jueves, 4 de septiembre de 2014

¿Por qué ha resurgido la decapitación en el islam? Por Michael Rubin

El grupo de inteligencia SITE, un servicio de subscripción que ofrece la mejor cobertura de foros de chats y medios yihadistas ha publicado el vídeo de la decapitación del periodista estadounidense Steven Sotloff a manos del Estado Islámico, que había amenazado con ejecutarlo tras decapitar a James Foley. A mí, que no soy un experto, sólo con ver las imágenes no me queda claro si Sotloff fue ejecutado inmediatamente después de Foley y el vídeo no ha sido publicado hasta ahora, o si es una grabación reciente. Dicho esto, la racha de decapitaciones iniciada con el asesinato del reportero del Wall Street Journal Daniel Pearl en 2002, y que prosiguió durante la guerra de Irak, ciertamente vuelve a llamar la atención sobre esta práctica y sobre el islamismo radical.
Hace casi una década, cuando editaba el Middle East Quarterly, publiqué un incisivo artículo de Timothy Furnish titulado “Decapitar en nombre del islam”. Aunque algunas organizaciones más radicales de defensa del islam, como el Consejo de Relaciones Americano-Islámicas (CAIR, por sus siglas en inglés) o la Sociedad Islámica de Norteamérica (ISNA) se esfuerzan por empañar los vínculos entre semejantes actos de violencia y la religión, la verdad se encuentra en lainterpretación de textos religiosos defendida por los elementos más radicales.
Como explica Furnish, “la sura (capítulo) 47 contiene el aya (versículo) siguiente: ‘Cuando te encuentres a los infieles en el campo de batalla, arráncales la cabeza hasta que los hayas aplastado por completo; luego ata fuertemente a los prisioneros’”. A continuación explica la historia de la exégesis:
El famoso historiador iraní y comentarista del Corán Mohamed ben Jarir at Tabari (muerto en el 923 d.C.) escribió que “atacar el cuello” no es más que la aprobación de Dios de la fiera oposición contra los no musulmanes. Mahmud ben Umar az Zamajshari (m. 1143 d.C.), en un importante comentario estudiado durante siglos por los eruditos religiosos suníes, sugería que cualquier indicación de “atacar el cuello” lo que hace es ordenar que se evite herir en cualquier otro lugar para confirmar que se ha matado y no simplemente herido (…) 
Se ha vuelto a una interpretación literal de este pasaje en una época relativamente reciente:
En su traducción del Corán (distribuida por los saudíes), Abdalá Yusuf Alí (m. 1953) escribió que el mandato de “atacar sus cuellos” debería interpretarse literal y figuradamente. “No puedes hacer la guerra andándote con miramientos”, sostenía Yusuf Alí (…) Puede que la recapitulación moderna de este pasaje que ha ejercido más influencia sea la del influyente estudioso y destacado pensador musulmán paquistaní S. Abul A’la Mawdudi (m.1979), que sostenía que la sura ofrecía las primeras prescripciones coránicas sobre las leyes de la guerra. Según afirmaba Mawdudi, “el musulmán no debe, bajo ninguna circunstancia, perder de vista este objetivo y comenzar por hacer prisioneros a los soldados enemigos. Los prisioneros deben tomarse después de que el enemigo haya sido aplastado por completo”.
Lo que me llama la atención en cómo ha evolucionado la interpretación es la forma en que ésta se ha vuelto más severa con el tiempo. De ello el mundo no debe culpar más que a Arabia Saudí, que, durante décadas, ha hecho todo lo posible por difundir la interpretación del Corán por Yusuf Alí, la cual, gracias a las generosas subvenciones saudíes, sigue siendo la versión coránica que goza de mayor circulación, no sólo en el mundo de habla inglesa, sino en el mundo suní.
En una ocasión Bernard Lewis, el mayor historiador vivo sobre Oriente Medio, hizo esta analogía:
La rama wahabista del islam es muy fanática, hasta el punto de ser absolutamente intolerante, enormemente opresora de las mujeres, etc. En el siglo XX sucedieron dos cosas que otorgaron enorme importancia a los wahabistas. Una de ellas fue que los jeques de la Casa Saudí, que eran wahabistas, y sus seguidores, lograron el control de los santos lugares del islam, La Meca y Medina, lo que les dotó de un enorme prestigio en el mundo musulmán. En segundo lugar, y lo que probablemente sea más importante, controlaron los pozos de petróleo y los inmensos recursos que éstos les concedían. Imagínense que el Ku Klux Klan se hiciera con el control absoluto del estado de Texas. Y que el KKK tuviera a su disposición todos los pozos de petróleo de allí. Y que usara ese dinero para establecer una muy bien dotada red de facultades y escuelas en toda la cristiandad que les permitiera hacer proselitismo de su peculiar interpretación del cristianismo. Entonces tendríamos un equivalente aproximado de lo que ha sucedido en el mundo islámico moderno.
Lo que estamos contemplando ahora no es la evolución natural del islam, sino más bien elresultado de décadas de odio alimentado por los saudíes. Puede que muchos representantes oficiales saudíes hayan reconocido que su financiación del islam radical ha ido demasiado lejos y es posible que busquen desempeñar un papel más productivo –sobre todo en lo relativo al impenitente Qatar–, pero es importante reconocer que las interpretaciones han cambiado a lo largo del tiempo para permitir que los asesinos del Estado Islámico justifiquen con el islam su crueldad y sus crímenes.
La cuestión a la que, por tanto, deben responder tanto musulmanes como no musulmanes es: ¿cómo pueden revertirse décadas de radicalismo generosamente financiado? Es algo que no va a lograrse con declaraciones desde el Despacho Oval, con terapia artística ni con milagrosos (e inútiles) programas de desradicalización. Se conseguirá mediante una operación concertada y bien financiada, que durará décadas, para poder cambiar ideas y sentimientos. Pero esa inversión deberá proceder del propio mundo islámico. Arabia Saudí aún está por poner el dinero en aquello en lo que cree e, independientemente de ello, puede que no haya otro país, aparte deMarruecos, que parezca estar dispuesto a intentar seriamente promover la moderación más allá de sus fronteras. 

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