lunes, 5 de enero de 2015

Barak Hussein Obama. Ya no reconoce entre aliados y enemigos
Imagine por un momento que es usted saudí, emiratí, jordano o israelí. La principal amenaza para su seguridad es Irán, el auge de Irán, con su programa nuclear, sus tropas luchando en Irak y Siria, su influencia creciente desde el Yemen hasta el Líbano, pasando por las propias Irak y Siria.
Durante las últimas décadas, su principal aliado en la lucha contra Irán ha sido Estados Unidos. Naturalmente, le preocupan las decisiones que toma. Se acuerda delo que hizo Obama en Irán en 2009, cuando no respaldó las protestas del pueblo Iraní tras el robo electoral de que fue objeto en junio y se pregunta si podrá seguir confiando en Estados Unidos o si llegará un día en el que Washington anuncie un cambio drástico.

¿Qué cambio? Un acercamiento a Irán que acabe con las sanciones y procure un salvavidas al régimen de los ayatolás restableciendo las relaciones diplomáticas a cambio de nada. Es decir, la República Islámica no ofrecería concesiones en materia de política exterior e interior. Ese cambio significaría que, finalmente, en la batalla que libran desde 1979 Irán y EEUU, los americanos habrían doblado la rodilla.
Y ahora encienda el televisor y vea el anuncio sobre el cambio en la política de EEUU hacia Cuba. Se restablecen las relaciones diplomáticas. Las modificaciones al embargo se traducirán en un montón de dinero para los Castro. En fin, las relaciones bilaterales experimentarán un vuelco. A cambio, los hermanos Castro se han comprometido a liberar a 53 presos políticos, a un espía estadounidense y al estadounidense Alan Gross. Por lo que hace a cambios auténticos en el régimen, cambios en política exterior e interior, ninguno. Cero. Nada. Así pues, esto se traduce en que durante el largo conflicto que han mantenido Estados Unidos y el régimen de Castro desde 1959, los estadounidenses han doblado la rodilla.
La conclusión sobre Irán es inevitable: no se puede confiar en la Administración Obama y es muy probable que también aquí dicte un cambio de rumbo. Su única esperanza, estimado lector, es, evidentemente, el ayatolá Jamenei, que parece rechazar y temer un acercamiento a los americanos. Quizá usté esté a salvo mientras él siga vivo y ahora ande deseando que el anciano líder iraní sobreviva a la Administración Obama.
El fracaso estadounidense con Cuba tendrá tremendas repercusiones no sólo en Oriente Medio sino en otros lugares del mundo: en Asia, por ejemplo, donde se afronta el auge de China, o en Europa, en los países más cercanos a la nuevamente agresiva Rusia de Putin. ¿Qué valor tienen las promesas y garantías americanas si una decisión adoptada hace medio siglo y respaldada por demócratas como Johnson, Carter y Clinton puede arrumbarse de la noche a la mañana? En más de una cancillería la pregunta que se hacen en este final de año es: “¿Quién será el próximo en constatar que EEUU está más interesado en apaciguar a sus enemigos que en proteger a sus aliados?”.
 Nota del Editor.  El autor es Diplomático norteamericano. Consejero de los presidentes Ronald Reagan y George W. Bush. Autor deTested by Zion. The Bush Administration and the Israeli-Palestinian conflict (Cambridge U. Press, 2013) 

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