PorMohamed Abdul Malek * The Guardian
“Libia no es Túnez ni Egipto. Libia es diferente. Si hay disturbios se dividirá en varios estados.” Estas fueron las palabras del hijo de Muammar Kadafi, Saif al-Islam Kadafi, en la TV estatal libia, el domingo.
Tiene razón, por supuesto. Libia no es Egipto ni Túnez. Es un país de más de 1,5 millones de kilómetros cuadrados, habitado por menos de 7 millones de personas. Desde 1969, sólo ha conocido un líder: un hombre que ha mostrado u na despiadada crueldad hacia cualquiera que hablara contra él, el régimen o la revolución que encabezó .
Es un país edificado sobre los cimientos de la unidad tribal y que, pese a tener las reservas de petróleo más grandes de Africa, sigue permitiendo que dos tercios de sus ciudadanos vivan bajo la línea de pobreza . Es también un país que no puede jactarse de tener largos lazos con Europa y Occidente, ya que sólo en los últimos años ha desagraviado a sus vecinos del otro lado del Mediterráneo tras años de sanciones impuestas por EE.UU. y la ONU.
Después de “volver del frío” en 2004, los vínculos europeos con Libia se desarrollaron rápidamente.
Libia es el tercer proveedor de petróleo a Europa , dado que en los últimos tiempos superó a Arabia Saudita. Su cercanía con Europa, sus tierras inexploradas y su relativa falta de inversión extranjera hicieron de Libia una apreciada joya para las economías dependientes del petróleo de Occidente.
Sin embargo, los acontecimientos de los últimos días obligaron a los líderes mundiales a revaluar su relación con el régimen que está desmoronándose .
La hora de la victoria se acerca. La preocupación por quién reemplazará a Kadafi no es lo que más preocupa a los libios. Nunca se les ha dado acceso a las opiniones políticas que disienten con el régimen. Durante cuarenta años ni siquiera han podido mencionar esta posibilidad cara a cara.
Los próximos meses definirán un período de cambio e incertidumbre políticos como nunca se ha visto en la historia del pueblo libio. Pero algo es seguro: la actitud letárgica y sumisa del pueblo es cosa del pasado . Más allá de lo que le depare el futuro a Libia, su pueblo ha perdido el miedo que se le había infundido durante tanto tiempo. Ya no teme morir por el país que ama, y es esto lo que garantizará que nunca más tolerará ser sometido a la opresión y el sojuzgamiento que ha vivido bajo Kadafi.
Ahora es deber de Occidente, que predica la democracia, ejercer presión sobre Kadafi para que siga los pasos de los gobernantes de Egipto y Túnez y entregue el control del país que ha destruido, encarcelado y oprimido durante cuatro décadas. Creer las mentiras y prestar atención a las deplorables “advertencias” de Saif sería desatender el grito de libertad del pueblo libio y engañarnos con que los vientos de cambio que soplaron en Túnez y Egipto no barrerán pronto los palacios vacíos de la familia Kadafi.
* Presidente de la ONG opositoraLibyan Watch.CLARIN.COM
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