamiento brutal a las mujeres es especialmente desalentadora.
Pero bueno, incluso las feministas tienen que llenar sus tanques y en tanto los sauditas prueben ser útiles en bombear el consumo de nafta de nuestras todoterreno, parece que el pueblo americano continuará silencioso y más empresas americanas continuarán vendiendo sus almas.
Fuente: Huffington Post- Traducido por Marcela Lubczanski especialmente para el blog de OSA Filial Córdoba
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