Suele suceder que un Rab de los grandes del Am Israel se pronuncia sobre algún tema específico, y sus palabras son calificadas como dudosas, pues el grueso del pueblo no opina de esa manera. Pero luego, el tiempo le da la razón al Rab. Y nadie puede explicarse como uno solo pudo haber visto las cosas mejor que tanta gente junta.
El Rab Menajem Mendel Shulsinger Shelit’a explicó esta situación mediante un ejemplo que escuchó del Gaón (eminente) Rab Iejeskel Abramsky ZTz`L:
Imaginemos a una persona que está para a 100 metros de determinado punto, y le preguntan qué es lo ve. Este hombre, como su vista no es tan aguda, responde que no puede distinguir absolutamente nada. Viene otro y dice que, aunque ve un poco mejor que el primero, tampoco puede identificar claramente lo que hay a esa distancia. Y así desfilan uno tras otro, vario hombres que ni acercándose al punto en la mitad de su distancia pueden decir claramente que es lo que tienen delante. Al final, llega una persona con una vista prodigiosa, y a la distancia de 100 metros describe correctamente y con detalles lo que se le presenta a lo lejos.
Analicemos bien: si ponemos a todos juntos a mirar el lejano punto, ¿por el hecho de estar juntos, llegarían a ver lo que vio el que ve mejor que ellos? No. Así sean millones, si carecen de agudeza visual, no verán lo que uno solo alcanzará a divisar claramente.
Lo mismo sucede con nuestros grandes Jajamim: no debe sorprendernos el hecho que ellos vean la realidad, mientras las grandes masas crean que sus palabras carecen de fundamento porque esa realidad no parece tan clara a los ojos de la gente. Ellos ven mejor que cualquiera, porque la Torá aclara la “visión” de los hechos, y nadie que no esté a la altura espiritual de ellos entenderá de un principio sus palabras. Pero el Am Israel se mantiene fiel a sus conductores, y sabe que cuando ellos se pronuncian sobre cualquier aspecto de la vida, aunque este pronunciamiento aparezca como ilógico, igualmente obedece.
(Ialkut Lékaj Tob – Shofetim)
EL SECRETO DE LA FELICIDAD
Cuando una persona tiene emuná (fe en la existencia de HaShem), además de cumplir varias Mitzvot (preceptos) de la Torá, siente una inmensa tranquilidad moral y espiritual en su vida.
La persona que sabe fehacientemente que HaShem es el Creador del mundo y es el único que lo conduce… La persona que sabe que HaShem es el que maneja y vigila, total e individualmente a todas sus criaturas, sin excepción; sea mineral, vegetal o animal… La persona que está convencida de que no va a acceder sino a lo que le corresponde y no le va a tocar nada de lo que no es de ella… La persona que entiende que ni siquiera pude mover un dedo si es que no le dan permiso para ello desde el Cielo… Esta persona, vivirá feliz permanentemente. Esta persona, se salvará de muchos males y problemas…
¿Cómo es la mente humana respecto a los hechos de HaShem? El Rab Jaim Sofer Shelit’a describe este tema con un ejemplo: Un padre y un hijo viajan en un tren. Como es costumbre en la mayoría de los niños, el hijo se siente del lado de la ventanilla. El pequeño, que se subió a un tren por primera vez, se queda asombrado cuando el convoy adquirió velocidad.
-¡Papá, papá! ¡Mira que cosa increíble!- dice el niño- ¡las casas y la gente de la calle van para atrás a una velocidad impresionante..!
-No. Hijo mío- trata de explicarle el padre- todo lo que tu miras está en su lugar, detenido. Lo que está moviéndose es el tren. Pero como tu estas dentro de él, te parece que lo que está afuera va para atrás…
-¿Por qué me dices eso, papá? ¡No quieras engañarme! ¿Acaso no lo estoy viendo yo con mis propios ojos?
Y así se suscita una “discusión” entre el padre e hijo. ¿Quién tiene la razón? ¡Claro que el padre! Aunque el niño estaría dispuesto a jurar que lo que ve es claro; que lo que va para atrás es lo que está afuera, nosotros sabemos que él esta juzgando desde su punto de vita, y por eso se equivoca.
Lo mismo ocurre con la mente humana. A veces aparecen ciertos acontecimientos o situaciones que las juzgamos como ilógicas o injustas y solemos pensar que HaShem, jalila (“¡imposible!”), no se condujo como debía hacerlo. ¡Pero todo eso es porque nuestra mente, en relación a los hechos, es como la un pequeño al lado de su padre! (la persona) a veces cree tener la más razón que su padre (HaShem), cuando es este último quien percibe la realidad tal cual es.
Si la persona tiene Emuná… Si sabe que todo que HaShem hace es para bien; que es justo y verdadero… Esta persona nunca se cuestionará los hechos que la rodean y habrá encontrado el secreto de la vida feliz.
(Lakajat Musar 51)
(“HAMAOR”; Tomo 2; Kolel MAOR ABRAHAM-KÉTER TORÁ; Ediciones HAMAOR-MÉXICO;