Andy Robinson | 19/02/2011
Tony Blair, enviado especial del Cuarteto - Estados Unidos, Rusia, la Unión Europea y las Naciones Unidas- que supuestamente busca la paz en Medio Oriente, acaba de calificar la ola de protestas pro-democracia que arrasa la región como “un momento de oportunidad verdaderamente importante”.
Importante pero no tan importante como los momentos de oportunidad que Blair ha aprovechado en su relación especial gubernamental y personal con Libia. Blair se lleva de maravilla con Muamar al Gadafi desde que siguió a José María Aznar y restableció relaciones diplomáticas con el dictador libio en el 2004, un año en el que tanto Blair como Aznar –por no decir nada de George W Bush- necesitaban a todos los amigos árabes que podían encontrar tras liderar una guerra ilegal en Iraq que nadie apoyaba. Resultó especialmente audaz para Blair estrecharle la mano a Gadafi cuyo régimen estaba involucrado directamente en el atentado contra un avión de Pan Am estadounidense que sobrevolaba Escocia en diciembre de 1988 y , al caer , obliteró el pueblo de Lockerbie provocando la muerte de 270 personas. Al igual que la guerra en Iraq, era un ejemplo valiente del conviction politician, dispuesto a desafiar a los sondeos de opinión aunque no a los lobistas de petroleras como BP y Shell que necesitaban desesperadamente un deshielo de relaciones con la potencia petrolera y su excéntrico dictador. Uno de los numerosos acuerdos bilaterales firmados estipulaba que el ejército británico ayudaría en la formación de soldados y policías libios.
Blair ha acumulado una fortuna próxima a 45 millones de libras (50 millones de euros) desde que abandonó Downing Street gracias a los honorarios que se embolsa por asesorar a diversos bancos y empresas multinacionales sin olvidar su excelente salario como embajador por la paz en Medio Oriente. Uno de los bancos que Blair asesora, JP Morgan, se hizo con un jugoso contrato en Libia a mediados del año pasado gracias, según explicó miembros del régimen libio, a la mediación de Blair durante una visita Trípoli en junio del año pasado. Por si esto fuera poco, Saif al-Islam Gaddafi , el hijo de Gadafi, dijo en una entrevista mantenida con el Daily Mail en el mismo mes que Blair había sido contratado por el fondo soberano libio, Libyan Investment Authority, como asesor. “Lo tratamos como a un hermano”, añadió. Blair lo desmintió.
Pero, ahora que, los manifestantes en favor de la democracia en Libia caen bajo una lluvia de balas disparadas con apuntería británica http://www.belfasttelegraph.co.uk/news/world-news/how-britain-taught-arab-police-forces-all-they-know-15089726.htm , quizás se debería volverá a mirar el asunto o, al menos, reflexionar sobrela cuestión de si Blair es la persona indicada para decidir cómo aprovechar este “momento de oportunidades” en Medio Oriente. Al fin y al cabo, no parece el mejor misionero de la paz un gobernante que –según el reconoció de manera implícita en una investigación británica- tomó la decisión de invadir Iraq incluso antes de que se iniciaran las últimas inspecciones sobre armas de destrucción masiva de la ONU.
Si alguien dudaba de si las extraordinarios rebeliones árabes puedan complicar la vida a los líderes europeos que han mezclado negocios y política con los sátrapas árabes desde hace décadas, solo hace falta mirar la situación insostenible de la ministra de exteriores francés a Michelle Alliot-Marie desde que salen a la luz los negocios sucios que realizaba con los socios del tirano tunecino Zine el-Abidine Ben Ali .
Fuente: Diario Itinerante
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