domingo, 2 de octubre de 2011

El amplio catálogo de cambios que sacude al mundo islámico


El Cairo. Las mujeres tunecinas votarán el 23 de octubre en las primeras elecciones democráticas que contarán con listas paritarias y servirán para conformar la Asamblea Constituyente. Las mujeres saudíes no votaron en las elecciones municipales de esta semana y deberán esperar a 2015 para gozar del sufragio activo y pasivo en comicios locales.

La caída de Ben Ali decapitó los proyectos de sucesión dinástica organizada por los familiares del dictador, al igual que sucedió en Egipto y Libia. En Túnez no eran los hijos los candidatos, sino la propia esposa de Ben Ali, la todopoderosa Leila Trabelsi, quien aspiraba a sucederlo. En Arabia Saudita las mujeres apenas aspiran a manejar el auto, delito por el que una señora de Yeda fue castigada a recibir 10 latigazos.

Entre la revolucionaria Túnez y la contrarrevolucionaria Arabia Saudita, se extiende el catálogo del cambio que se ha producido en el mundo islámico desde el 14 de enero, cuando Ben Ali se fugó a Arabia Saudita, donde vive ahora exiliado.

En toda la geografía árabe la oleada ha producido efectos internos en cada país –desde el cambio de régimen hasta el anuncio del sufragio femenino– y externos –desde los bombardeos de la coalición internacional para apoyar la revolución contra Kadhafi en Libia hasta la intervención militar de Arabia Saudita, junto a los países del Consejo de Cooperación del Golfo, para reprimir a los revolucionarios en Bahrein–.

En este amplio abanico encontramos de todo: dos transiciones en marcha con elecciones democráticas ya programadas, una guerra civil a punto de concluir, dos largas revueltas de horizonte incierto, varias reformas constitucionales, remodelaciones de gobierno o simples medidas económicas para aplacar las protestas.

La factura de sangre no es liviana, sobre todo donde hay guerra como en Libia, una represión desenfrenada como en Siria, o ambas cosas, enfrentamientos civiles y represión, como en Yemen. Son miles los heridos y muertos por efecto de la represión y los enfrentamientos, hay cárceles que se vacían y cárceles que se llenan según los países, y policías que dejan de torturar, policías que siguen torturando y policías que torturan más que nunca.

Cada uno de los casos permite identificar un modelo de comportamiento frente a las protestas, aunque también un aprendizaje por parte de los gobernantes. Ben Ali y Mubarak creyeron que bastaría la promesa de abandonar el poder en las siguientes elecciones y renunciar a una sucesión familiar. Kadhafi dedujo que debía aplastar la revuelta antes de pensar en ceder. Ali Abdalá Saleh combinó ambas estrategias: prometió todo, no cedió nada y reprime, aunque estuvo a punto de morir en los enfrentamientos.

Quedó demostrado algo que ya se sabía: que los príncipes herederos proporcionan más estabilidad que los príncipes nuevos. Mohamed VI decepcionó al principio y avanzó algo más en las reformas en cuanto percibió la profundidad del tsunami, para acotar luego el perímetro del cambio con el objetivo de no perder el control patrimonial del Estado.

El rey saudí Abdulá Abdulaziz tenía un esquema claro: el inmovilismo, pero también la contrarrevolución. Si hay que hacer cambios, que sea en proporciones microscópicas. Y si hace falta, se manda los tanques para asegurar la estabilidad en la Península Arábiga.

Onda expansiva. Fuera del catálogo también cuentan tres países que ni son árabes ni están directamente afectados por esa primavera.

El primero es Israel, entreverado con los árabes y acogido a la vía inmovilista de los saudíes: vamos a seguir como si nada hubiera cambiado.

El segundo es Irán, totalmente ambivalente. Su esfera de influencia chiíta lo llama a temer la caída del régimen amigo de Siria, pero a la vez a promover las revueltas chiítas en su zona de influencia. Teme que la revolución erosione al régimen de los ayatolás, pero el régimen revolucionario islámico debe apoyar a los revolucionarios.

El tercero es Turquía, que empezó arrastrando los pies como los occidentales, pero aspira a convertirse en la potencia regional decisiva.

Es un catálogo abierto, del que sólo conocemos las primeras páginas. Desmiente a los escépticos del cambio. Cambiaron todos los países internamente y quedó modificado el entero mapa geopolítico.

Pero sólo es el comienzo. Dentro de pocos meses este catálogo necesitará muchas más páginas y empezaremos a saber cuál es el color dominante.La Voz.com

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