domingo, 24 de marzo de 2013

El beso del persa

El beso del persa Por Julián Schvindlerman Comunidades – 19/3/13 Arribado a Caracas para despedir a su amigo y aliado venezolano, el presidente iraní Mahmoud Ahmadinejad desplegó una exhibición: besó el féretro, se llevó la mano al corazón, se sentó en su silla, sacó un pañuelo y se lo llevó a sus ojos. “No cabe duda de que Chávez resucitará junto con Jesús y el Impecable” había afirmado antes, aludiendo al Imán Mahdi del chiísmo. Entonces él “ayudará a establecer la paz, la justicia y la bondad”. Su gobierno decretó un día de duelo nacional en Irán por su fallecimiento. Delegaciones de cincuenta y cuatro países y treinta y tres mandatarios asistieron al funeral de Hugo Chávez. A medida que se acercaban a dar el saludo final, todos fueron aplaudidos. “Pero Ahmadinejad fue el más ovacionado, con casi todos los asistentes de pie” reportó el diario La Nación. En Teherán, mientras tanto, Ahmadinejad estaba siendo cuestionado. Varios clérigos acusaron al presidente de sacrilegio, pues el asunto del retorno de las almas y el imán Mahdi rara vez es discutido en público, aún entre las autoridades sacerdotales chiítas más autorizadas. “¿Quién eres tú para decir esas cosas?” le espetó el conocido clérigo Hojatoleslam Gharaati Mohsen en un discurso reproducido en medios locales. "Esto demuestra hasta qué punto una persona puede ir cuando ha abandonado la religión y el libro de Dios." De todos los líderes latinoamericanos, Hugo Chávez ha sido el mejor anfitrión de Irán. Fue él quién abrió las puertas de América Latina al régimen Ayatollah y a Hezbollah, dando una pátina de legitimidad política a una tiranía atroz y a un grupo terrorista peligroso. Chávez viajó trece veces a Teherán y su contraparte le correspondió con media docena de visitas a Caracas. Su colegialidad era mística. En el 2009, Ahmadinejad llevó a Chávez a la ciudad santa de Mashhad y lo hizo ingresar al santuario del Imán Reza, normalmente vedado a los no musulmanes. Salvo por su membresía en la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), Irán y Venezuela no tienen mucho en común; ni geográficamente, ni religiosamente, ni culturalmente. Pero desde el ascenso de Chávez y Ahmadinejad al poder, políticamente forjaron una alianza fortísima que relacionó a ambas naciones en un comercio bilateral multimillonario. En 2004 el volumen de negocios entre ambos países apenas rozó el millón de dólares; cinco años después solamente el valor de los emprendimientos y proyectos de firmas iraníes en el país caribeño rondaba los cuatro mil millones de dólares. Comparten unos setenta acuerdos de joint-venture valuados en alrededor de diecisiete mil millones de dólares. Sumado a los acuerdos económicos firmados a lo largo de los años, tienen muchas otras áreas de cooperación. Existe un vuelo transoceánico entre Teherán y Caracas que no es comercialmente rentable, no admite pasajeros comunes y no está sujeto a control aduanero regular. Algunas universidades venezolanas enseñan farsi. Fábricas iraníes fueron montadas en zonas rurales remotas y son custodiadas exclusivamente por iraníes. Ostensiblemente dedicadas a la fabricación de bicicletas o tractores, fueron ubicadas en regiones ricas en uranio o minerales determinados. Chávez, debe recordarse, fue premiado por Ahmadinejad por apoyar su programa nuclear. En mayo del 2011, el diario alemán Die Welt informó que Irán estaba construyendo bases lanzadoras de cohetes en la Península de Paraguaya; ese mismo el The Arab Times reportó que ciudadanos de Kuwait, Bahrein y Arabia Saudita estaban siendo entrenados en Venezuela en el armado de bombas, comisión de asesinatos, secuestros y transporte de rehenes por integrantes de las Guardias Revolucionarias iraníes. En el 2010, líderes de Hamas, Hezbollah y la Jihad Islámica Palestina se reunieron con Hugo Chávez en los cuarteles de la Inteligencia Militar venezolana en Caracas. La isla Margarita, otrora paraíso turístico, se ha convertido en zona de entrenamiento de operativos islamistas. En 2008, Washington definió al diplomático venezolano apostado en Damasco y Beirut, Ghazi Nasr al-Din, como agente de Hezbollah, en tanto que Nawaf Musawi, director de relaciones internacionales del Hezbollah, participó ese mismo año en al menos un evento en la embajada venezolana en Beirut en conmemoración del fracaso de un golpe de estado contra Chávez, quién, a su vez, fue el primer líder mundial en felicitar a Ahmadinejad por su victoria electoral en el 2009, la cual fue considerada fraudulenta por gran parte de la población iraní y familia de las naciones. Un simpatizante de Hezbollah de ascendencia siria, Tarek el-Aissami, fue el responsable de la agencia de pasaportes venezolana, ministro de justicia e interior y vice-canciller; su padre ha alabado públicamente a Sadam Hussein y a Osama Ben-Laden y su hermano ha estado asociado en el negocio de la droga a Walid Makled, un traficante sirio-venezolano. El pasado enero Tahmasb Mazaheri, ex presidente del Banco Central de Irán, fue detenido en el aeropuerto de Dusseldorf en Alemania, procedente de Turquía, portando un cheque de un banco estatal venezolano por un monto de setenta millones de dólares (trescientos millones de bolívares) sin haberlo declarado. El señor Mazaheri es además uno de los directores del Banco Internacional de Desarrollo (BID), institución financiera iraní asentada en Caracas, que es a su vez una filial del Export Development Bank of Iran (EDBI). Ambas entidades están sancionadas por el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos por su rol en el apoyo financiero al Ministerio de Defensa de Irán. Estos son apenas unos pocos ejemplos de la interrelación poco santa entre Venezuela e Irán. Pero son suficientes para ofrecer una idea de la magnitud que ha alcanzado este vínculo cimentado durante años de cooperación económica, camaradería política y fraternidad ideológica. Es natural que el líder persa haya llorado ante el cuerpo de Hugo Chávez.