domingo, 9 de octubre de 2011

Carta de François Léotard à Mahmoud Ahmadinejad

Carta de François Léotard à Mahmoud Ahmadinejad

Señor Presidente,
Francamente, al comenzar esta carta no me provocaba llamarlo de ese modo. Dicho título implica un mínimo de respeto. Sin embargo lo hago porque es usted quien se expresa en nombre de los iraníes. Miro las fotos. Lo veo ante multitudes, rostros y manos alzadas. Sin duda uno podría adivinar cierta forma de entusiasmo o, en todo caso, de adhesión. Conocimos esas multitudes en Europa. Fue, para nosotros, un mal momento; un período trágico del que seguimos arrastrando la vergüenza y la angustia. Uno de los pueblos más cultos del mundo, un pueblo que había elevado en alto grado la filosofía, la música, la poesía; un pueblo que había asombrado a sus vecinos por su resplandor, se hundió en el odio, la locura racial, la ignominia. Decenas de millones de individuos sufrieron, en carne propia, su cultura, su dignidad, esa extraña barbarie que quería hacerse ver como un 'nuevo orden'. Fueron, en primer lugar, los ciudadanos de ese Estado (alemanes) y luego, y poco a poco, los demás. Todos los demás.
A esa locura se le llamó una guerra mundial. Pero, sobre todo, fue una guerra contra lo que había de humano en nosotros. Se quemaron libros. Niños fueron deportados y asesinados. Las inteligencias, quebradas. Todo lo que honraba al hombre fue pisoteado. Y, luego, llego a usted: una parte de la especie humana, el pueblo judío, fue destinado al infierno. Y le concedo; sólo una parte. No eran ni los más numerosos, ni los más ricos, ni siquiera los más influyentes. Eran hombres y mujeres que llevaban consigo, durante mucho tiempo y desde muy lejos, su fe, sus preguntas sobre el mundo, sobre Dios, sobre la necesidad de vivir o de sufrir, sobre la alegría de amar. En general, eran amantes de los libros. Reflexionaban. No comprendían por qué no eran queridos, porqué se les llamaba “subhumanos”, Untermenschen; porqué se les consideraba insectos… Fueron perseguidos en toda Europa, ahorcados, fusilados, quemados…
Usted sabe todo eso pero lo evoco, por lo menos, por tres razones:
— La primera, es que nosotros (digo “nosotros”, como modo coloquial) no aceptaremos que todo vuelva a comenzar. No soy judío pero los judíos son, como los persas, mis hermanos en humanidad.
— La segunda, es que tienen el derecho, como usted y como yo, de tener una patria. Que sea Francia o Israel, no cambia en nada el asunto.
— La tercera no le gustará. Pero, mala suerte: es que le aportan al mundo (y, tal vez, es eso lo que usted quiere “borrar del mapa”) una concepción del hombre y de su destino que enriqueció varios siglos de civilización, y que honra tanto al pueblo judío como al Estado de Israel.
Señor Presidente;
Tiene derecho a ser nacionalista.
Tiene el derecho de sentirse orgulloso de la historia del pueblo persa.
Tiene el derecho de ser creyente y de orarle al Dios “clemente y misericordioso” citado al principio de cada sura del Corán.
Sin embargo piensa que tiene el derecho de obligar a las mujeres a ocultar la cara tras un velo, de torturar a los opositores, de encarcelar a los periodistas que lo contradicen, de condenar a muerte a niños, de perseguir a sus minorías, de iniciar "guerras santas" contra "los infieles".
Pero no tiene derecho de imponerle, a Israel, la mirada turbia, imbécil y llena de odio que acompaña a sus discursos. Y es que me parece que odia en ese Estado, la libertad de expresión, la diversidad de los partidos, el papel de la oposición, la modernidad, la independencia de los poderes y de la justicia, la investigación universitaria, los descubrimientos y nuevos inventos; y, sin duda, la valentía que tienen. Es decir todo lo que es digno de admirar.
Los hombres que organizaron la reunión de Wannsee, en la que se decretó el exterminio de los judíos de Europa ya murieron. Al igual que todos nosotros, usted seguirá ese destino. Deseo solo para usted mismo, para el pueblo persa, para los jóvenes niños de Irán que le sobrevivirán, que nadie se sienta con ganas de ir a escupir sobre su tumba.

Francois Lèotard (ex - Ministro francés)

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