lunes, 3 de mayo de 2010

Caso Eichmann- La crisis con Israel recién quedó sepultada en 1967


Aunque los gobiernos de Argentina e Israel habían coagulado la polémica desatada por el secuestro de Eichmann en agosto de 1960, la cuestión seguía abierta ante las Naciones Unidas, cuyo Consejo de Seguridad mantenía en su temario el reclamo argentino. Para desactivarlo sin hacer mucho ruido, desde 1963 se hicieron consultas y gestiones entre embajadores y funcionarios, aunque sólo en 1965 la Cancillería ordenó al representante ante la ONU que retirase la "cuestión Eichmann" del temario.

Pero la última foja de aquel expediente recién se firmó en septiembre de 1967, cuando a través de un telegrama secreto y cifrado (ver facsímil) la Cancillería autorizó al consejero de la embajada en Tel Aviv a ir a un banquete celebrado para homenajear al ex embajador israelí en Buenos Aires Ari Levavi. Era el mismo diplomático a quien en 1960 el gobierno de Arturo Frondizi había expulsado del país como protesta por la violación de la soberanía argentina con el secuestro de Adolf Eichmann.


De jerarca de las SS a simple operario de Mercedes Benz

Adolf Eichmann nació en 1906 y se afilió al partido nazi en 1932. En 1935 se casó con "Vera" Liebel, y durante tres años se consagró al profundo estudio del judaísmo. En 1938 organizó la deportación de judíos desde Viena, y un año después lo hizo desde Praga. El 20 de enero de 1942 organizó la conferencia de Wannsse, en Berlín, en la que se decidió la "solución final" para los judíos. Entre sus órdenes habituales, el 24 de enero de 1944 firmó en Praga la de arrestar a "todos los judíos argentinos" que vivieran en los territorios ocupados por los nazis (ver facsímil).

Cuando terminó la guerra cayó prisionero, huyó a los bosques alemanes y, bajo el nombre de Ricardo Klement, en 1950 viajó desde Génova a Buenos Aires, donde fue recibido por grupos filonazis con buena llegada al gobierno de Perón. Vivió en Barracas, puso un taller mecánico en Palermo, se mudó a Tigre y luego se afincó en Tucumán, donde trabajó como hidrógrafo para la firma CAPRI. En 1952 se reencontró con su familia, y un año después se mudó a Buenos Aires. Vivió en La Lucila y en San Fernando, trabajó como mecánico en la fábrica de calefones Orbis y en la planta de camiones de Mercedes Benz. El 11 de mayo de 1960 fue secuestrado por un comando israelí. Lo ejecutaron en Jerusalén, el 31 de mayo de 1962.

Antes de ser ejecutado, gritó "¡Viva Argentina!"


El 1 de febrero de 1961 fueron formulados los 15 cargos por los que Adolf Eichmann fue juzgado en Jerusalén. El primero de ellos ya era suficiente para justificar la pena de muerte: lo hacía responsable, en asociación con otras personas, de la muerte de millones de judíos y de la ejecución del plan nazi para el exterminio de los judíos.

El juicio comenzó el 11 de abril de 1961, y durante los ocho meses que duró declararon como testigos una centena de ex prisioneros de los campos de exterminio nazis. Bajo la mirada mundial, el proceso cumplía con el objetivo trazado por su inspirador, el premier David Ben Gurion: ofrecer el testimonio definitivo sobre los horrores del Holocausto.

Intelectuales como Bertrand Russell, Elie Wiessel -sobreviviente de la Shoah que años después obtendría el premio Nobel de la Paz- y Hannah Arendt, autora del más agudo testimonio de aquel proceso, presenciaron las audiencias. Escuchando los argumentos del acusado para justificar su rol en la maquinaria nazi, Arendt concibió su popular definición sobre la "banalidad del mal": como lo había demostrado Eichmann, los más crueles asesinos no eran seres especialmente perversos, sino más bien grises burócratas ansiosos por ascender en sus empleos.

Entre el 11 y el 15 de diciembre de 1961, se leyó la sentencia: Eichmann era condenado a muerte.

La noche del 31 de mayo de 1962, el reo fue conducido a la horca. Arye Wallenstein, uno de los dos corresponsales extranjeros a quienes se les permitió asistir a la ejecución, contó que el jerarca nazi caminó erguido hacia el patíbulo, y que mientras el reverendo canadiense William Hull rezaba por él, pronunció sus últimas palabras: "Señores, pronto volveremos a reunirnos. Ese es el destino de todos los hombres. He vivido creyendo en Dios y muero creyendo en Dios. ¡Viva Alemania! ¡Viva Argentina! ¡Viva Austria! Esos son los países con los que tuve una relación más estrecha, y nunca los he olvidado. Tuve que obedecer la ley de la guerra y a mi bandera. Estoy preparado".

La trampa se abrió bajo sus pies dos minutos despúes de la medianoche. Israel cremó su cuerpo de inmediato, y tiró sus cenizas en el mar Mediterráneo.

Fuente: Diario Clarin

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