viernes, 31 de agosto de 2012

EL ENEMIGO NÚMERO UNO DE LA PERSONA

Horario (Bs As) Encendido Velas de Shabat 31/Ago/12 18:19 Hs. - Motzaei Shabat 1/Sep/12 19:13 Hs. Parasha Ki Tetzé BS"D EL ENEMIGO NÚMERO UNO DE LA PERSONA El más grande enemigo de la persona se encuentra dentro de la misma persona, y es el Iétzer Hará. El Iétzer Hará se traduce como “instinto malo”, y no es otra cosa más que eso. El hombre nace y vive permanentemente con una inclinación a liberarse de la presión de ser una buena persona; de mejorar su calidad humana; de mantener una buena relación con sus semejantes, y de reconocer y servir a Su Creador. Esa inclinación, de alejarse del buen camino y de transitar por el equivocado, es el Iétzer Hará; el instinto malo. Existe también por supuesto, el otro instinto: el bueno; el que induce a la persona a comportarse correctamente. Este instinto bueno es el Iétzer Hatob. Los Jajamím del Talmud suelen ejemplificar estos instintos, comparándolos con seres abstractos que “hablan” con el hombre, tratando cada uno de ellos de convencerlo a seguir su “consejo”. En la Guemará (Masejet Berajot 5:) está escrito: “Siempre la persona debe tratar de que su Iétzer Hatob prevalezca sobre su Iétzer Hará. Si (el Iétzer Hatob) pudo vencer al Iétzer Hará, bien. Si no, que se ponga a estudiar Torá. Si así pudo vencerlo, bien. Si no, que recite Shemá Israel. Y si aún así el Iétzer Hatob no pudo vencer al Iétzer Hará, entonces que recuerde el día de su muerte. De esta manera, seguramente el Iétzer Hatob dominará al Iétzer Hará”. Para entender mejor este párrafo del Talmud, imaginemos la siguiente situación: Hay dos parejas de socios, en las que uno de ellos le robó al otro. En una sociedad, el que sufrió el robo le reclama a su socio duramente. Y aunque sabe que ya no recuperara lo sustraído, por lo menos tiene la esperanza de que dicho reclamo sirva para advertirle al socio que ya no vuela a incurrir en otro acto desleal. En otra sociedad, cuando el afectado se da cuenta de que le faltó dinero, se dirige al otro. Y éste, con todo cinismo, no solo no se muestra arrepentido, sino que declara fidelidad a su socio, y comienza a darle explicaciones diciéndole que su actitud no tenía ninguna intención de perjudicarlo; que lo que él hizo fue para tratar de obtener ganancias para la sociedad, pero que no le resultó. Y cuando las palabras salen de su boca, ya está tramando la próxima estratagema para robarle nuevamente. El Iétzer Hará es el “socio desleal”. Su próxima misión e intención, es hacer caer a la persona en el pecado y alejarlo del cumplimiento de las Mitzvot de la Torá. A veces la persona vence a su Iétzer Hará porque reconoce que lo que hizo estuvo mal y ya no lo volverá a hacer. Pero otro veces el Iétzer Hará se comporta como el socio desleal del segundo ejemplo: Le hace creer a la persona que lo que hizo no estuvo tan mal; que su intención era cumplir una Mitzvá (una buena acción; un Precepto de la Torá), y entonces la persona ya no ve al Iétzer Hará como tal. Quizás hasta lo confunde con el Iétzer Hatob… Por eso la Guemará nos trazó la estrategia que hay que utilizar para vencer al Iétzer Hará: El primer paso es estudiar Torá. Está escrito en el Midrash Rabá (Perasha Nasó) que cuando el Iehudí estudia Torá, adquiere un Zejut (Merito) que le permite salvarse de caer en las trampas que le tiende el Iétzer Hará. Si no puede vencerlo, que trate con la segunda estrategia: Leer Shemá Israel, pues mediante esa lectura el Iehudí recibe sobre sí el “Yugo del Reino Divino”. Y si solo teme al Todopoderoso, ya nada temerá de lo que pueda hacerle el Iétzer Hará. El tercer y último recurso es acordarse del día de la muerte. Cuando el Iehudí se mentaliza que llegará el día que deberá rendir cuentas frente al Juez Supremo, entonces todas las malas cualidades que aprendió del Iétzer Hará se desvanecen. La persona sabrá que frente a HaShem de nada le servirá la vanidad; el orgullo; el interés y otras cosas más, y vencerá a su mal instinto. Eso es lo que está escrito en la Perasha: “Cuando salgas a la guerra enfrentando a tu enemigo…”, que no es otro que el Iétzer Hará, recibirás ayuda del Cielo y “te lo entregará HaShem, Tu D”, en tu mano…” (Debarim XXI 10) (Jafetz Jaim Al Torá – Ki Tetzé) EL PRECIO DE UNA BERAJÁ MUY EFECTIVA Un aldeano Iehudí, que llevaba caso con una mujer más de diez años, recibía constantemente los “consejos” de sus allegados de divorciarla y casarse con otra, pues no había podido tener hijos con ella. El hombre se resistía a tomar semejante medida, pues pensaba que también él formaba parte de esa pareja, y resultaba injusto endilgarle la culpabilidad sólo a su esposa, a quien amaba. En una ocasión, recibió en su humilde casa a un Jasid, alumno del Admu’r Rabí Israel MiKoznitz, y le contó sus penurias. -Hazme caso y no te arrepentirás- le dijo el Jasid al aldeano luego de escucharlo-. Vete a la casa de Rebbe y pídele una Berajá para ti y para tu esposa. Ya van varias oportunidades en que las parejas estériles lograron procrear mediante sus plegarias. Sin perder tiempo, el aldeano y su esposa se dirigieron a la casa del Rebbe. Cuando estuvieron frente a él le contaron su problema. El Admu’r se quedó pensativo, y luego habló: -Bueno. Si ustedes quieren me Berajá, deberán primero poner en esta mesa la cantidad de cincuenta y dos monedas. Pues la suma de los valores numéricos de la palabra Ben (hijo), suma cincuenta y dos… -¡Cincuenta y dos monedas! –Exclamó asombrado el aldeano mientras miraba a su esposa -¡Es mucho para nosotros!. –Le preguntó luego al Rebbe: -¿No podría hacernos una rebaja? ¿Quizás diez…? -He dicho cincuenta y dos y ni una menos – interrumpió el Rebbe – Y si no las consigues, no te daré mi Berajá. Sin otra alternativa, el aldeano salió a pedir prestada la cantidad de dinero solicitada. Un poco más tarde, aparece nuevamente en la casa del Rebbe y trae una bolsa, la cual deposita sobre la mesa. -No pude conseguir más que veinte monedas, Rebbe… -Parece que no entendiste: Te dije cincuenta y dos. Y si no las tienes, no cuentes conmigo. El aldeano se volteó y le dijo a su esposa, resignado: -Bueno. En vista de que no podemos obtener la Berajá del Rebbe, alcemos nuestros brazos al Cielo y pidámosle nosotros mismos a HaShem que nos ayude… - a lo que la mujer asintió con la cabeza. Cuando la pareja se estaba retirando, el Rebbe los llamó. -¿Ya ves? – le dijo la esposa al aldeano, por lo bajo –El Rebbe nos va a bendecir por la cantidad de monedas que tenemos… -Guárdate el dinero – le dijo el Rebbe al aldeano, que tenía su mano extendida hacia él, con la bolsa de monedas – Nunca quise ni siquiera una sola de tus monedas. Lo que pasa es que tu solo confiabas en mi Berajá, que yo gustoso te voy a dar. Pero lo que yo también quise es que ustedes mismos confíen en HaShem. Y que sepan que es Él quien quita y quien otorga. Ahora, después de esto, deseo y estoy seguro que verán cumplido sus anhelos. Y así fue. La pareja logró procrear, más que por la Berajá del Admu’r, por la inteligencia de éste, que les insufló confianza en sí mismos. (Parperaot Latorá – Ki Tetzé) (“HAMAOR”; Tomo 2; Kolel MAOR ABRAHAM-KÉTER TORÁ; Ediciones HAMAOR-MÉXICO;