viernes, 19 de diciembre de 2014

La paz se aleja en Oriente

¿Compartir la mezquita al-Aqsa? Solo un sueño¿Compartir la mezquita al-Aqsa? Solo un sueño
Cuando a fines de agosto de este año Israel y Hamas aceptaron los puntos de un acuerdo con mediación egipcia para poner fin a poco más de 50 días de guerra era previsible pensar que, por muy optimistas que se mostraran, la paz tardaría en llegar. Pasaron tres meses, la tensión aumentó con atentados perpetrados por palestinos contra israelíes y el gobierno de este país se quebró. Si hasta ahora no hubo cambios significativos hacia la paz, son varios los elementos que permiten pensar que tampoco los habrá en los próximos tres meses por lo menos.
Luego de casi dos meses de combate y con 2.140 fallecidos en Gaza y 69 muertos en Israel –además de daños materiales, militares y políticos–, las partes dieron su visto bueno a un plan elaborado con la mediación del país vecino. Las dos partes celebraron el fin de los combates –Hamas con más entusiasmo que Israel–, pero sabían que en realidad no estaban ante una solución sino ante una dilación del asunto. Es que esos puntos eran a simple vista inaccesibles y el paso del tiempo lo confirmó, pues a tres meses no se ha avanzado en ninguno de ellos pese a que la premisa era dialogar en setiembre. Las aspiraciones eran tan complejas como levantar el bloqueo del ingreso de bienes y personas por parte de Israel a Gaza o que los miembros de Hamas se dispusieran a dejar las armas.
“Ya en ese momento quedó claro que si no lo habían resuelto entonces, no lo iban a lograr más adelante. Era evidente que esto iba a pasar”, confirmó a El Observador desde Israel Daniel Wajner, uruguayo doctorante en Relaciones Internacionales en la Universidad Hebrea de Jerusalén.
Luego otros elementos se sumaron a la realidad de esa zona de Medio Oriente. Tanto es así que ya la cuestión de Gaza incluso se apartó del eje. En las últimas semanas, la atención se centró en los conflictos en torno a la Explanada de las Mezquitas, en pleno Jerusalén.
Esa zona se considera un lugar sagrado para el islam. Es, asimismo, donde se ubicaba el antiguo Templo de Jerusalén y por eso también es una zona sacra del judaísmo. Según el acuerdo internacional vigente, el área está bajo custodia de Jordania y allí pueden rezar los musulmanes. Los judíos deben contentarse con hacerlo en uno de los costados, donde está el Muro de los Lamentos, único vestigio del lugar destruido por Tito en el año 70.
Los judíos incluso se resisten a rezar dentro de la explanada porque consideran que no pueden acceder al área hasta que el mesías construya en tercer templo. Pero desde hace varios años –y especialmente desde hace pocas semanas– algunos judíos de corrientes extremas han ido a rezar a la zona y reivindicado su derecho a retomar el control de la misma. Los musulmanes lo ven como una amenaza y temen que el gobierno de Israel decida cambiar el acuerdo y negarles a ellos el acceso.
En este contexto es que hubo atentados especialmente sangrientos. Primero fue contra uno de estos activistas el 29 de octubre, luego en una sinagoga en pleno momento de oración, después con vehículos contra policías. De acuerdo con el recuento de Wajner, se han registrado unos tres por semana.
“Desde el punto de vista de Israel, la situación a nivel interno es muy tensa debido a esta nueva ola de violencia que tiene su foco específicamente en Jerusalén”, comentó a El Observador la investigadora Benedetta Berti del Instituto de Estudios de Seguridad Nacional, con base en Tel Aviv. “Israel ha escalado en sus ataques hacia los palestinos en los territorios palestinos ocupados”, consideró desde la otra óptica Omar Barghouti, palestino, activista de derechos humanos y cofundador del Movimiento Antiboicot con base en Palestina, en entrevista con El Observador.
De acuerdo con lo transmitido por el doctorando uruguayo, estos ataques hicieron que, en las últimas semanas, surgiera la pregunta de si habría una nueva intifada, otro levantamiento popular árabe contra Israel. “En este momento la pregunta es si se va rumbo a patear el tablero o si se mejora una pieza allá o acá”, acotó en relación a los delicados equilibrios en la interna palestina.
Equilibrio hacia adentro
En el contexto de Israel, las tensiones políticas también son evidentes. Cuando se selló la paz en agosto, muchos achacaron al primer ministro Benjamín Netanyahu una suerte de rendición ante la facción árabe. Algunos ministros, como los titulares de Finanzas y Justicia, Yair Lapid y Tzipi Livni, lo criticaron por violento y agresivo. Otros como los de Exteriores o de Economía, Avigdor Lieberman y Neftalí Bennett, lo crucificaron por demasiado pusilánime. Esta semana Netanyahu anunció la remoción de los blandos y la convocatoria a elecciones en marzo.
“El primer ministro fue criticado por varios políticos de derecha, que lo acusaron de entregarse ante Hamas. Sus niveles de apoyo cayeron después de la guerra”, agregó Berti. “En general, hay una sensación extendida de frustración y desilusión con el proceso político y la falta de progreso. El humor general no es nada positivo”, resumió.
En parte para aplacar estas exigencias internas de más firmeza contra los árabes, dos días después de que se firmó el acuerdo de paz de agosto, el primer ministro israelí anunció la expropiación de 400 hectáreas en zona palestina para edificar asentamientos de israelíes. La organización Paz Ahora denunció que era la mayor expropiación desde la década de 1980 y tanto los árabes como EEUU afirmaron que era una señal que no contribuía a la paz.
Pero, a nivel interno, esta medida era en parte necesaria para atender los reclamos de una sociedad que cada vez exige más derecha, más seguridad, más unidad ante el otro.
De aquí al 17 de marzo, día fijado para los comicios, Netanyahu buscará nuevas alianzas que le permitan ganar la reelección, pero que al mismo tiempo le aseguren un equipo de gobierno más afín a sus actuales intereses. El líder expresó que le gustaría volver a instaurar la alianza tradicional con los ultra ortodoxos, a los que calificó como sus “aliados naturales”, que en este gobierno empero estuvieron en la oposición. Neftalí Bennett, representante de esa ala política, no ha sido explícito pero se presume que aceptará encabezar con Netanyahu una coalición que sería la más nacionalista en la historia política israelí, pues incluiría también a dos partidos ultra ortodoxos.
La escasa viabilidad del plan de paz firmado en agosto y la creciente tensión por los atentados y las construcciones hacen pensar que la calma está ahora más lejos que antes. O, como expresó Berti, “muchos israelíes creen que el cese el fuego compró tiempo, pero que eventualmente explotará otro conflicto en algún momento”.
En su balance de los acontecimientos, Wajner fue pragmático y descartó que ahora haya más chances de acercarse al fin del conflicto entre las dos naciones: “En los tres meses que hay de aquí a las elecciones, las negociaciones quedarán a un lado. Y ante cualquier golpe fuerte que den los de Hamas, Israel responderá con dureza”. Y si en marzo triunfa la coalición que lleva la delantera en los sondeos, entonces el horizonte de diálogo es todavía más lejano. El de paz, más todavía.


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