Siria fuera de control
Por Julián Schvindlerman
Infobae.com – 29/7/12
Para contemplar: Homs, Deraa, Hama, Idlib, Damasco, Alepo y otras ciudades están en llamas. La Cruz Roja ha declarado que la crisis en Siria ya puede ser definida como una guerra civil. Alrededor de diecisiete mil sirios han muertos y cientos de miles se han convertido en desplazados internos o refugiados en países vecinos. El gobierno de Damasco amenazó con usar armas químicas. Israel advirtió que no permitirá que armas de destrucción masiva sean entregadas a Hezbollah en el Líbano. Teherán lleva meses invirtiendo capital político y militar en defensa de su aliado Bashar al-Assad. Ramallah ha intercedido por el bienestar de la comunidad palestina en Siria, tradicionalmente leal al régimen. Arabia Saudita y Qatar están profundamente involucrados dando respaldo logístico a los rebeldes. Mientras que el Líbano e Irak padecen de luchas sectarias exportadas desde Siria, Jordania y Turquía están abultadas de refugiados. Pekín y Moscú protegen a Damasco en el foro de las Naciones Unidas y Hezbollah proclama su respaldo al clan Assad. Los Estados Unidos y Europa permanecen virtualmente estancos, prefiriendo evitar riesgos y esperando que la situación se estabilice.
Pero no se estabilizará por sí sola. Todas las razones invocadas para no intervenir militarmente en Siria en los meses pasados -que ello generaría más víctimas, que fomentaría una guerra civil, que causaría la dispersión del armamento de destrucción masiva del régimen, que provocaría la expansión del conflicto hacia el resto de la región- trágicamente se han materializado aún sin la operación militar. Con un agregado. “Nuestra gran esperanza es formar un estado islámico sirio-iraquí para todos los musulmanes”, declaró días atrás un miembro de Al-Qaeda desde Irak, “y luego anunciar nuestra guerra contra Irán e Israel, y liberar Palestina”. Al menos doscientos terroristas de Al-Qaeda ya están en territorio sirio trabajando por ello. Libradas al azar, las cosas no tienden a mejorar en el Medio Oriente.
Ciertamente, la ausencia de liderazgo tiene sus costos y sus consecuencias. El punto de inflexión en Libia ocurrió cuando Muhamar Gaddafi anunció que perseguiría a los opositores “calle por calle, casa por casa” y cuando su presuntamente sofisticado hijo, Saif al-Islam, afirmó que en 48hs Benghazi sería aniquilada. El momento similar equivalente en Siria pasó hace rato y cada nuevo día ofrece otra cuesta abajo cada vez más alarmante. Sin embargo, la doctrina llamada “responsabilidad de proteger”, aplicada con rigor en el contexto de la crisis en Libia, se detuvo ante los portones de Damasco.
Sí, el gobierno sirio sufrió embistes severos. El atentado contra oficiales de alto rango fue un golpe espectacular. Las deserciones de figuras prominentes -embajadores, parlamentarios, pilotos, generales, soldados y especialmente Manaf Tlass, comandante de la Guardia Republicana Militar- fueron notables. Los avances de la oposición fueron críticos. Pero Assad aún no ha caído. Puede que caiga mañana. Pero hoy él permanece en el poder con la capacidad de infligir un daño enorme todavía. Y aún si él fuese a desaparecer repentinamente, el caos en Siria no lo hará. El lío post-Assad padecerá la mixtura de lealtades y deslealtades de las comunidades alawitas, sunitas, kurdas, palestinas y cristianas; las aspiraciones de una oposición fragmentada; los intereses de múltiples actores internacionales estatales y sub-estatales; y, por sobre todo, la ley de las consecuencias no deseadas, que, hasta este momento, ha reinado con mayor supremacía que el propio Bashar al-Assad.
Analista político internacional, escritor y conferencista. Autor de Roma y Jerusalem: la política vaticana hacia el estado judío y Tierras por Paz, Tierras por Guerra