La campaña contra el Estado Islámico (EI) dirigida por Estados Unidos está fracasando. No hay tribus en Irak o en Siria que estén dispuestas a colaborar con la fuerza aérea estadounidense y a sustituir a tropas terrestres norteamericanas. Al contrario: a juzgar por recientes acciones del líder druso Walid Jumblat, los movimientos tribales en el Levante sugieren que las tribus no creen que Norteamérica sea sincera en su lucha contra el EI, y están maniobrando para ganarse la buena voluntad de los islamistas radicales, por si acaso estos lograran finalmente vencer a las fuerzas minoritarias chiíes y arrasaran la región.
Para más inri, la Administración Obama envió a Irak a Anthony Blinken, viceasesor de seguridad nacional. Como asesor de Seguridad Nacional del vicepresidente Joe Biden, Blinken actuó como “hombre fuerte en Irak” de Washington desde 2009. Lo dispuso todo para la formación del segundo Gobierno Maliki, y para la retirada (y el completo abandono) estadounidense del país.
En contra de todas las advertencias, Blinken apostó por Maliki, de quien afirmó a menudo que era un aliado porque extraía más petróleo iraquí, supuestamente en contra de los deseos de Teherán, con lo que contribuía a dejar fuera de juego a la producción iraní sin causar turbulencias en los precios mundiales del crudo.
No hace falta decir que el hecho de que Blinken se centrara en el petróleo iraquí hizo que todas las teorías conspiratorias parecieran ciertas. Norteamérica estaba en Irak sólo por una cosa: por el petróleo.
Otro de los graves errores de Blinken fue dejar a los combatientes de tribus suníes del movimiento Sawat en manos de su rival chií Maliki, que no tardó en bloquear sus salarios y en liquidar a alguno de sus líderes bajo falsas acusaciones de terrorismo.
Así, los vínculos forjados entre las tropas estadounidenses y los combatientes tribales suníes que expulsaron a Al Qaeda de Irak fueron hechos pedazos por una Administración Obama ansiosa por lavarse las manos respecto al país, incluso si ello suponía arrojar a sus aliados kurdos y suníes a los leones.
Derrotadas y en una angustiosa situación, las tribus suníes de Irak necesitaban un nuevo patrocinador. Encontraron al Estado Islámico de Irak y el Levante, que no sólo se ganó su adhesión, sino que fomentó luchas que las tribus habían aparcado hacía mucho. Los suníes comenzaron a arreglar cuentas con sus rivales kurdos y chiíes en Irak, Siria y pronto lo harán, probablemente, también en el Líbano. Las fracturas en Mosul y Kobane son anteriores al auge del Estado Islámico, que no ha hecho más que ayudar a reactivarlas.
Los errores de la Administración y de Blinken se habrían rectificado si Washington los hubiera comprendido. El Gobierno trató el ascenso del EIIL, que hasta entonces era lo mejor que les había sucedido a muchas tribus suníes desde 2008, como una amenaza a la seguridad nacional estadounidense. Además, el jefe de la Junta del Estado Mayor, Martin Dempsey, dijo que “un supuesto importante de esta campaña es que podemos, de hecho, apartar a las tribus moderadas suníes de la ideología del Estado Islámico de Irak y el Levante”
La tesis de que hay tribus moderadas y radicales es defectuosa. En ese caso, ¿por qué iban a molestarse en unirse a una campaña antiterrorista que les promete poco? En Siria, Bashar al Asad seguirá ocupando su puesto, lo mismo que el Gobierno chií en Bagdad. Tras ellos, Irán seguirá luchando por comprometer el poder suní.
Antes de enviar a Blinken, que, desde luego, no es el preferido de las tribus, Estados Unidos debería haberse preguntado: ¿a qué intereses suníes se puede servir, además, en una campaña contra el EIIL?
Obama había cometido un error similar con Turquía al pedirle que se uniera a una coalición que tiene un único objetivo: acabar con quienquiera que amenace los intereses estadounidenses. Pero Ankara tiene sus propios intereses, concretamente derrotar a los combatientes kurdos del PKK y al régimen de Asad, así que cualquier coalición que no los tenga en cuenta no atraerá a los turcos.
Michael Pregent, que fue asesor del ejército estadounidense en Irak, dijo en un panel en el que ambos participamos que esos miembros de tribus iraquíes ven al general John Allen y gritan “¡Aláakbar!” Allen es uno de esos norteamericanos junto a los que combatieron las tribus y en quienes confiaban.
Las tribus de Irak y de Siria sólo lucharán contra el Estado Islámico si confían en Estados Unidos y creen que podrán contar con Washington a largo plazo, una lección que aún debe aprender la Administración Obama.
Quienes conocen a Jumblat saben que a menudo habla por teléfono con el exembajador en el Líbano y antiguo subsecretario de Estado adjunto Jeffrey Feltman, aunque éste haya dejado el Gobierno estadounidense para dirigir el Departamento de Asuntos Políticos de Naciones Unidas.
Para las tribus la confianza es esencial y perdurable. Lleva tiempo ganársela y cuesta mantenerla. Las políticas-balancín de Obama y su estéril obstinación con Irán no ayudarán. Mientras su Administración no les inspire confianza, preparémonos para que las tribus sigan combatiendo del lado del Estado Islámico, y para que Washington consiga combatientes de segunda que lleven peleándose en Estambul desde hace más de tres años-
Si ganarse a las tribus resulta ser “incierto”, según Dempsey “tenderemos que volver al tablero de diseño”. Cuanto antes lo haga Estados Unidos, mejor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.