domingo, 25 de julio de 2010

Volver a Berlin........


responsable de la muestra.
Audio Eltestimonio Anita Weinstein, curadora de la muestra e hija de sobrevivientes, y Elio Kapszuk, curador.
1 de 2 Anterior Siguiente El edificio del museo más imponente de Berlín –esta mole revestida en zinc y titanio, imaginada por el arquitecto Daniel Libeskind– ofrece desde ayer testimonio y tributo a la sexta población judía más numerosa del mundo: se alude a los pioneros judíos argentinos que escapaban de la muerte y la miseria, que se refugiaban de los pogroms rusos, que se salvaban de los campos de exterminio nazi. Se asentaron en pequeñas poblaciones rurales en Santa Fe y Entre Ríos, y en las grandes ciudades. Ahora, en el Museo Judío de Berlín, la muestra Vida judía en la Argentin a los hace hablar con símbolos, sin golpe al corazón, con ideas conceptuales que se plasman en el espacio.

Es la primera de una serie de doce exposiciones que prologarán la participación del país como invitado de honor en la Feria del Libro de Frankfurt, en octubre.

“No es casual ni anecdótico inaugurar esta muestra a pocos días de que sonara la sirena que evoca el atentado a la AMIA”, dijo ayer, en el acto de inauguración, Magdalena Faillace, responsable de la organización de esa presencia argentina en la feria del libro más importante del mundo. “Un museo de la memoria –agregó Faillace– es la manera de hacer comprensible el pasado de terror a las nuevas generaciones”.

Sentados en el público que la escuchaba estaban el Presidente de la AMIA, Guillermo Borger, la Directora Adjunta del Museo Judío de Berlín, Cilly Kugelmann, y Juergen Boos, director de la Feria del Libro de Frankfurt, entre muchas otras personas.

Guillermo Borger también fue contundente: “La mejor forma de responder a los intentos de destrucción –dijo– es con más vida y con más creatividad”.

Los curadores de esta muestra –Anita Weinstein y Elio Kapszuk– la imaginaron como un retorno de los expulsados a Europa : vuelven a través de los nombres de sus hijos y sus nietos, convertidos en “personalidades destacadas” –Kapszuk– a las que la muestra tributa exhibiendo libros en su honor y placas –si están muertos– devenidos en objetos de museo. Sus padres y abuelos, o ellos mismos en el caso de los ancianos, escapaban y, ahora, en la antaño capital de la Europa nazi, dan cuenta de méritos y triunfos y del “anhelo letrado” –se postula aquí– que caracteriza al pueblo judío.

Las instalaciones recrean con pocos elementos la persistencia, el exilio y el martirio, también en el nuevo territorio, el de la dictadura militar y los atentados a la Embajada de Israel y, después, de la AMIA.

En la más emotiva de las obras de Vida judía… – Vereda de la memoria – las masacres conviven sin tiempo ni espacio geográfico a través de la suma de placas que, más acá del acontecimiento, testimonian el dolor, el vacío y la intención de mantener vivo un recuerdo en un sentido esencial.

Vereda de la memoria ocupa un largo pasillo en el que se amontonan placas alusivas a víctimas del nazismo, el atentado a la AMIA y la dictadura militar argentina, que tienen en común la manera de honrar a los muertos. Una vereda enfrentada permite incorporar un papel con el nombre de un ser querido a la placa vacía. “Para que así –dice Kapszuk– la construcción de memoria se convierta en una obra colectiva”.

La insistencia sobre el libro compensa a esos otros que fueron destruidos durante las quemas del régimen totalitario; en Librería del Bicentenario , se apilan 200 ejemplares dispuestos sobre una posible mesa de saldos, cada uno dedicado a una celebridad de la literatura, el periodismo, las artes plásticas y el teatro, en espectro variopinto que tiende puentes entre Cecilia Roth y la especialista en ortopedia Sara Satanowsky. ¿Criterio para el eclecticismo? “No se eligieron judíos famosos sino pioneros o personalidades que generaron escuela en sus respectivas disciplinas”, aclara Kapszuk, elegido por el Comité Frankfurt 2010-–que preside Faillace– y la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA).

Columnas de Apuntalamiento se compone de tres columnas de libros que van desde el piso al techo, y “que están apuntalando y sosteniendo simbólicamente al museo”, define Kapszuk. La elección de tres columnas como soportes de identidad y memoria, recrean una cita del Talmud: “Sobre tres pilares se sostiene el mundo...” En la capital europea actual, de una vitalidad explosiva, “Vida judía …” reserva uno de sus clímax a la obra Biblioteca Subterránea II , cuyo efecto óptico –provocado por un juego de espejos– proyecta al infinito hileras de estantes colmados de libros, lo que se opone desde el presente a la descomunal quema de libros de 1933 a manos de furibundos nacionalsocialistas. En la plaza August Bebel Platz una escultura del israelí Micha Ulman se refiere a lo mismo, la barbarie, pero con anaqueles vacíos. Aquí, se responde con optimismo: vuelven a los estantes ilusorios ejemplares perdidos.

(Colaboró Juan Matias Schüttenberg

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