martes, 1 de julio de 2014

Lágrimas y plegarias destrozadas

Una carta abierta a los tres jóvenes asesinados

Lágrimas y plegarias destrozadas

Lágrimas y plegarias destrozadas

Una carta abierta a los tres jóvenes asesinados, Hy’’d.


Cuando escuché las horribles noticias, yo estaba en una cafetería y la frase cruzó por la pantalla de mi teléfono con un pequeño sonido. Las palabras rasgaron mi corazón: “Se han encontrado los cuerpos de los tres jóvenes secuestrados”. ¡No! Quería gritar. Quería borrar las palabras. Quería que se fueran. Pero no podía gritar. No pude respirar por un momento.
Mis ojos se llenaron de lágrimas. Apoyé mi cabeza sobre la mesa por un segundo. Mi teléfono comenzó a sonar sin parar. Mensajes de texto. Le envié un mensaje a mi marido: “¿Qué le decimos a los niños?”. Luego llamó mi hija. Entendí por su tono de voz que aún no se había enterado. “Ima, ¿qué pasa? Suenas rara”.
Aclaré mi garganta. Recuperé el aliento y le dije: “No hay buena señal aquí. Hablamos cuando llegue a casa”.
¿Qué les decimos?”. ¿Que todo este tiempo que hemos estado rezando por ustedes, ustedes ya no estaban? ¿Que cuando se encendieron velas extra de Shabat ustedes ya estaban en otro mundo? Ellos preguntarán por qué. Preguntarán cómo pudo ocurrir algo así. Querrán saber cómo la gente puede ser tan cruel. Cómo Dios puede permitir semejante sufrimiento. Ellos preguntarán, y yo no sabré qué decir. ¿Qué debo decirles?
Lloré todo el camino de vuelta a casa. Lloré por sus padres, por sus familias, por sus amigos. Lloré por la terrible pérdida para nuestra nación. Por sus vidas que estaban recién comenzando, y ustedes tenían tanto que aportar, que aprender, que crecer. No los perdimos sólo a ustedes, sino que perdimos también a los hijos que habrían engendrado en el futuro y a los hijos de esos hijos. Generaciones enteras cortadas brutalmente sin ningún tipo de advertencia. Lloré. Estacioné en frente de mi casa, me sequé las lágrimas y limpié mi rostro. Sólo mis hijas mayores se encontraban en casa y estaban empacando para el campamento de verano. Si no les digo, ellas se enterarán de todas maneras. “Pero, ¿qué debo decirles?”. Ellas estaban buscando unas almohadas para el campamento cuando subí las escaleras. Supieron de inmediato cuando vieron mi rostro que algo andaba terriblemente mal. “Ima, ¿qué pasó?”.
Meneé mi cabeza. No encontraba las palabras adecuadas. “Encontraron a los jóvenes”. No pude seguir. “¿Vivos?” preguntaron ellas.
Meneé mi cabeza nuevamente. Luego comencé a llorar. Pensé en sus madres, en sus padres. Pensé en el corazón de nuestra nación rompiéndose en pedazos, y en el silencio del mundo. ¿Por qué? ¿Por qué el mundo se mantuvo en silencio?
Ima, todo este tiempo, nosotros estábamos llorando por los jóvenes, pero la verdad es que ellos estaban llorando por nosotros”, dijo una de mis hijas.
Sus palabras me golpearon como un grito desgarrador que acorta la distancia entre ustedes y el resto de nosotros. Entre el cielo y la tierra. Todo este tiempo, ustedes han llorado por nosotros. Viendo cómo nos juntábamos a rezar. Cómo recibíamos Shabat antes. Cómo algunos de nosotros encendíamos velas de Shabat por primera vez. Cómo poníamos nuestras diferencias de lado y nos uníamos como pueblo. Cómo nuestros hijos rezaban y hacían carteles para ustedes. Estuvieron viéndonos todo este tiempo. ¿Acaso pueden creer cuánta fuerza y amor generaron ustedes en el pueblo judío? ¿Pueden creer cuánto nos cambiaron e inspiraron?
Estamos perdidos ahora, sumergidos en rabia y dolor. “¿Cómo pudieron? ¿Cómo puede haber ocurrido esto?”. Por eso les pido, lloren por nosotros una vez más. Los necesitamos más que nunca. Pidan por nosotros. Estamos tambaleándonos por haberlos perdido. Queremos permanecer unidos. No permitan que olvidemos las plegarias que pronunciamos y las velas que encendimos. No permitan que nos olvidemos los unos de los otros. Todo este tiempo pensamos que estábamos llorando por ustedes, pero en realidad ustedes estaban llorando por nosotros. No sabemos qué decir. No sabemos qué hacer. Por favor no nos dejen. Cuídennos. Lloren por nosotros así como nosotros lloramos por ustedes. Que nuestros llantos se unan y se eleven juntos, como fragmentos de plegarias destrozadas, desde arriba y abajo, que se encuentren, se completen y se transformen en un todo una vez más.

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