ISI LEIBLER
07/15/2010
La reunión de la semana pasada con el presidente de EE.UU Barack Obama tuvo, en la superficie, un resultado de ensueño para el primer ministro Binyamin Netanyahu, especialmente teniendo en cuenta el duro entorno político que lo rodeaba antes de su visita.
Aunque se preveia ampliamente que Obama extenderia la alfombra roja, los efusivos elogios que echo a Netanyahu e Israel fueron casi surrealistas y recuerdan los mejores días de las relaciones Estados Unidos-Israel. Contrastaron crudamente con la hostilidad anterior, que había descendido incluso a las escalofriantes acusaciones que la intransigencia de Israel estaba costando "sangre y dinero" americanos.
Obama elogió a Netanyahu, diciendo: "Creo que el primer ministro Netanyahu quiere la paz. Creo que está dispuesto a asumir riesgos por la paz." Él también declaró que aunque habia esperanza para la paz, él no era" ciegamente optimista "y que Israel tenía derecho a ser escéptica sobre el proceso de paz. Incluso instó a los árabes a avanzar.
Más importante, incluso antes de la reunión, las sanciones tardías de la administración Obama en contra de Irán aumentaron su preocupación por la amenaza nuclear que posa el mayor peligro que enfrenta Israel. En notable contraste con la traición de EE.UU. a Israel en la conferencia de no proliferación nuclear de mayo, donde el Estado judío fue el único país señalado para la condena, Obama fue más allá de cualquier anterior líder de EE.UU. en la prestación de apoyo público a la política nuclear de Israel. Explícitamente, dijo a Netanyahu que "Estados Unidos nunca pedirá a Israel a tomar cualquier medida que suponga un perjuicio para sus intereses de seguridad" y hasta el momento en que un acuerdo de paz regional global se haya logrado, resistiria las presiones de aquellos que tratan de obligar a Israel a abandonar su capacidad nuclear.
Más allá de esto, a pesar de las predicciones de los medios de comunicación y los opositores políticos de Netanyahu de que se vería obligado a hacer más concesiones unilaterales para aplacar a Obama, el primer ministro no reconoció públicamente nada más allá de reiterar su disposición a negociar con los palestinos. Tampoco hubo evidencia de presiones sobre él para que amplie el congelamiento de los asentamientos después de septiembre.
Es muy posible que después de 18 meses de no poder vencer a Israel en la sumisión, y observando la manera resiliente en que Netanyahu conservó su dignidad y se resistió a sus intimidaciones, Obama se dio cuenta de que su estrategia fue contraproducente. Es posible que haya decidido utilizar las zanahorias en vez de palos y la cooperación como un aliado mas que como un adversario.
Como consecuencia, el gobierno de Netanyahu ha surgido, al menos en el corto plazo, más fuerte que nunca. La muestra de afecto que Obama transmitió a Netanyahu neutralizo el argumento principal de Kadima que él nunca podría cooperar con este gobierno. Los rebeldes de Avoda también tendrán menos justificación para retirarse del gobierno.
Pero a pesar de los suspiros de alivio, sería absurdo suponer que la política estadounidense hacia Israel ha sufrido un cambio fundamental.
No estamos al tanto de los 90 minutos de discusiones que tuvieron lugar a puertas cerradas. Se asumieron compromisos en relación a la ampliación del congelamiento en los asentamientos? ¿Llego Netanyahu a algun acuerdo sobre fronteras defendibles? ¿Hubo aun conversacion sobre un calendario de dos años para un estado palestino independiente? Probablemente vamos a saber más en los próximos meses.
Con independencia de lo que sucederá en el futuro, debemos recibir sin vacilación la atmósfera drásticamente cambiada en la que Israel es tratado como un aliado y no como un paria. Las declaraciones de Obama son muy beneficiosas, sobre todo en estos tiempos turbulentos. Y a la luz de lo que dijo ante camaras, será difícil (aunque no está excluido) para él revertir una vez más su posición.
Sin embargo, no debemos contar los pollos hasta que salgan del cascarón y debemos ceñirnos a la posibilidad muy real que esta cumbre de buena voluntad Netanyahu-Obama pueda ser aun una falsa calma antes de la tormenta. No se necesita ser un cínico para reconocer que la principal motivación para el cambio dramático fue la reacción hostil del público, por parte de los estadounidenses apoyando firmemente a Israel, contra el trato lamentable infligido al estado judío. Y más aún, el alejamiento de los democratas judios y la presión sobre Obama por parte de congresistas preocupados por las consecuencias en las elecciones legislativas de noviembre.
Uno sólo tiene que observar los precedentes zigzagueantes de Obama en relación con Israel durante el curso de las elecciones presidenciales para apreciar cuan voluble (o pragmático) puede ser para ganar votos y contribuciones financieras. Aunque improbable como pueda parecer hoy, debemos estar preparados para la posibilidad de que Obama podría retomar su posición anterior después de las elecciones al Congreso y vuelva a golpear a Israel en un vano esfuerzo por apaciguar el mundo árabe. De hecho, cuando las conversaciones inminentes con los palestinos, fracasen inevitablemente, Obama puede incluso considerarse a sí mismo mejor posicionado como "amigo" actuando supuestamente en nuestro mejor interes para imponer una solucion sobre nosotros.
SIN EMBARGO, hay una gran ventana de oportunidad entre ahora y noviembre para reforzar el nuevo enfoque y establecer el registro correcto con la administración respecto a nuestra narrativa- la que fue que fue examinada rapidamente durante las conversaciones. La conclusión es que sin un cambio radical en la actitud de los palestinos, no es probable que se produzcan avances reales hacia un estado palestino. En ese contexto, Israel ha hecho concesiones suficientes y derramo sangre suficiente durante la década pasada como para que no se espere que haga mas concesiones unilaterales a menos que esten basadas en la reciprocidad auténtica.
Para ello será necesario el reconocimiento de los EE.UU. que la paz es inalcanzable a menos que los palestinos acepten que Israel está aquí para quedarse y que su sueño de poner fin a la soberanía judía es inalcanzable. Requerirá de la presión de EE.UU. a los líderes palestinos para preparar a su gente para la paz, poniendo fin a la incitación feroz que continúa envenenando su sociedad.
Obama seguramente entiende que, rodeada de enemigos feroces, bajo la dirección de Irán, Israel debe garantizar que un futuro estado palestino será desmilitarizado y que retendremos fronteras defendibles, incluyendo el control sobre el valle del Jordán. Habiendo sido testigo de la impotencia y el fracaso de la UNIFIL en el Líbano para impedir el rearme de Hezbolá, Netanyahu debe rechazar la recomendación del asesor de Seguridad Nacional americano, James Jones, que las fuerzas de Tzahal en Cisjordania sean sustituidas por terceros como la OTAN, la ONU u otros organismos internacionales .
Cualquiera que sea el futuro presagiado con respecto a la congelación de los asentamientos, debe haber un entendimiento claro que Israel no extendera una moratoria en aquellas zonas que el gobierno de Bush ya había acordado permaneceran permanentemente en el país.
Sobre todo, en ausencia de negociaciones directas que fueron mantenidas ininterrumpidamente en los últimos 20 años, no puede haber progreso en el frente palestino.
Aunque Netanyahu espera fortalecer su relación con Obama, debe estar preparado, si es necesario, paraa presentarse de nuevo firme contra la presión indebida. Es desconcertante que, inmediatamente después de su reunión, Netanyahu efervecentemente expresó la creencia que un acuerdo de paz podría alcanzarse en 12 meses. Esto es prácticamente imposible con su actual "socio de la paz" y no ayudara a su causa creando falsas expectativas. Pero igualmente, debemos apreciar que un primer ministro este obligado a tender puentes y demostrar que él está haciendo todo lo posible por cooperar con los objetivos a largo plazo de la administración americana, siempre y cuando no entren en conflicto con nuestros intereses basicos de seguridad.
Fuente: The Jerusalem Post
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