lunes, 5 de enero de 2015

Líbano: vive y deja beber

Por Michael Young 

Bandera del Líbano.
"Si los musulmanes religiosos no quieren beber, están en su derecho. También hay algunos cristianos que prefieren mantenerse en la abstinencia. Pero ¿por qué urge privar del consumo de alcohol a aquellos, musulmanes o cristianos, a los que les gusta tomarse una copa?""La esencia de la coexistencia y el orden liberal es vivir y dejar vivir, aceptar la libertad del otro para comportarse como desee y que él a su vez acepte la tuya, siempre y cuando no se dañe a terceros. De un modo extraño, el disfuncional Líbano se ha adherido más o menos a esta norma"
El jeque Husam al Ilani, de la mezquita Ghufrán de Sidón, hizo algunos comentarios poco navideños durante su discurso de Navidad. “Navidad y Año Nuevo son para los cristianos y no para los musulmanes”, dijo, y añadió que “algunos musulmanes cometen un error poniendo el árbol de Navidad en sus casas y disfrazando a sus hijos de Santa Claus”.
La Navidad puede que no sea una celebración musulmana, aunque los musulmanes consideren a Jesucristo un profeta. Pero ¿Año Nuevo? ¿Qué les pasa a los musulmanes cada 1 de enero? ¿Están durmiendo en una realidad paralela desconectada del tiempo y las fechas del mundo? No es probable, pero ¿qué tiene de cristiano celebrar el Año Nuevo?
Los comentarios del jeque Husam son sólo los últimos en una pauta de comportamiento que ha ganado fuerza en el Líbano en los últimos años, y que suponen un desafío a las actitudes más tolerantes de años recientes.
Por ejemplo, hay bastantes zonas del Líbano, en el norte y en el sur, así como en el oeste de Beirut o en su sector financiero, en las que no se puede comprar ni consumir alcohol. De repente, en sitios donde uno se podía tomar una cerveza ahora sirven un terrible brebaje al que llaman cerveza no alcohólica.
Aún más intrigante es el hecho de que prominentes cadenas de restaurantes que ofrecen alcohol en la parte oriental de Beirut han dejado de hacerlo en sus establecimientos de la parte occidental. Y toda una serie de restaurantes del centro, en las inmediaciones del Parlamento, ya no sirven alcohol de ninguna de las maneras.
Si los musulmanes religiosos no quieren beber, están en su derecho. También hay algunos cristianos que prefieren mantenerse en la abstinencia. Pero ¿por qué urge privar del consumo de alcohol a aquellos, musulmanes o cristianos, a los que les gusta tomarse una copa? Uno puede ser devoto y no beber, pero puede poner alcohol a disposición de quienes quieran consumirlo. Muchas casas musulmanas adoptan esta medida para beneficio de sus huéspedes.
Es de sobra conocido que las actitudes más radicales se dan en los suburbios del sur de Beirut, bajo la férula de Hezbolá. Pero ¿qué pasa en Trípoli, Sidón o el oeste de Beirut, donde los cristianos han vivido siempre y sus instituciones siguen vigentes?
Lo que resulta tan inquietante es que estas restricciones reflejan un patrón similar al visto en otros lugares conocidos por su absoluta intolerancia, y no sólo en los controlados por el Estado Islámico. Recientemente, esta organización tomó la decisión de prohibir el uso de anillos de boda. ¿Cuál fue la razón que dieron para tan extraña medida? Que era necesaria “para no imitar a los cristianos”.
El jeque Husam no es el Estado Islámico, pero para los oídos inexpertos sus comentarios sobre la Navidad no parecen ser muy distintos en su justificación: los musulmanes deben evitar hacer lo que hacen los cristianos –ya sea en lo relacionado con las costumbres, las celebraciones de Año Nuevo, las aspectos no religiosos de las Navidades y los anillos de boda– aunque no tenga nada que ver con la Cristiandad.
Esto no quiere decir que el jeque Husam hable por todos los musulmanes. De hecho, ha tomado partido por Hezbolá en Sidón contra el jeque salafista Ahmad al Asir, por lo que bastantes suníes deben mirarlo con desconfianza. Pero a menudo los cambios sutiles pasan inadvertidos a la mayoría, cuya inacción permite que las restricciones se expandan.
La creciente reticencia de ciertos restaurantes a servir alcohol en el oeste y el centro de Beirut es sólo un ejemplo, ya que no existe una decisión oficial que haya convertido esa práctica en obligatoria. Se está haciendo todo bajo el radar, y es difícil oponerse porque los dueños de esos establecimientos son libres de servir lo que les plazca.
Pero la esencia de la coexistencia y el orden liberal es vivir y dejar vivir, aceptar la libertad del otro para comportarse como desee y que él a su vez acepte la tuya, siempre y cuando no se dañe a terceros. De un modo extraño, el disfuncional Líbano se ha adherido más o menos a esta norma. Es por esto que muchos musulmanes no encuentran extraño poner decoraciones navideñas, ni aceptan la absurda opinión de que el Año Nuevo es una celebración cristiana.
Quizá el jeque Husam tuviera otros intereses a la hora de hacer sus comentarios. Estos días, cuando uno parece más cerrado de mente, más apoyo obtiene. No se debería dar al clérigo mayor mérito del que merece. Sea como fuere, la región está cambiando en el trato a sus minorías, con independencia de recientes muestras de simpatía hacia los cristianos en Navidad.
Todo lo que podemos hacer es esperar que el Líbano mantenga sus costumbres de siempre, en una región donde el chovinismo religioso y étnico están al alza. Puede parecer extraño hablar de un país escindido el sectarismo. Pero el hecho de que el Líbano sobreviva como un solo país, a pesar de todos estos conflictos, dice mucho de cómo somos.

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