jueves, 13 de octubre de 2011

Sucot y la alegría del Pueblo Judío

Sucot y la alegría del Pueblo Judío

La fiesta de la alegría
Sucot es la fiesta de la alegría. Es la única festividad judía en la cual se estipula como una obligación alegrarse, pues así está escrito en la Torá: “Y te alegrarás en tus fiestas solemnes, tú, tu hijo, tu hija, tu siervo, tu sierva, y el levita, el extranjero, el huérfano y la viuda que viven en tus poblaciones.” (Deuteronomio 16:14).
Siendo por lo tanto un tiempo de regocijo, en el cual cumplimos una mitzvá poniéndonos contentos, agradecemos a D-os por bendecirnos en nuestros frutos, nuestras cosechas, la obra de nuestras manos. Finaliza un año de trabajo y reconocemos que nuestro éxito, basado en el esfuerzo y la perseverancia, nos llega por la gracia de D-os, por su benevolencia, que nos permite disfrutar de lo obtenido.
A partir de esta premisa de la alegría que ponemos en práctica en Sucot, se abre un panorama de diversos significados que podemos extraer del jag. Aquí trataremos principalmente dos: el recuerdo del éxodo de Egipto, y el valor de la igualdad, ambos plenamente visibles y recreados en el armado y el habitado de la sucá. Luego finalizaremos con una reflexión sobre la conexión del hombre con D-os durante Sucot inspirada en la Kabalá.

Tras la salida de Egipto
Luego de que D-os los liberara de la esclavitud en Egipto, a los israelitas les quedaba un tortuoso camino hasta llegar a la Tierra Prometida. Las variadas interpretaciones esbozadas acerca del relato de Shemot que tenemos para considerar, provocan que con el armado de la sucá recordemos diferentes cuestiones: lo que fue el transcurso del Pueblo de Israel por el desierto viviendo en tabernáculos; o según Rabi Akiva, la protección enviada por D-os, nubes de Presencia Divina como él las llama, que daban sombra y rodeaban a los israelitas, un milagro de D-os hacia su Pueblo.
Sea cual sea la interpretación que elijamos, para respetar Sucot la Torá establece: “Y tomaréis el primer día ramas con fruto de árbol hermoso, ramas de palmeras, ramas de árboles frondosos, y sauces de los arroyos, y os regocijaréis delante de Jehová vuestro Dios por siete días. Y le haréis fiesta a Jehová por siete días cada año; será estatuto perpetuo por vuestras generaciones; en el mes séptimo la haréis. En tabernáculos habitaréis siete días; todo natural de Israel habitará en tabernáculos, para que sepan vuestros descendientes que en tabernáculos hice yo habitar a los hijos de Israel cuando los saqué de la tierra de Egipto. Yo Jehová vuestro Dios.” (Levítico 23, 40-43).
Cumpliendo estas mitzvot, habitamos en sucot como nuestros antepasados lo hicieron, y somos capaces de experimentar las condiciones en las que ellos se encontraban, el modo de vida que podían tener en esas precarias construcciones.

El valor de la igualdad
El estar dentro de una sucá tiene otro bellísimo sentido arraigado en la tradición judía. Implica por un momento dejar las comodidades del hogar, hacer a un lado el estilo de vida confortable y lujoso que podemos tener allí, para pasar a estar en la mencionada frágil construcción, que refleja la antítesis de lo que uno desearía como una verdadera casa para vivir. La sucá elaborada con ramas no es ni parecida a una casa con firmes paredes de cemento. Todo lo cual nos hace tomar real conciencia de aquellos que cotidianamente, por ser pobres o no tener recursos suficientes para sustentarse, pasan todos los días viviendo como en una sucá, en condiciones que nadie consideraría ideales.
He aquí que cuando los judíos habitamos en una sucá, desaparecen las diferencias entre ricos y pobres, entre los que todo lo tienen y los que poco poseen. Estamos todos bajo un mismo techo en igualdad de condiciones, compartiendo lo mismo, siendo solidarios con el prójimo. En esta paridad creada, los que en su vida diaria tienen todas las necesidades cubiertas y los gustos satisfechos, en la sucá tienen las mismas necesidades que alguien viviendo en condiciones más humildes. Un texto del American Jewish Joint Distribution Committee lo explica excelentemente en una sola línea: “El rico deja sus aposentos y comodidades de todo el año y por una semana vive lo que el humilde vive todo el año”.

El acercamiento a D-os
Para la Kabalá, el hombre se encuentra en un estado de gran elevación espiritual en la sucá. Esto puede explicarse porque al estar desprovisto de comodidades y elementos de los que se vale en su vida diaria, se encuentra íntimamente consigo mismo, con su esencia, con su mismísimo ser. Por lo tanto, hay condiciones favorables para que la persona explore su espíritu.
Precisamente a través de la espiritualidad es que nos acercamos a D-os. Y en este punto se produce una conexión entre Rosh HaShaná, Iom Kippur y Sucot. El rabino Uriel Neuah nos explica sintéticamente esta unión: tenemos dos formas de acercarnos a D-os, por temor y por amor. Por temor es cuando observamos que debemos cumplir cosas y lo hacemos para que no nos pase nada. Por amor es cuando nos aproximamos a D-os a través de reflexiones, voluntariamente investigando, buscándolo. En Rosh HaShaná y en Iom Kippur nos acercamos a D-os mayoritariamente por el lado del temor, pensando sobre lo que hicimos, sabiéndonos juzgados, pidiendo perdón, y presentando un proyecto para el nuevo año con objetivos a cumplir y cosas para hacer. En Sucot, en cambio, nos acercamos más por amor, a través de la alegría. En la sucá nuestro cuerpo no tiene todo lo que le facilita una casa normal, pero la ventaja es que el ambiente le da preponderancia al alma. Por eso nos ocupamos del alma y eso nos posibilita ser alegres. Quien se ocupa de otras cosas descuidando el alma, le resultará muy difícil ser alegre.
Como podemos ver, con esta sucesión de jaguim tenemos oportunidad de desarrollarnos y elevarnos espiritualmente, de llegar a D-os por distintas formas, y complementar así nuestro crecimiento interior. Específicamente en Sucot D-os nos pide ser alegres, y siendo Él nuestro Creador y en consecuencia conocedor de lo que necesitamos, predisponernos a la alegría y querer estar contentos le hará muy bien a nuestras almas.

Ezequiel Eiben

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