miércoles, 24 de septiembre de 2014

Tiempo de Juicio, Tiempo de Clamor

Tiempo de Juicio, Tiempo de Clamor

Tiempo de Juicio, Tiempo de Clamor
.!!! SHANA TOVA U-METUKA PARA TODOS .!!!
Tishré, Ajot Ketaná...
La tradición litúrgica sefaradí propone, al comienzo de las plegarias del Nuevo Año, un Piut (Poema) original, cuyo autor -como tantos otros- eternizó su nombre en el acróstico con que principia cada estrofa.

Abraham Hazan, poeta religioso del siglo XIII en Gerona, España, es quien nos plantea que, de cara al nuevo tiempo que sobreviene, las circunstancias que lo rodean no son las “más felices”.

Hay una congregación que sufre, una comunidad de “dolientes”: Ajot Ketaná tefilotéha, orjá ve oná tehiloteha. Así define el autor al pueblo judío: “La hermana pequeña”, en franca alusión a la congregación de Israel, reducida en el correr de los tiempos por la mano criminal del odio irracional e ilimitado.

Esa pequeña o empequeñecida congregación, se encuentra “preparando y ordenando sus oraciones y entonando alabanzas a D’s”, a pesar de todo. Pero el autor no se evade de la realidad. En verdad clamamos a D’s, pero el pedido transcurre por Kel na Refa Na le Majaloteha, es decir, “Por favor, D’s mío, cura todas sus dolencias y enfermedades…” El “cuerpo” de Israel está enfermo. Su alma, también.

Y le pedimos al Todopoderoso que ponga fin al sufrimiento, al dolor y, por qué no, a la impunidad.

Resumida la primera y elocuente estrofa del poema, arribamos a un estribillo que se reiterará hasta la anteúltima estrofa. Un deseo, un anhelo, un pedido “gritado” –creo que por todos nosotros- desde algún lugar de nuestras “profundidades”: Tijlé Shaná ve Kileloteha, que “Termine el año y con él todos sus pesares” (literalmente: sus maldiciones). No creo que sea solo la “vigencia medievalista” lo que impresiona, pues estos autores escribían “para siempre”, escribían “desde las angustias y propias profundidades” que rodeaban las circunstancias concretas de sus vidas.
II

Tiempo de Juicio (Iom ha-Din) y Tiempo de Clamor (Iom Teruá)
A esta doble dimen ión nos enfrenta Rosh Hashaná durante dos días, considerados como “un gran día largo” por nuestros sabios. Pero, mientras un tiempo pertenece a lo “Celestial” (Din o Juicio) el otro anida en lo “Terrenal” (Teruá, inserto en el sonido clamoroso del Shofar).

Confluyen en este día “los Cielos y la Tierra”. Al decir del Rab Iosef Dov Halevi Soloveichik ZTS”L “el primer día del séptimo mes ‘sale’ el Todopoderoso al encuentro del hombre: en esta ‘salida’ pública de D’s al encuentro de la comunidad se halla atesorado el sentido místico del Reino de D’s y de Su Juicio” (Besod haiajid veha-iajad, 198. Traducción del hebreo M. M.).

Maljuiot -Reinados- es una de las tres plegarias principales de Rosh HaShaná, oración que pone de manifiesto la idea del Reinado de D’s sobre todo el Universo: Vehaiá HaShem leMelej al col ha-aretz, y tiene como epicentro Su Coronación en este día del Nuevo Año.

El mundo así creado -evento que se evoca cada comienzo de año- tiene un “dueño”, Su Rey, o bien elBáal ha-birá, al decir de nuestros sabios. Existe una conducción, hay un propósito, perdura un orden moral.

Pero dijimos que es un Tiempo de Juicio, en el cual “… Todos los seres humanos pasan uno a uno delante de Ti”, por lo que, ciertamente, nos invade el temor, pero también la necesidad de “seguir pidiendo por nosotros”.

Aunque una espada filosa esté amenazando tu cuello, no te prives de implorar misericordia”, decían nuestros sabios. Hay situaciones en donde sentimos que ya no podemos más, que, sencillamente, se han apagado las últimas lucecitas que encendían nuestras penumbras.

Entonces volvemos con un humilde ruego, hecho poesía que atraviesalos tiempos de la historia para recalar, otra vez, en un Libro y para ser nuestra palabra durante el día.
Así el poema de Isaac Ibn Mar Shaul, habitante de Lucena en el siglo XI, que inaugura los Piutim de la primera mañana de Rosh HaShaná y que dice: Elokai al Tedineni ke-Maali…, “D’s mío, no me juzgues según mi perfidia, ni me retribuyas según mis obras…”. Ve-Et Tavi Ietsureja be Mishpat, Elokai al Tedineni ke-Maali…, “Y cuando llames a Tu criatura a
juicio, D’s mío no me juzgues según mi perfidia”.

III

Ashre ha-Am iode-e Teruá…”
Feliz es el pueblo conocedor de la Teruá, es decir, de los sonidos estridentes del ShofarRosh Hashanáes Iom Teruá, un día de toque de Shofar. Por tanto, de clamor, estremecimiento y conmoción. ¿Haitacá shofar ba-ir ve-am lo iejeradú? ¿Puede ser ejecutado el Shofar, en medio de la ciudad, sin causar estremecimiento? se preguntaba Amós, el profeta. No, seguramente no. Pero, más allá de la sensación interna, hay otros puntos de significación.

El sonido predominante es la Tekiá, que es un sonido simple, prolongado, sostenido, sin quebranto, que estaría simbolizando a aquello que el ser humano tiene en su intimidad, que es simple, quieto, Pashut y de lo cual, tal vez, no tenga conciencia. Después tendremos otros sonidos, menos dominantes, que son los Shevarim y la TeruáShevarim es una suerte de triple gemidos, con alguna carencia, como cuando un hombre clama sin más fuerzas.

Después de los Shevarim, el tercer sonido será Teruá, cuya traducción ofrece dificultades.
Hay quien dice que deriva de la raíz hebrea Leroe-a, que es “quebrar”, a partir de su sonido persistente e intermitente, quebrado; y hay quienes opinan, entre nuestros
sabios, que Teruá viene de Re-út, que es “amistad”. ¿Qué querría decir? Algo así como “amistad en el quebranto…”

En momentos de quebranto es cuando la persona descubre realmente la amistad. Y a la amistad que no llegue en momentos de quebranto, deberíamos pensar qué otro nombre ponerle.

La Teruá es el sonido que da el nombre al día: Iom Teruá.
El Shofar viene a expresar aquello que está “roto”, con un sonido tembloroso y agudo que parte desde la intimidad, desde “las profundidades”. Solo una vez que hemos logrado sacarnos nuestros gemidos, nuestros quebrantos -sin inhibición y en público-, cada toque de Shofar terminará con una Gran Tekiá, que es retornar otra vez a los sonidos simples.

Por eso decimos, cuando terminamos de escucharlo: “Feliz es el pueblo conocedor de los Sonidos delShofar” y concluimos el versículo: HaShem, Be-Or Paneja Iehalejun, “Oh D’s, con la Luz de Tu Rostro se encaminarán…”, pues allí donde hay luz hay esperanza.

IV

Tajel Shaná U-Birjoteha…”
Que comience el año y con él sus bendiciones. He aquí la conclusión del poema, el deseo inscripto en el corazón de cada asistente a la celebración. Porque celebramos, cada Primero de Tishré, el momento en que, como seres humanos, fuimos llamados a la existencia dentro de un mundo ordenado y creado por D’s, para “laborarlo y preservarlo”, al decir del Bereshit.

Cuidar de este mundo es impartir justicia; es clamar, desde la angustia, para ser respondidos “desde las anchuras”. Es, tal vez, hallar en el eco de las plegarias del día, el camino que nos lleve a la concreción de un tiempo y, por qué no, de un espacio donde: …Veiasú culam agudá ajat, podamos conformar un verdadero y único cuerpo, poseedor de un alma que continúe el versículo cantando, día tras día: Iaasot retsonejá be-lebab shalem, Haciendo la Voluntad del Todopoderoso (que es también la nuestra) pero con un corazón íntegro, sincero y, sobre todo, entero.

Quiera D’s darnos la fuerza suficiente para sanar el corazón doliente de Israel en el ingreso del nuevo año. Quiera Él, en Su infinita Compasión y Piedad, ligar una a una las almas de todos nuestros seres queridos y amados, quienes no pudieron concluir su año, y viven en el recuerdo que nos eleva este “Día del Recuerdo” -Iom HaZicarón-, en el que todas las almas pasan a ser tenidas en cuenta en las Alturas, para ser veneradas aquí, entre nosotros, por sus vidas, por las nuestras y por las de quienes nos continuarán.

Mientras tanto, de acuerdo a un constante, revivifivicante y sentido deseo, quiera el
Eterno permitirnos llegar a este tiempo que se renueva con las palabras más simples,
como las de este poema: “que comience el año, y con él solo sus bendiciones”.

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