A cualquiera que crea que la ausencia de un Estado palestino es una causa primordial de resentimiento musulmán, el aluvión de combatientes extranjeros en Siria e Irak en los últimos años le plantea un verdadero problema. Al fin y al cabo, ninguno de los grupos yihadistas de esos países está combatiendo contra Israel o por los palestinos; de hecho, como señalaba el periodista Jaled Abu Toameh, el Estado Islámico pone “liberar Jerusalén” muy abajo en su lista de objetivos, y “ni siquiera se molestó en comentar” la guerra de este verano entre Israel y Hamás en Gaza. Pero mientras que el EI y los de su ralea han atraído a miles de combatientes extranjeros a Siria e Irak, el número de extranjeros que se han unido a la lucha palestina contra Israel es casi cero.
Ciertamente, no se trata de que haya un problema de acceso. Los miles de musulmanes occidentales que están combatiendo ahora en Irak y en Siria podrían haber llegado fácil y legalmente a la Margen Occidental a través de Israel o de Jordania; lo mismo podrían haber hecho los de Turquía, Jordania o Egipto. Lo que ocurre, simplemente, es que la cuestión nunca les importó lo bastante como para hacerlo.
Y hasta el año pasado, cuando Egipto atacó los túneles de contrabando que atravesaban la frontera, Gaza era accesible incluso para los ciudadanos de países musulmanes que no tienen relaciones diplomáticas con Israel: podían entrar legalmente en Egipto y pasar a la Franja a través de los túneles. Seguro que Hamás habría recibido bien esos refuerzos, pero nunca estuvieron interesados en ir.
En resumen: independientemente de las veces que occidentales como el secretario de Estado John Kerry repitan que la cuestión palestina es una fuente fundamental de la “ira y la agitación callejeras (…) [y de la] humillación, negación y ausencia de dignidad” que contribuye a que los grupos yihadistas recluten a extranjeros musulmanes, los propios musulmanes dicen lo contrario con los pies: hay causas que les hacen cruzar el mundo para luchar y morir por ellas, incluido el sueño de un califato islámico y la lucha sectaria suní contra los Gobiernos de Irak y Siria, dominados por chiíes (y alauitas). Pero Palestina no es una de esas causas.
Los combatientes extranjeros que acuden masivamente a Irak y Siria desmontan otro bulo habitual: que Israel es un estado “racista” o “segregacionista”. Al fin y al cabo, un Estado de ese tipo, por definición, somete a sus minorías a muchas más “humillaciones, negaciones y ausencia de dignidad” que la no racista y no segregacionista Europa; así que, si Israel fuera un Estado de esa clase, cabría esperar que sus ciudadanos árabes encabezaran las huestes de reclutas extranjeros del Estado Islámico y compañía.
En realidad, como señaló anteayer el periodista Yosi Melman, aproximadamente sólo 30 de los 1,7 millones de ciudadanos árabes de Israel han ido a luchar por el Estado Islámico, un porcentaje “muy, muy inferior” a los cientos de musulmanes franceses o británicos que lo han hecho. Si nos basamos en sus cifras, un insignificante 0,002% de la población árabe-israelí está combatiendo en el extranjero. Es difícil encontrar datos exactos sobre el tamaño de las poblaciones musulmanas de países europeos o del número de combatientes que tienen en Irak o en Siria, pero, basándome en estimaciones recogidas en diversas informaciones periodísticas, mi propio cálculo aproximado es que la proporción de musulmanes británicos y franceses que combaten en el extranjero es, al menos, tres o cuatro veces mayor.
Y no es porque los árabes israelíes estén, en cambio, uniéndose en masa a la lucha palestina: también son pocos los árabes israelíes que se involucran en el terrorismo palestino.
Este dato refuerza una cuestión que ya he señalado muchas veces: aunque en Israel las relaciones entre judíos y árabes no son perfectas, en general, los árabes israelíes están razonablemente bien integrados, y cada vez lo están más. Así que pocos de ellos tienen ganas de partir para unirse a una gloriosa yihad.
Los John Kerry de este mundo dejan pocas veces que los hechos alteren sus teorías. Pero los combatientes extranjeros que acuden en tropel a Irak y Siria brindan a todo aquél a quien le importen los hechos una buena pista de qué cuestiones enardecen realmente al mundo musulmán. Y ni Israel ni los palestinos ocupan un lugar muy elevado en esa lista.
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