jueves, 13 de octubre de 2011

Al igual que los judíos en el desierto, el capitán Jonathan Gross construyó una sucá en el medio de la nada.


De todos los lugares del mundo en que uno podría aprender a construir una sucá, Jonathan Gross eligió el más extraño: el árido desierto de Kuwait. A pesar de estar a kilómetros de otros judíos, y de no tener las herramientas tradicionales de construcción, se las ingenió para construir una sucá casher que le duró toda la festividad.

Jonathan creció en un hogar judío conservador en Nueva York. Fue a la universidad, estudió leyes, y en 2004 se unió al ejército de Estados Unidos como un experto legal. Entró con el rango de teniente, y se le asignó la división nº 101 de la Fuerza Aérea. Luego fue promovido a capitán, y fue enviado a dos períodos de servicio en Irak, estando involucrado en muchas misiones legales relacionadas con prisioneros, cortes iraquíes y otros asuntos. A pesar de no pertenecer a la infantería, recibió entrenamiento de combate y experimentó emboscadas, bombardeos y tiroteos. Vio muchos milagros bien de cerca.

Cuando se unió al ejército fue destinado a Fort Campbell, ubicado en la frontera entre Tennessee y Kentucky. Allí ayudó a soldados y a unidades con problemas legales antes de ser enviado a una misión. La base no tenía un capellán judío y, con Rosh HaShaná acercándose, Jonathan se dio cuenta de que no estaba planificado ningún servicio religioso judío. Al concientizarse de la situación, llamó a un amigo de la universidad, que en ese momento estaba en una universidad en Atlanta, Georgia. El amigo asistía a una sinagoga de la congregación Beit Yaakov, e invitó a Jonathan a unírsele.

Entonces, Jonathan manejó los 500 kilómetros desde Fort Campbell hasta Atlanta. La comunidad Beit Yaakov es sumamente cálida, y Jonathan se sintió muy bienvenido. Volvió a la comunidad para Iom Kipur y Sucot. Y continuó yendo para otras festividades durante su año en Fort Campbell.

El día después de Iom Kipur de 2006, Jonathan fue enviado al Medio Oriente. Primero fue a Kuwait, y luego a Irak. Su misión duraría hasta el siguiente setiembre, y la comunidad Beit Yaakov continuó cuidándolo durante todo ese tiempo. Algunas familias de Atlanta continuaron en contacto con él y le mandaban regalos.

Jonathan llegó a Kuwait justo antes de Sucot, y en seguida trató de averiguar si habría una sucá en su base militar. Se enteró que la base no tenía un capellán judío, y tampoco una sucá. Pero alentado por Kivi Bernhard, un amigo de Atlanta, se puso en campaña para construir una. Teniendo sólo unos pocos días, no sabía dónde encontrar los materiales necesarios – estaba en medio del árido desierto.

"En algún lugar, desde tiempos inmemoriales, hay vegetación plantada para ti, para que construyas una sucá. Te está esperando".“No puedo explicar cómo ocurrió. No hay forma. La única explicación posible es que fue la mano de Dios”, dijo Jonathan. “Estaba en un área remota, completamente desolada. Kivi me alentó para que construyera una sucá. Él me dijo: “en algún lugar, desde tiempos inmemoriales, hay vegetación plantada para ti, para que construyas una sucá. Te está esperando””.

Se espera que los capellanes militares ayuden a todos los soldados que necesiten algo, más allá de su religión. Entonces, Jonathan se dirigió al capellán cristiano de la base para que lo ayudara a construir su sucá. Describió lo que estaba tratando de construir, y la medida mínima para que una sucá fuera casher. El capellán lo ayudó con entusiasmo, y encontró una caja de cartón y dos postes de metal que no estaban siendo usados.

Jonathan todavía no sabía en dónde encontrar vegetación para hacer el techo de la sucá, el sjaj. Al capellán tampoco se le ocurría nada. Pero ese día Jonathan viajó a un polígono de tiro a 45 minutos de la base. Cuando llegó, encontró un pequeño arbusto seco que estaba creciendo justo allí, esperando a que él llegara. Lo arrancó del piso y lo trajo consigo a la base. Luego, junto con el capellán, erigió las paredes y Jonathan puso el arbusto arriba.

La sucá duró toda la semana, sobreviviendo incluso a grandes tormentas de arena que tiraron abajo algunas carpas y otras estructuras de la base. Jonathan se sentó todos los días en su sucá para comer sus comidas y rezar en paz. Finalmente, en el último día de la festividad, mientras estaba saliendo de la sucá, su uniforme se enganchó en una de las ramas del arbusto y toda la sucá se vino abajo.

Jonathan vio la mano de Dios muchas otras veces durante su misión. Él incluso encontró un minián en el yortzait de su padre para decir Kadish. Ese fue uno de los dos minianim que encontró en todo el año.

Jonathan volvió a Irak para una segunda misión, desde octubre de 2007 hasta noviembre de 2008. Durante ese año vivió muchos otros milagros, algunos que salvaron su vida y otros que le permitieron cumplir las mitzvot mientras estaba allí. Durante su segunda misión, Jonathan estuvo apostado en una base grande en Bagdad, en donde hubo un capellán judío observante durante toda su estadía. En la base también había abundante comida casher y servicios religiosos en Shabat y en las festividades.

Ese año Jonathan no tuvo que construir otra sucá improvisada, porque en la base se ensamblaron tres. Así, en el lugar menos esperado, Jonathan encontró los recursos para continuar con su crecimiento espiritual.

Jonathan todavía está en el ejército. Actualmente es profesor asistente en el departamento de leyes de la Academia Militar de los Estados Unidos, en Nueva York. Vive allí con su esposa.

Si bien se supone que una sucá debe ser una estructura temporaria, este año, al igual que el anterior, Jonathan estará utilizando materiales más permanentes que una caja de cartón y un arbusto.

Este artículo apareció originalmente en The Jewish Press.

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