By KENNETH M. POLLACK
Es la naturaleza de las revoluciones ser totalmente impredecibles. La mayoría fracasan, e incluso aquellas que tienen éxito a menudo siguen caminos que nadie había previsto - ni sus objetivos, ni sus protagonistas, ni los partidarios en cualquier parte. Los franceses que atacaron la Bastilla nunca previeron el Terror. Los rusos, que tomaron por asalto el Palacio de Invierno nunca imaginaron las purgas de Stalin, el Gulag o la Gran Hambruna. La mayoría de los iraníes nunca tuvo la intención de construir una teocracia.
El levantamiento en Egipto está lejos de terminar, y tampoco lo está el rol necesario de Estados Unidos. Nosotros debemos trabajar para evitar los peores resultados, los cuales pueden parecer remotos pero son muy probables en la vorágine impredecible de la revolución:
• La desintegración del ejército egipcio. Aun cuando difícilmente es un dechado de virtudes democráticas, el ejército es la institución más importante en Egipto, y es vital para una transición pacífica hacia una forma moderada de gobierno. Si el ejército se fractura, Egipto descenderá en el caos.
Los funcionarios americanos no saben cuan leales se sienten los altos oficiales del ejército hacia Hosni Mubarak, ni cuan simpáticos los hombres enrolados se sienten hacia los manifestantes en la Plaza Tahrir. Tampoco sabemos donde se sitúan las lealtades de los oficiales de rango medio, pero no es difícil imaginar que se encuentran atrapados en el medio. En algún momento que nadie va a reconocer hasta después del hecho, los militares pueden perder su cohesión y su capacidad de actuar en nombre cualquiera.
Así, EEUU debe mantener sus importantes lazos con los soldados de Egipto, reforzar su espíritu, y animarles a actuar como guardianes imparciales de la transición ordenada de su país. Es imperativo que EEUU ayude a Egipto más allá de su actual punto muerto antes que las lealtades divididas quiebren al ejército.
• Elecciones prematuras. Si hay una necesidad de una rápida solución al impasse actual, la respuesta no debe ser un movimiento acelerado hacia nuevas elecciones. En lo que a elecciones se refiere, la velocidad mata.
Las elecciones son un elemento importante de la democracia, pero no son sinónimo de democracia. Pocas cosas pueden hacer más daño a una democracia incipiente que elecciones prematuras. Para ver la prueba, observen la desastrosa insistencia de la administración Bush en las elecciones en Palestina e Irak mucho antes que esas sociedades estuvieran preparadas para ellas.
Egipto no está preparado para tener unas buenas elecciones. Necesita una nueva constitución y tiempo para que líderes políticos viables
establezcan los partidos, algo que el régimen de Mubarak impidió durante 30 años. Es una pregunta abierta si ocho meses serán suficientes, pero avanzar en ese calendario sería muy imprudente.
A pesar que la Hermandad Musulmana probablemente representa sólo a una minoría de los egipcios, es probable que domine cualquier elección anticipada. Es el único partido de masas en Egipto y bien organizado y disciplinado, con una trayectoria bien conocida y bien entendida plataforma política.
La Hermandad Musulmana no es Al Qaeda, y podría proporcionar el liderazgo razonable de un nuevo gobierno. Pero tal vez no. Nosotros simplemente no lo sabemos, porque el señor Mubarak nunca permitió que la Hermandad tenga ningún grado significativo de participación en la política, por lo que nunca tuvo que mostrar sus verdaderos colores.
Podría ser desastroso si la Hermandad tiene que elegir el próximo presidente de Egipto, simplemente porque es el único partido organizado, cuando se celebran las elecciones.
• Una repetición del tren hacia la Revolución Rusa de 1917. Cualquiera que sea nuestra preocupación al respecto, la Hermandad Musulmana es esencialmente la facción "menchevique" de la revolución egipcia. Propugna una versión moderada de una ideología común entre la oposición egipcia y otros movimientos de oposición árabe, y dice que está dispuesta a vivir y trabajar dentro de las limitaciones de un sistema democrático.
Pero las revoluciones a menudo son secuestradas por los equivalentes de los "bolcheviques", extremistas que antes parecían tan marginados que nunca podrían representar una amenaza real. Los "bolcheviques" de la revolución egipcia están sentados en las cuevas en Pakistán. Ellos son los extremistas salafistas de la jihad egipcia islámica de Ayman Zawahiri y otros grupos islámicos que buscaban provocar una revolución egipcia a lo largo de la década de 1990. Ellos libraron una feroz campaña terrorista para tratar de hacerlo y fueron finalmente expulsados del país a los brazos de Osama bin Laden y Al Qaeda, donde ellos se convirtieron en una de sus facciones dominantes.
No debemos dudar que cuando Zawahiri y sus seguidores escucharon las noticias de la Plaza Tahrir, estuvieron probablemente jubilosos porque la revolución que habían buscado durante tanto tiempo había comenzado. Ellos probablemente también estuvieron frustrados de no estar allí para secuestrarla y llevarla hacia el estado radical islamista que ellos buscan. Zawahiri está probablemente haciendo lo que puede para ponerse al día -para enviar a sus partidarios a Egipto para tomar el control de la revolución.
El régimen iraní está también alegre por el colapso de Mubarak, uno de los principales aliados árabes de Estados Unidos y uno de los enemigos más apasionados de Teherán. Los mullahs de Irán a menudo ven una oportunidad en el caos y la violencia, creyendo que cualquier cosa que interrumpa el statu quo de la región respaldado por Estados Unidos trabaja en su beneficio. Observen sus diversos esfuerzos en los últimos años en el Líbano, Irak, Palestina, Afganistán y Bahrein.
Teherán ya ha concluido que las turbulencias en Egipto se adaptan a sus intereses mucho más que cualquier éxito de la transición a una democracia estable. La agitación, después de todo, podría evitar que un nuevo aliado de Estados Unidos surja y mejore las posibilidades que el nuevo régimen de Egipto sea más radical y amigable hacia Irán. Todo esto da a Irán y Al Qaeda intereses comunes que pueden conducirlos hacia la cooperación tácita -con el objetivo de fomentar una moderna revolución bolchevique.
En 1917, la Alemania del Kaiser famosamente organizó un tren para sacar a Vladimir Lenin desde su exilio en Suiza a través de Alemania a Rusia. Berlín sabía que Lenin era un radical salvaje que no deseaba ningún bien para Alemania tampoco, pero facilitó su entrada en la Revolución Rusa, ya que esperaba empeorar la situación y acelerar el colapso del estado ruso. Es un modelo que podría tener un gran atractivo para Teherán en la actualidad.
Todo esto puede parecer poco probable, pero también las revoluciones son eventos poco probables, y una vez que se alcanza ese tope, las viejas reglas sobre lo que es normal y es probable salen por la ventana. Es por eso que los que empiezan las revoluciones rara vez son los que terminan en el cargo cuando se disipa el humo y se derriban las barricadas. Y ese es el motivo por el cual los EEUU, como amigo y aliado de Egipto, debe intentar evitar que una revolución hecha en el nombre de la democracia sea secuestrada por algo mucho peor.
El Sr. Pollack es director del Centro Saban para Políticas sobre Medio Oriente en la Institución Brookings-
Fuente: The Wall Street Journal- Este artículo fue traducido especialmente para el blog de OSA Filial Córdoba.
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