lunes, 24 de octubre de 2011

Las tres culpas. Por Pilar Rahola*

Primero nos dijeron, no podéis vivir como judíos entre nosotros. Después nos dijeron, no podéis vivir entre nosotros. Y al final dijeron, no podéis vivir".
Esta mañana, paseando por la Plaza de Armas de Santiago, nos hemos entretenido en unas tiendecitas que venden libros. Era un día soleado, bonito, bello. Había sol, luz, habían libros, había gente. Diría que era uno de aquellos momentos en que uno tiene el alma tranquila. Y de golpe, me ha llamado la atención un libro de Mafalda, pues yo soy de esa generación. Pero a su lado, he visto el libro secreto de Hitler. Y no me he callado. He mirado al librero y le he dicho: ¡qué hace ese libro aquí! Y los tres hombres que había en la librería me han mirado con cara de sorpresa, preguntándose por qué esta loca española los estaba increpando. Y les he dicho: ¿no saben ustedes que ese loco ha matado a millones de personas, no les da vergüenza vender este libro? La verdad es que ya no había sol, ni paseo, ni Mafalda. Sólo el horror de pensar que hoy, paseando por la Plaza de Armas, alguien tenía un libro de Hitler delante de mis ojos y no pasaba nada.
¿Por qué estoy aquí esta noche? Primero porque ustedes han cometido un exceso conmigo, el cual agradezco. Estoy excesivamente emocionada. Pero estoy también aquí porque un día mi padre, en mi comedor feliz, de mi infancia feliz, comiendo tranquilamente me dijo: ¿Sabes que eres judía? Y yo sabía que no era judía. Sabía que en mi familia nadie era judío e incluso no conocía ningún judío. Así es que le dije no. Y él me dijo sí. Toda persona buena, toda persona digna, toda persona que tenga memoria, valentía y honor, sin duda si ha nacido en Europa, es judía, porque sólo siendo judío uno puede entender lo que significa el dolor de ser judío. Creo que nunca he olvidado esas palabras y creo que tiene algo que ver con ese comedor de mi casa el que hoy, ante ese librero, me haya indignado y le haya increpado.
Mi padre, mi familia, mi gente, me enseñó a conocer mi alma judía. Porque nadie en el mundo que haya nacido en Europa, haya luchado por la libertad, haya amado las ideas, puede decir que no es judío. La mejor Europa es judía. Y sólo la peor Europa es la que negó su alma judía. Y no sólo la negó, sino que terminó matándola. Lo que queda hoy de Europa es el naufragio de su propia miseria y de su propio horror. Yo tengo que empezar esta conferencia pidiendo perdón. Y tengo que pedir perdón tres veces. Vengo de una familia católica y, además, mis padres viven intensamente su espiritualidad. Pero también vengo de una tradición que durante dos mil años señaló al pueblo judío como el pueblo que debía ser odiado, despreciado, ignorado, perseguido. Y aprendí amar a D'os y amando a D'os aprendí a odiar al otro. Y mi D'os era bueno y malo a la vez. Era fuente de inspiración y a la vez fuente de intolerancia. De manera que yo desde pequeña aprendí a amar un D'os que no merecía ser amado. Y hasta que no descubrí que D'os estaba mucho más allá del odio que me habían enseñado, no lo puede recuperar.
De manera que perdón, en nombre de la tradición cristiana y católica, que creó esa dosis enorme de intolerancia que después nos llevó a la solución final, a los Auschwitz que hubo. Porque Auschwitz fue la estación final de muchas cosas, pero fundamentalmente de una tradición religiosa que en nombre de D'os creó la base de la intolerancia. También perdón, porque yo vengo de Sefarad y si hay aquí sefaradíes comprenderán perfectamente de lo que hablo. Sefarad, la mítica Sefarad, la tierra que vivió el sueño de la tolerancia, de la democracia y de la convivencia, tuvo en su época más brillante una hecho como fue la firma de un edicto, un 9 de Av, el cual acabó con un sueño. En España, como en Europa, practicamos una sana y magnífica mala memoria. Y vengo de Europa. Qué puedo explicarles a ustedes, los sobrevivientes. Sólo que ustedes forman parte de lo mejor de Europa, y su muerte de lo peor. Que formaron parte de las vidas que construyeron la modernidad, los derechos humanos, el pensamiento que nos podía hacer libres.
Todo lo que somos de buenos y bellos, tiene que ver con el alma judía. Y todo lo que tiene que ver con el horror tiene que ver con la distorsión del alma judía. Sin embargo, tengo que decir que, a diferencia del pueblo germano, Europa no ha hecho los deberes con la memoria de la Shoá. Ha preferido militar en lo que Glucksman llama "esos agujeros negros tan bien puestos en la memoria". En Francia nunca hubo Vichy, en Austria no hubo nada, en Italia ¿alguien recuerda?, España no estaba, Holanda.... Y así fue pasando el tiempo y, a pesar de que sabíamos que había sido muy terrible, fuimos militando en una cómoda y perfectamente construida desmemoria. De la desmemoria de entonces, vienen hoy las criminalizaciones al Estado de Israel, la minimización de la Shoá, la ignominia profunda de lanzar a los descendientes de la Shoá que viven en Israel la acusación de genocidas y nazis.
Cuántos humores gráficos he tenido que comerme en mi país viendo a un mandatario de un país democrático convertido en un nazi. No he visto, sin embargo, ningún chiste de algún sanguinario de la humanidad convertido en nazi. ¿Han visto a un Idi Amin en alguna caricatura? Pero a la primera lanzamos la Shoá contra la cabeza de Israel. No me siento nada orgullosa de formar parte de la intelectualidad europea, con personas como José Saramago, que puede que escriba como los ángeles, pero piensa mal. Por eso, les pido perdón como europea. Tengo que decirles que los tiempos no son especialmente buenos. Me gustaría darles buenas noticias; sin embargo, la verdad es que no puedo hacerlo. Por ejemplo, ayer murió un hombre, su nombre era Kfir, era israelí. Ustedes no lo han visto en los informativos, porque éstos estaban llenos de noticias de un hombre llamado Rantisi, de su muerte, de lo que significaba. Pero hoy quiero recordar de Kfir, porque a él no lo va a recordar nadie. Y quiero acordarme de una niña de 11 años, de los niños de murieron en un bar mitzvá, de los que murieron celebrando Pésaj, o sea, de los tantos que mató o mandó a matar Rantisi.
A pesar que en la prensa de Europa, en la prensa de mi país, no existe ninguno de estos niños israelíes, que mueren porque son judíos. A pesar de ello y a pesar de que sólo existe la muerte cuando muere un Rantisi, hoy aquí, precisamente por la memoria que hoy recordamos, quiero homenajear a Kfir, que murió ayer, con 30 años, por ser judío y por luchar por vivir en un Estado con paz y seguridad, y por estar en ese Estado porque Europa echó a todos los ciudadanos judíos de su territorio, obligándolos a buscar el amparo de Naciones Unidas. Como dice la frase: "Primero nos dijeron, no podéis vivir como judíos entre nosotros. Después nos dijeron, no podéis vivir entre nosotros. Y al final dijeron, no podéis vivir". Pero aún están aquí. Por qué son malos tiempos.
En una comida me preguntaron si pensaba que estábamos en momentos previos a la recreación del nazismo. ¡Qué responsabilidad en la respuesta! Pues me atrevo a decir que sí. No porque se repita la historia, pues la historia nunca se repite. Me atrevo a decir que hoy militamos en el síndrome de Chamberlain, sin asumir ninguna responsabilidad. Militamos en la desmemoria. Y desde la desmemoria viene el olvido, el recelo, renace el prejuicio y se consolida la intolerancia. Hoy no nos enfrentamos al nazismo, a pesar del tipo de la Plaza de Armas que vendía el libro de Hitler. No. Hoy nos enfrentamos a una ideología totalitaria, que sustrae una religión, como en su tiempo se hizo con la mía, que utiliza un dios, - pobre D'os, en qué cosas lo ponen -, y que intenta a partir de ahí imponer un proceso totalitario en el mundo, que ya ha matado mucho, y que seguirá matando más, pues nos ha declarado la guerra.
En el camino, y en primera línea, están ustedes. Los judíos son el termómetro de nuestra salud. Cuando el termómetro tiene fiebre, nuestra salud es mala. Hoy el mundo tiene fiebre. Y la fiebre tiene que ver con el fundamentalismo islámico. Esto tiene que ver con una logística económica, política y militar de miles de millones de dólares destinados, no a crear niños y ciudadanos libres, sino seres humanos alimentados en la intolerancia y el odio. Tenemos que conseguir liberar al mundo globalmente, y al mundo musulmán, de cuatro locos fanáticos perfectamente alimentados económicamente, que lo están secuestrando y en el camino fácilmente podrían decidir destruirlo. Dice Glucksman: "El Islam, o consigue parar las locuras de sus milicias, los combatientes de D'os, o habrá llegado a su propio fin". Hoy nos enfrentamos a esto. No nos equivoquemos. No es una guerra de religiones ni un choque de civilizaciones.. Nuestro enemigo no es el otro. No es el que reza, come o viste distinto. Ese es nuestro compañero, nuestro javer. Nuestro enemigo es una ideología totalitaria, profundamente enriquecida, que se ha amparado en Estados miembros de la ONU, que ha matado mucho, y que nos ha lanzado un reto a la libertad.
Como decía mi padre, yo soy judía ante esto. Cualquier ciudadano con valores es judío ante un antisemita. Pero en Europa están haciendo la siesta, y en Chile, haciendo la siesta, si me permiten. En estos días no he visto ningún grado de preocupación por lo que está pasando: Que esto es lejos, que es Chile,... pero mataron a 1.200 kilómetros de aquí. La línea del fuego es el mundo. ¿Por qué ocurre lo que ocurre en Europa? Alguien me dijo por qué yo no me preocupo de las víctimas musulmanas que nadie menciona. No es cierto, le dije: me preocupa el millón de muertos que la guerra integrista ya lleva en Sudán. No he visto manifestaciones en Europa por estas víctimas, ni he visto ningún diario preocupado de esto. Porque sólo se preocupan cuando están involucrados un Maguen David o las barras y la estrella. A nadie le preocupan los 20 mil muertos que mató Hafez el Asad, los 100.000 del integrismo argelino, las masacres de poblados cristianos en El Líbano, el septiembre negro de Hussein en Jordania.
Entonces, Europa está preocupada sólo de lo que hace el Gobierno de Israel. E Israel se levanta cada día pidiendo perdón por existir, pero yo no conozco a ningún país en el mundo que haga eso. Y el único país que cada día tiene que pedir perdón por defenderse es Israel. Y es cierto que a veces no nos gusta cómo se defiende. Yo sólo pido que haya una crítica y en paralelo, sobre las actuaciones terroristas y no sólo de lo que hace Israel. Y aquí hoy, que estamos conectados con la muerte y el dolor, se lo debemos a nuestros muertos y a nuestros sobrevivientes. Lo que nos está sucediendo tiene que ver con lo que a ustedes les mató y por el camino nos mató a todos. La muerte del alma humana. Cada niño educado para el odio en una escuela, es un trozo de la muerte del alma humana. Cada ciudadano que hace creer que D'os ama la muerte, es la muerte misma del alma humana. Y cuando esto se sustenta en los medios de comunicación democráticos, es un trozo de la muerte de la verdad.
Hoy, morir en AMIA, en Bali, en Kenia, en Turquía, en Nueva York, en Atocha, y por supuesto en Jerusalén, tiene que ver con el nihilismo, con el totalitarismo, con la negación de la humanidad, con la destrucción de la belleza y del alma humana. Me decían antes que las personas que denunciamos estas cosas somos valientes. No es así, sólo somos responsables. Hoy el mundo tiene que asumir esta responsabilidad y tiene que vencer. Porque vamos a ganar. Hoy quiero hacer una denuncia. Yo conozco muchos palestinos, padres y madres, que tienen pánico a que sus hijos sean fichados por estos locos fanáticos y los conviertan en bombas humanas. El terror socializa. Ellos no son mis enemigos. Hay muchos ciudadanos islámicos que tienen miedo y que dicen que lo que está pasando es una locura, pero callan. Y conozco intelectuales condenados a muerte, como Salman Rushdie, que dicen que eso es una paranoia y el islamismo paranoico nos lleva a la paranoia colectiva. Y como los conozco a todos ellos, puedo señalar directamente a los Estados del petrodólar que, o callan, o toleran, o pagan al terrorismo.
En las zonas del mundo en que se enseña a amar la muerte, eso no se consigue en un día. ¿O creen ustedes que un suicida se prepara en pocos días? Hace falta mucha planificación, dinero, logística y socialización. Como reza la famosa frase de Golda Meir: "Habrá la paz cuando los ciudadanos palestinos amen más a sus hijos de lo que odian a los judíos". Y yo, con cariño, agrego: Habrá paz el día que los que pagan esos campos de entrenamiento, esas escuelas, con parte de dinero europeo, territorios enteros donde se enseña a odiarlos a ustedes, sean detenidos. Porque no es un choque de civilizaciones, porque no estamos en contra del Islam, porque estamos a favor del Islam, es que estamos en contra de aquellos, del financiamiento del odio. Es cierto que en la Shoá murieron personas no judías; sin embargo, el Holocausto fue una cosa y la Shoá otra. Toda locura humana conlleva la muerte y así murieron ciudadanos por ser gitanos, homosexuales, por pensar distinto, por estar en el lugar equivocado, por haber luchado contra Franco.
Pero a ustedes les mataron como pueblo y esa es la diferencia. La muerte es terrible, pero la Shoá fue la creación de una industria de exterminio. Por eso, lo que hoy recordamos es mucho más que una matanza, es la recuperación de los trocitos rotos del alma humana que dejamos en Auschwitz.Acabo diciéndoles que también pido perdón por formar parte del periodismo y la intelectualidad de izquierda, aquella que ha redescubierto el antisemitismo por la vía del antisionismo. También les pido perdón por la elaboración de la información. Yo creo en la palabra, en la comunicación, en las ideas. Yo creo en la palabra, pero tengo que decir que la palabra también se usa para mentir. Y si la mentira de la Shoá se construyó a través de dos mil años de deicismo católico, se construyó con los Protocolos de los Sabios de Sión, con el judío internacional de Ford, se construyó con la propaganda de Goebbels. Y así se llegó a Auschwitz. Hoy acuso que la prensa europea está creando los nuevos protocolos, que tienen que ver con la distorsión, la mentira, el prejuicio y la minimización. Yo les quiero pedir algo especial y se lo pido a los jóvenes.
Ustedes tienen la gran responsabilidad de sentirse enormemente orgullosos de ser judíos, de sentirse parte de un pueblo que está en la base de lo mejor que le ha ocurrido a la humanidad, pues todas las ideas de futuro tienen que ver con los judíos. Ustedes encarnan los mejores valores de la Libertad. Les pido a los jóvenes que no militen en el autoodio. Que cuando alguien les diga que son israelitas o hebreos, digan con orgullo que son parte de la comunidad judía. Usenlo con orgullo, por obligación con la memoria, y por necesidad, pues el mundo necesita que la generación de judíos que se está formando en la tolerancia y en la libertad, construya los pilares. El mundo necesita judíos visibles, que estén ahí en su condición de judíos. No militen en el síndrome de ghetto. Salgan y sean chilenos, en su condición de judíos. Hay una Santiago judía, que es chilena y es judía. Y vuelvo a mi padre. Entendí lo que me decía. Yo no soy judía, pero sé que sin ustedes no estoy completa.
Shalom.
*Nacida en Barcelona, Rahola es doctora en Filología Hispánica ytambién en Filología Catalana por la Universidad de Barcelona, y Directora de la Editorial Catalana "Portic". Entre otros cargos y numerosas actividades, fue periodista de prensa y TV, diputada en el Congreso de los Diputados (Parlamento) de España y vice-alcaldesa de la ciudad de Barcelona.

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