Y si hablamos de pecados, seguro que minimizar los riesgos por parte de quienes deben velar por nuestra seguridad es uno grande y temerario. Me refiero a las recientes declaraciones del jefe del área de terrorismo internacional del Centro Nacional de Coordinación Antiterrorista español, Juan Carlos Marín, quien aseguró que el grupo terrorista Estado Islámico no tiene capacidad para atentar en nuestro país, aunque a medio plazo sí podría tenerla. Seguramente se refiere a que no podrían traer aquí sus tanques y otras armas pesadas, incluso que no podrían adquirir tan fácilmente dinamita como lo hicieron los perpetradores de los atentados del 11 de marzo de 2004 en Madrid. Lo que llama la atención es que un experto de su categoría y responsabilidad ignore el verdadero peligro de esta nueva variedad del terrorismo, a la que le vale un simple cuchillo y una mente zombi para inundar de sangre las alcantarillas de nuestras ciudades (y del mundo occidental, en general).
También es pecado prostituir el lenguaje para amoldarlo a los programas políticos electoralistas, como en la reciente visita a Washington del Primer Ministro israelí Netanyahu, cuando la Casa Blanca describió como “asentamiento” a siete viviendas en un barrio de la capital del país y “colonias” a la puesta en marcha de un plan urbanístico aprobado hace varios años. O, ya de vuelta en nuestro país, la práctica habitual de convertir a Israel siempre en sujeto de la oración, aunque sea el objeto de una acción, en titulares del tipo “Israel mata a dos palestinos (en respuesta al asesinato y secuestro de tres adolescentes)” o “Israel rompe la tregua (después de recibir 50 misiles)”, siendo los textos en paréntesis los subtítulos o parte ya del texto de la noticia.
También pecan de doble rasero aquellos que hacen ahora la vista gorda a la muerte de civiles y niños, y a la utilización de drones, ante el ataque al Estado Islámico en Irak y Siria, como si las decapitaciones del califato fueran distintas de las de Hamás o aún de las de los yihadistas que acabaron así con el periodista Daniel Pearl en Pakistán. Y pecan los que, a sabiendas y siendo testigos directos de crímenes de guerra no sólo callan, sino que escudan su cobardía denunciando al otro, que casualmente siempre es el mismo.
Para todos ellos, la expiación no llegará simplemente porque lo marque el calendario o excusándose en supuestos desconocimientos, sino cuando sean capaces de reconocer de corazón no ya sus errores (que de esos nadie se salva), sino sus fallos por interés (profesional, político, económico, da igual).
Shabat shalom y Gmar Jatimá Tová (Que sean inscritos en libros de larga vida)
Jorge Rozemblum
Director de radio sefarad
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