jueves, 16 de octubre de 2014


 
 
El Santo Padre sigue fiel a su frase de cabecera de siempre: "El silencio es salud". Pero una actitud despreciativa de Maradona le cierra las puertas de Roma ¿Habrá otra chance?

Todo el universo interreligioso aplaudió hasta enrojecer las palmas cuando el Papa Francisco llamó a una jornada de oración por la paz a las máximas jerarquías del Islam y el judaísmo. Fue el gran acierto del jefe del Vaticano para poner paños fríos a una guerra macabra, como toda guerra, en Gaza.

Pocos días más tarde se produjo el milagro, un alto el fuego y negociaciones que hasta ahora rinden los frutos esperados. Hay que hacer mucho de aquí en más para que la paz sea duradera. Pero Roma dio el primer paso y el milagro se hizo realidad.

Después Francisco organizó el partido de fútbol para que compartieran el mismo césped jugadores de todos los credos y países.

Ahí quizás pifió al no darse cuenta que Diego Maradona es incontrolable, desubicado y sin el mínimo sentido de la ocasión. Llamarlo "Francisquito" aunque no fuera peyorativo sonaba fuera de contexto.

Pero el Santo Padre avanzó igual y después vino la intolerancia en su máxima expresión. Maradona se negó a saludar a los futbolistas judíos en un gesto que no condecía con el sentido de la convocatoria.

La pregunta obvia no tiene respuesta en el mundo de la normalidad. Si era una jornada deportiva por la paz, y a Diego no le caen en gracia los judíos (eran deportistas, no soldados de Israel), ¿para qué acepto la invitación si justamente el sentido de la misma era intercambiar abrazos y tolerancia?

Francisco lo dejó pasar, no intervino, no condenó la actitud desubicada de Diego. Lo podría haber hecho con la autoridad que le concierne por ser una de las máximas voces que se alzan contra la intolerancia y las guerras.

En la Argentina, ninguna autoridad católica -ni civil ni eclesiástica- quiso opinar y es lógico. El jefe máximo es Francisco, y aquí nadie quiso ser más papista que el Papa (nunca mejor aplicada la frase histórica).

Pero hace horas, un integrante que pisa fuerte en los alrededores de quien fuera el Cardenal Bergoglio, le confidenció a DV: "Francisco se pasa de buenazo, tendría que haberle marcado territorio a Maradona porque el exabrupto del desprecio a los jugadores judíos supera cualquier límite. Pero aunque no lo diga en público, lo sabemos en privado. No habrá más convocatorias ni presencia oficial de Maradona en el Vaticano. Si quiere concurrir como uno más a las jornadas públicas en Roma lo puede hacer como cualquiera... pero audiencias y esas cosas no. El protocolo vaticano se enardeció y mucho contra el 10".

Aprovechando la ocasión le preguntamos a nuestro interlocutor si sacarle el crédito a Diego no era contradecir la enseñanza de Jesús, cuando dijo "si te abofetean una mejilla, debés poner la otra" y no responder con cachetazos.

La respuesta fue rápida y furiosa. Se nos dijo que Francisco pasó por alto todas las antiguas críticas de Maradona hacia el Vaticano, "eso fue poner la otra mejilla, pero negarse a saludar a los jugadores judíos en una jornada interreligiosa es una provocación de ignorantes. Cuando Maradona deje de serlo puede que vuelva a tener las puertas de Roma a su disposición".

Y nos convenció que darle el "game over" no era una sanción sino una forma de hacerlo entrar en razones. Discriminaciones en el Vaticano jamás serán toleradas. (DV)

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