jueves, 7 de marzo de 2013

Opinión. ¿El antisemitismo venezolano morirá con Hugo Chávez?

Itongadol/AJN.- En los meses que precedieron al anuncio, por parte del gobierno venezolano, de la muerte de Hugo Chávez (al centro en la foto, cuando era joven) un tema dominaba el debate sobre el futuro político del país: ¿en qué medida el “chavismo” -un término que engloba el estilo autoritario de gobierno de Chávez y su ideología radical- sobrevivirá en la era post-Chávez? Es una pregunta especialmente pertinente para la comunidad judía de Venezuela, así como para el Estado de Israel. Durante sus catorce años en el poder, la política exterior de Chávez se basó en alianzas con algunos de los Estados más belicosamente antiestadounidenses del mundo, como Cuba, Irán y Siria. Inevitablemente, dada la estrecha relación entre los Estados Unidos e Israel, Venezuela se convirtió en la fuente de parte de la más incendiaria retórica antiisraelí escuchada en la última década y media. También inevitablemente, este antagonismo con Israel se extendió a una abierta hostilidad para con la decreciente comunidad judeovenezolana, que se vio caracterizada en el papel de una quinta columna que trataba de socavar la revolución bolivariana de Chávez. Ahora que Chávez ha partido de este mundo, ¿las tendencias acosajudíos del chavismo persistirán o amainarán? Por el momento, lamentablemente, hay pocas razones para el optimismo en este frente. Las organizaciones judías de los Estados Unidos que mantienen un estrecho contacto con la comunidad judeovenezolana señalan que, salvo algunos inesperados acontecimientos importantes, es improbable que haya otro éxodo masivo ahora que Chávez está muerto. El tamaño actual de la comunidad se estima entre las 7.000 y 9.000 personas, una enorme caída respecto del pico de 30.000 al comienzo de la era Chávez. El remanente que se ha quedado por el momento verá de cerca los acontecimientos políticos con la esperanza de que los sucesores de Chávez puedan adoptar un enfoque más pragmático y conciliador. “Es difícil predecir el futuro del antisemitismo en Venezuela”, me dijo Daniel Duquenal, el autor del principal blog disidente de Venezula. Si Nicolás Maduro, el actual vicepresidente y sucesor electo de Chávez, se convierte en el próximo líder de Venezuela -argumenta Duquenal-, hay pocas razones para creer que el antisemitismo se disipará. Maduro, un ex chofer de autobús, es un seguidor ortodoxo de Chávez, pero carece del toque carismático del fallecido “Comandante”. Ante esa debilidad, “las corrientes pro Irán y de exabruptos antiestadounidenses y antiisraelíes pueden desear usar el antisemitismo como ‘argumento’”, dijo Duquenal. Sammy Eppel, un importante activista judeovenezolano por los derechos humanos, percibe lo mismo. Los medios de comunicación venezolanos controlados por el Estado que han promovido el antisemitismo en el pasado continuarán haciéndolo “a menos que reciban una clara directiva en sentido contrario”, dijo Eppel. Eppel está particularmente preocupado por la afirmación de Maduro de que el cáncer que se cobró la vida de Chávez fue deliberadamente implantado. Al hacer esta bizarra declaración, Maduro, quien les dijo a los periodistas que una “comisión científica demostrará que el comandante Chávez fue atacado con esta enfermedad”, invocó explícitamente la muerte del líder de la OLP Yasser Arafat. Haciéndose eco de la insistencia de muchos palestinos acerca de que Arafat fue envenenado, Maduro dijo que, como Chávez, Arafat también fue “inoculado con una enfermedad”. Dijo Sammy Eppel: “La patraña de que el cáncer de Chávez fue inducido por alguna conspiración extranjera es inquietante”. Hasta el momento, Maduro no ha vinculado las acusaciones de envenenamiento con Israel o la comunidad judía local. Sin embargo, los temores a que pudiera hacerlo no pueden simplemente desestimarse como una paranoia. Especialmente en los últimos diez años se ha hecho visible un claro patrón de hostigamiento antijudío. En 2004 y nuevamente en 2007, los servicios de venezolanos seguridad allanaron instituciones judías; entre ellas, la escuela judía de Caracas y el centro comunitario judío Hebraica. Apenas el mes pasado, un sitio de Internet argentino reveló que el SEBIN, la agencia de inteligencia venezolana, había estado espiando el Espacio Anne Frank, un centro sin fines de lucro que usa las experiencias de Ana Frank con los nazis como base para sus programas de derechos humanos y tolerancia. Un informe del SEBIN afirmó que el centro “funciona como un brazo estratégico de la inteligencia israelí en el país (...) operando en el campo de la influencia sociopolítica subversiva a través de representantes de grupos sionistas de extrema derecha y élites económicos”. En un correo electrónico al servicio judío de noticias JTA, Paulina Gamus, la directora del Espacio Anne Frank, respondió francamente que “nos acusan de pertenecer al Mossad y a los servicios secretos israelíes sólo porque somos una institución que promueve el respeto por las diferentes religiones y culturas y tiene un componente judío, aunque todos somos venezolanos”. Los partidos de oposición de Venezuela, vilipendiados diariamente por el régimen como agentes de potencias extranjeras, también podrían proporcionar materia prima adicional para sostener la tendencia antisemita. Por el momento, Henrique Capriles, un devoto católico que señala orgullosamente los orígenes judíos de su familia, es visto como el probable candidato de la oposición si se llama a elecciones. Capriles, quien enfrentó a Chávez en las elecciones presidenciales de octubre pasado, en las cuales obtuvo un impresionante 44 por ciento de los votos, fue objeto de una febril campaña de murmuraciones antisemitas durante toda la contienda. Apenas la semana pasada, mientras Capriles visitaba a unos parientes en Nueva York, Maduro declaró: “Tengo todos los datos de dónde está exactamente en Manhattan, en Nueva York, en este momento”. No se necesita gran imaginación para especular que Maduro acusará a Capriles de haber tenido otros motivos para viajar a los Estados Unidos. Por otro lado, dijo el bloguero Daniel Duquenal, si el principal rival de Maduro, Diosdado Cabello, un pudiente empresario con fuertes lazos con los militares venezolanos, prevalece como el candidato preferido del gobierno, “podemos ver el final del antisemitismo formal que ahora vemos en algunos medios de comunicación estatales”. Sin embargo, cualquier lucha de poder entre Maduro y Cabello seguramente será amarga y, por lo tanto, vulnerable a todo tipo de teorías conspirativas, incluyendo las antisemitas. Por sobre todo, el avivar el antisemitismo y el antisionismo ha sido un elemento fundamental del intento del régimen de Chávez por convertirse en el centro ideológico de los Estados radicales del mundo. Con otros países latinoamericanos, como la Argentina, Ecuador y Bolivia, compitiendo ahora por el puesto de guardián de los elementos revolucionarios del continente, los chavistas que han sobrevivido a Chávez pueden decidir que bajar el volumen de la retórica antijudía es, por el momento, un compromiso demasiado lejano. * Experto neoyorkino en asuntos judíos e internacionales.