miércoles, 23 de febrero de 2011

EL ESTADO "JAIMA"(TIENDA BEDUINA)SE DESPLOMA



Internacional
El Estado-jaima se desploma
La carencia total de instituciones en Libia plantea un panorama más propicio a la guerra que a una transición
FRANCISCO DE ANDRÉS

REUTERS
Gadafi, durante su discurso de ayer

Libia se asoma a un escenario de caos y guerra civil incluso en el caso de que Muamar al Gadafi deje el poder en un corto plazo. Después de 42 años de gobierno arbitrario y tiránico, el país carece por completo de estructuras sociales e institucionales capaces de amortiguar el salto a lo desconocido. La disidencia política ha sido sistemáticamente aplastada, la sociedad está atomizada en clanes y tribus —que se distinguen por su lealtad o recelo hacia los Gadafi— y ningún experto en la región es capaz de intuir quién o qué grupo estaría hoy en condiciones de tomar el poder y conducir a Libia hacia una transición pacífica.

No existen en Libia personalidades conocidas y hasta cierto punto respetables, como Suleimán en Egipto o Ghanuchi en Túnez, que permitan la continuidad de la autoridad del Estado. Si cae el régimen, todo lo que ha tocado durante las últimas cuatro décadas caerá con él. La jaima —tienda beduina— que Gadafi monta y desmonta en sus circenses salidas al extranjero es la mejor metáfora del Estado fallido libio.

Hasta su discurso del domingo, el vástago intelectual de Gadafi, Saif, «estaba considerado como un reformista sincero y cercano a las generaciones jóvenes; su último alegato contra las protestas y su amenaza de guerra civil han destruido sus posibilidades», señala Charles Gurdon, experto en Libia de la «Menas Associates», una consultora de multinacionales.

Junto a los pozos La sociedad civil no existe en Libia. Las estructuras mercantiles y financieras son débiles y están vinculadas al poder. El Ejército —que podría verse tentado a dar un golpe— ha sido debilitado, de modo deliberado, por Gadafi, que le niega incluso la munición, para favorecer los batallones especiales controlados por varios de los hijos del dictador. La oposición islamista fue en su día laminada por Gadafi; las mezquitas y sus imanes han sido hasta la fecha cuidadosamente controladas por el régimen.

La carencia de estructuras civiles para encauzar la protesta en favor de libertades democráticas pone al desnudo el peligro de la rivalidad entre las tribus. En concreto, entre las del oriente —que tienen su capital en Bengasi, epicentro de las protestas y donde se localizan los principales pozos de petróleo— y las occidentales.

«Estoy seguro de que Gadafi está armando hasta los dientes a los de su tribu y a las tribus que aún le son leales, y les está llenando de dinero en efectivo», ha declarado a Reuters Saad Djebbar, un abogado que durante años defendió en Londres los intereses libios en el «caso Lockerbie»

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