jueves, 20 de octubre de 2011

De López Rega a Cristina, los lazos cambiantes entre Argentina y Libia


Ramalazos. Convulsiones. Compulsiones. Manotazos de amigos en emergencia. Distancia. Olvido. Indiferencia. Parece un bolero, pero son las características que signaron las relaciones de Argentina con la Libia de Kadafi, que ya llevan casi 38 años y abarcan desde las andanzas del reptilíneo símbolo peronista de los años 70, José López Rega, pasan por las otras andanzas, las militares, de aquel general que se creyó majestuoso, Leopoldo Galtieri y llegan hasta Cristina Fernández, fotografiada hace dos años a la derecha de quien durante 42 años fue el hombre fuerte de Libia y que hoy murió durante el ataque rebelde en Sirte, según informó el gobierno de transición.


Todo empezó en julio de 1973, cuando el cónsul general de Kuwait en Argentina, Faysal Nufiri, invitó a Juan Perón a la Conferencia de Países No Alineados que se iba a abrir en setiembre en Argel. El proyecto de Perón, ser un embajador de buena voluntad de la Argentina por el mundo, naufragaba en el mar soliviantado de aquel peronismo en guerra: en ese julio frío y desconcertante, Héctor Cámpora, elegido presidente en marzo, había sido borrado del poder; gobernaba Raúl Lastiri, yerno de López Rega, que era también todopoderoso ministro de Bienestar Social y hombre de confianza de Perón, que a su vez transitaba sin saberlo el último año de su vida y se preparaba para arrasar en las elecciones que lo llevaron a gobernar por tercera vez.


No fue Perón a Argelia. Fue López Rega. Argentina pidió integrar los No Alineados y el ministro leyó un mensaje de Perón, que pensaba en Malvinas, que ponía el acento en el anticolonialismo. Ya presidente desde octubre de 1973, Perón no rehuyó las relaciones con los países árabes: los buenos oficios de Faysal Nufiri lograron la firma del primer proyecto de convenio comercial con Libia.


López Rega armó una “Unidad Operativa Libia” en su ministerio para llevar adelante ese convenio y para sacar del medio a su archienemigo en el gabinete: el ministro de Economía José Ber Gelbard. A finales de enero de 1974 López Rega viajó a Libia y se entrevistó con Kadafi, en uno de los más publicitados actos de gobierno. La historia oficial dijo que el petróleo libio llegaría al país a cambio de productos agropecuarios. Una investigación de legisladores de la Juventud Peronista denunció luego que la misión a Libia había pagado casi el doble el precio del petróleo, que el supuesto intercambio comercial era un fabuloso negociado y que López Rega había recibido comisiones que oscilaban desde los diez a los treinta millones de dólares.


Algo más debe haber habido. En la causa judicial que investiga el origen y desarrollo de la banda terrorista de ultra derecha Triple A, de la que López Rega fue fundador y jefe, se le imputa el haber negociado con Libia la provisión de armas largas, parte del arsenal hallado en Bienestar Social después del golpe militar de 1976. A modo de curiosidad, para entonces funcionaba en la Cámara de Diputados una comisión encabezada por la oposición que investigaba el eventual entrenamiento en Libia y Argelia de los custodios de López Rega. La investigación se cerró el 24 de marzo de 1976, el mismo día del golpe militar. El entrenamiento de los miembros de la Triple A tal vez se haya dado a modo de fraternal contrapartida del denunciado entrenamiento que Kadafi dio a líderes de Montoneros, en 1974.


Libia y el proclamado intento de Kadafi de construir un islamismo socialista diseñado en su famoso Libro Verde, pasaron al olvido en los años de la última dictadura . La relación resucitó en abril de 1982, ni bien se hizo evidente que la recuperación de Malvinas derivaría en una guerra. Hubo dos misiones secretas a Libia. La primera exploró la posibilidad de asistencia militar. El 14 de mayo de 1982, en plena guerra, otra misión secreta llevó a Kadafi una untuosa carta personal de Galtieri: “Nuestro país ha sufrido el ataque artero de las fuerzas colonialistas y anticristianas que Su Excelencia bien conoce –decía– Estamos convencidos de que esta Cruzada nuestra tiene el sentir del Yihad o Guerra Santa ”.


La misión estuvo compuesta por el brigadier Teodoro Waldner, que sería jefe de la Fuerza Aérea en los dos primeros años del gobierno de Raúl Alfonsín, el entonces coronel Dante Caridi, que sería jefe del Ejército entre abril de 1987 y diciembre de 1988, el almirante Benito Moya, jefe de la Casa Militar de Galtieri y el sacerdote Aníbal Fosbery, que dirigía la Universidad Católica Santo Tomás de Aquino en Tucumán y está acusado de haber tenido vínculos con militares responsables de violaciones a los derechos humanos en la provincia.


Galtieri, con su particular estilo, dijo alguna vez “Kadafi me mandó de regalo cuatro o cinco Boeing repletos de material”. Fue casi un regalo. Al país en guerra con Gran Bretaña llegaron misiles aire-aire, radares, motores para misiles, proyectiles, minas antitanque y otras bellezas, pero no los preciados Exocet a los que aspiraba el poder militar. A modo de reciprocidad, los aviones de Aerolíneas Argentinas que fueron a buscar las armas libias viajaron cargados de frutas y alimentos y hasta con algunos sufridos pura raza para la práctica del polo , que en el desierto todo es posible. El 14 de junio de 1982, el mismo día en el que fue barrido del poder, Galtieri envió dos cartas de agradecimiento a Trípoli: una para Kadafi, la otra para su par, el jefe del ejército libio Abu Baskr Yunis Yabir.


Alfonsín pasó cautelosamente de largo por las relaciones con Libia . Abundan las especulaciones sobre un aporte de 10 millones de dólares de Kadafi a la campaña que llevó a la presidencia a Carlos Menem. Ambos se vieron en 1989 en Belgrado, durante la Cumbre de No Alineados. Poco después, Menem, abandonó el grupo y se alió a EE.UU. Interesado en profundizar las “relaciones carnales”, desmanteló el proyecto de misil Cóndor II que fabricaba la Argentina y que estaba, supuestamente, destinado a Libia. Salvo el breve paso por Trípoli de Carlos Salvador Bilardo, que en 1999 dirigió la selección libia, las relaciones entre los dos países languidecieron hasta que Cristina Kirchner visitó Trípoli en noviembre de 2008, inauguró un seminario de oportunidades de negocios y trazó un paralelo personal con Kadafi: “Al igual que el líder de la Nación libia, hemos sido militantes políticos desde muy jóvenes, hemos abrazado ideas y convicciones muy fuertes y con un sesgo fuertemente cuestionador al status quo”. Fue mucho antes de que en Libia soplara el vendaval de la historia.

Clarin.com

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