viernes, 11 de noviembre de 2011

Vaierá(Génesis 18-22)

Vaierá(Génesis 18-22)
El Valor de un Consejo
“Y Dios se le apareció en las planicies de Mamre” (Génesis 18:1)

El Midrash relata que cuando Dios le ordenó a Abraham que él y todos los hombres de su casa se circuncidaran, Abraham pidió consejo a sus tres aliados – Aner, Eshkol y Mamre. Aner le dijo que el brit lo debilitaría y lo volvería vulnerable al ataque de los parientes de los cuatro reyes a los que recientemente había vencido. Eshkol enfatizó que la operación misma, con la concomitante pérdida de sangre, presentaba un riesgo de vida. Mamre, sin embargo, le dijo a Abraham que habiendo experimentado la salida del horno del rey Nimrod y la milagrosa victoria sobre los cuatro poderosos reyes, él debía confiar en Dios y seguir Su orden. Por este consejo, Mamre fue recompensado por Dios apareciéndose a Abraham en su propiedad – “en las planicies de Mamre”.

Hay varias dificultades con este Midrash. Más importante aún, ¿por qué sintió Abraham la necesidad de buscar consejo sobre si cumplir o no con una orden de Dios? Y si necesitaba consejo, ¿Por qué no fue a la Ieshivá de Shem y Ever, en vez de preguntarle a Aner, Eshkol y Mamre? Y si dos de tres enfatizaron el peligro involucrado, ¿por qué escuchó Abraham a Mamre, que enfatizó la necesidad de confiar en Dios? Finalmente, ¿por qué fue Mamre recompensado por dar a Abraham un consejo obvio, en vez de Aner y Eshkol castigados por tratar de disuadirlo?

Para responder estas preguntas, primero debemos entender la esencia de la amistad y el valor de un amigo. Los sabios enseñan que antes de que Dios creara al hombre, Él primero consultó con los ángeles. De esto aprendemos que uno debe pedir consejo incluso a aquellos de un nivel espiritual inferior. De forma similar, los comentaristas en Pirkei Avot (1:6) comentan sobre la enseñanza “…adquiere un amigo para ti” – incluso uno de nivel espiritual inferior.

Pero, ¿por qué debe una persona pedir consejo a un amigo inferior a él?

La perspectiva de cada uno es altamente subjetiva y parcial en relación a todos los temas que le conciernen a sí mismo. Sus deseos enceguecen sus ojos ante cualquier otra cosa fuera del objeto de sus deseos y evitan que sopese lo pros y los contras de forma objetiva. Por esta razón, dice el Meiri en su comentario a Proverbios (20:18), uno necesita la perspectiva de alguien que no esté influenciado subjetivamente y no se le nuble la visión, alguien que pueda considerar la situación sin tener que luchar contra un tumulto de fuertes deseos. Un amigo no necesita estar en un nivel superior, ni incluso en uno tan alto, para dar un valioso consejo; sólo debe estar libre de deseos específicos que lo incapacitan de ser objetivo.

Tan importante es un consejo objetivo que Rabeinu Yona (Shaarei Teshuvá 3:53) aprende que la prohibición, “No pongas un obstáculo delante de un ciego”, aplica no sólo a dar un mal consejo, sino que requiere que nosotros demos un buen consejo. Privar a alguien de un consejo objetivo es en sí mismo poner un obstáculo delante de él. Sin ese consejo, él ciertamente se va a equivocar.

El Rashba en su responsa (1:48) va un paso más allá. Incluso si alguien ya tomó una decisión definitiva, dice el Rashba, aún así debe buscar el consejo de otros, dado que no sólo es importante la acción sino también los sentimientos y las intenciones que la acompañan.

El propósito del consejo de un amigo es dar una visión objetiva sobre el tema que se trata. Por eso el amigo no debe introducir sus propios prejuicios, emociones y subjetividad. Su tarea no es imaginarse a sí mismo en ese dilema, sino preguntarse, “Si yo fuera él, sin sus prejuicios subjetivos, ¿qué haría yo?”.

Abraham nunca dudó acerca de cumplir la orden de Dios en relación al brit. Sin embargo, aún así buscó consejo de sus tres confederados para tener una visión más objetiva de su situación, tal como el Rashba dice que uno debería hacer. Y Abraham fue precisamente donde aquellos que podrían ponerse a sí mismos en su situación, porque ellos mismos habían experimentado un brit. Como Aner, Eshkol y Mamre habían forjado una relación con Abraham, ellos tenían el potencial de relacionarse al concepto de brit.

Aner y Eshkol no le dieron mal consejo. De hecho, el Midrash nunca dice explícitamente que ellos le aconsejaran no realizar la mitzvá. Más bien, ellos consideraron lo que ellos harían si se enfrentaran a una orden similar y aconsejaron a Abraham de acuerdo a eso. Al enfocarse en los peligros involucrados, ellos en efecto, le aconsejaron a Abraham que realizara la mitzvá con esos miedos presentes en su mente. Este no era un mal consejo, sino que no era un consejo del todo, porque ellos fallaron en ponerse en la posición de Abraham sin sus prejuicios y su subjetividad.

Mamre, en contraste, se puso en el lugar de Abraham y lo aconsejó en base al marco de referencia y la experiencia de protección Divina de Abraham. Por lo tanto, los pensamientos de Abraham mientras se llevaba a cabo el brit se centraron en la fe y la confianza de que Dios lo ayudaría a cumplir este mandamiento, tal como Él lo había ayudado a lo largo de toda su vida.

Por liberarse de su propia perspectiva subjetiva, Mamre fue recompensado con Dios apareciendo en sus tierras. Objetividad es la precondición para reconocer la verdad, es decir, el reconocimiento de Dios mismo.

A través de la revelación de Dios a Abraham en las planicies de Mamre, aprendemos que recibir invitados es más grande que recibir la presencia de Dios, porque Abraham interrumpió su reunión con Dios para correr a recibir a los tres ángeles disfrazados de hombres. Entretener a los invitados requiere consideración por las necesidades del otro y deshacerse de la propia subjetividad. La habilidad de obtener objetividad permite la percepción de la verdad de lo Divino constantemente. Por eso, la habilidad de tratar adecuadamente a los invitados es superior a una revelación única de la presencia de Dios.

Rezamos tres veces al día, "Restituye a nuestros jueces como en los tiempos pasados y a nuestros consejeros como al comienzo…”. Que todos merezcamos ambas, recibir y proveer consejos objetivos para que podamos vivir nuestras vidas de acuerdo a los principios de justicia que establecieron nuestros jueces de antaño. Y de esa forma, “…Dios va a quitarnos la aflicción y los quejidos”.

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