La noche, con sus grandes misterios, el reino de los
desheredados, que lloran en
silencio, en la oscuridad de los parques desolados, que
reniegan de la vida, que
tan poco les ha dado; que buscan un mendrugo, para acallar
el hambre, para no
escuchar la pena y el rezongo de un estómago vacío.
Aquellos sin hogar, con el pasado olvidado y el futuro, que
aún no llegó. Duermen
en bancos, tapados con cartones y como en una letanía se
preguntan: ¿Por qué?
Procuran evitar las casas, grandes e iluminadas, hermosos
autos en las veredas y
sus mujeres, que ríen y ríen, mientras la mesas servidas,
con abundantes manjares,
las esperan para agasajarlas, mientras los abandonados,
esperan con paciencia que
la fiesta termine y caer sobre los despojos, como animales
hambrientos.
La noche es testigo, no me dejará mentir, he visto hombres
llorando, mujeres que
ofrecen, su cuerpo, por un plato caliente, por una cama, que
ellas llaman amor.
Han perdido la dignidad, escuchan historias, que no creen,
relatan hechos, que a
nadie convencen.
Viven amparados por la noche, son de la noche, reniegan del
sol, reniegan del día,
al que no quieren ver; el día les recuerda que una vez
fueron felices y nunca tuvieron
que vivir con la miseria, que la vida les entregó.
He visto muchas casos, en esas noches tan tristes, donde la
injusticia reina con terror,
La justicia implacable, que dicta la sentencia, mientras el
reo suplica; pero ya es tarde,
su vida pertenece a la oscuridad, la soledad, el dolor y
finalmente el olvido.
¡ La noche se adueñó de él !
Mario Beer-Sheva
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