Desconexión en Doha
Fuente: NOW- Traducido por El Med.io
Por Michael Young
11/3/14
La decisión de Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos y Baréin de retirar a sus embajadores en Qatar demuestra que el mundo árabe sigue estando dividido respecto a la denominada Primavera Árabe.
La brecha entre saudíes y cataríes (que es lo que está en el fondo de dicha decisión) se debe, principalmente, a las muy diferentes actitudes de ambos respecto a los Hermanos Musulmanes de Egipto y Gaza. Mientras que el régimen saudí apoyó el golpe contra el presidente Mohamed Morsi y trató de reforzar al Gobierno controlado por los militares instaurado a continuación, Qatar ha seguido apoyando a los Hermanos.
Según Nabil Enasri, un especialista en Qatar entrevistado por el diario francés La Croix, “la crisis de los embajadores debe vincularse a la decisión adoptada el martes por un tribunal de El Cairo de congelar los activos del [movimiento] palestino Hamás y de prohibirlo en territorio egipcio, ya que es sospechoso de estar relacionado con los Hermanos Musulmanes egipcios para cometer atentados [en Egipto]”.
Los saudíes han reaccionado de forma contradictoria a los levantamientos árabes desde 2011. Miraron con recelo la salida de Hosni Mubarak en Egipto, pero no mostraron pesar alguno ante la caída de Muamar Gadafi en Libia, y han apoyado la revuelta contra Bashar al Asad.
La proximidad geográfica ha sido un factor fundamental en la forma de pensar de los saudíes. Lo que ocurra en Egipto y en Siria es vital para el Reino, ya que ambos están cerca de Arabia Saudí, mientras que Libia y Túnez no lo están. Además, los iraníes, sus mayores enemigos regionales, han estado activos en Siria y en los territorios palestinos, y supuestamente han vuelto a financiar a Hamás.
Según Hazem Balusha, de Al Monitor, que cita a fuentes de alto nivel dentro de Hamás, la relación se restableció tras dos reuniones, en Ankara y en Doha, respectivamente, entre Jaled Meshal, jefe del gabinete político de Hamás, y un anónimo representante de alto rango iraní. La brecha entre los palestinos e Irán, provocada por culpa de sus diferencias respecto a Siria, al parecer le costó al movimiento islamista unos 23 millones de dólares al mes.
Hubo una época en la que Arabia Saudí servía de refugio para los miembros de los Hermanos Musulmanes que huían del Egipto de Gamal Abdel Naser. Sin embargo, mucho han cambiado las cosas desde entonces. Los saudíes no estaban satisfechos con que su viejo aliado Mubarak fuera sustituido por Morsi, elegido democráticamente tras una revolución popular. Para una monarquía conservadora, cuya legitimidad emana de su vínculo con el islam, la idea de unos islamistas que llegan al poder mediante un proceso electoral era anatema, pues ésta podría haberse propagado favorablemente por el Reino.
Sin embargo, la devoción de los saudíes por la estabilidad no se ha visto reflejada en Siria, donde el Reino apoya a los rebeldes y ha desplazado a Qatar como su mayor valedor. Recientemente, le retiraron el control de la cuestión siria al príncipe Bandar ben Sultán, de quien se dice que está enfermo, y se traspasó el tema al ministro del Interior, el príncipe Mohamed ben Nayef, un astro ascendente en el sistema saudí, que, algún día, podría convertirse en rey.
El príncipe Mohamed es famoso por combatir a Al Qaeda en la Península Arábiga, y sobrevivió a un intento de asesinato en agosto de 2009. Eso ha otorgado cierta credibilidad al Reino en Siria, donde sus enemigos lo habían acusado de apoyar a grupos de Al Qaeda. La designación del príncipe Mohamed fue una forma indirecta de contrarrestar esa acusación.
Las políticas saudíes en Egipto y en Siria han ido encaminadas a tener cierto control sobre una situación que, después de 2011, era impredecible para la familia real. La reinstauración de un régimen respaldado por los militares en El Cairo le viene bien a los saudíes, con la probabilidad de que el jefe del Ejército, el mariscal Abdel Fatah al Sisi, obtenga la presidencia. Riyad no quiere que nada se interponga en ese panorama, sobre todo una ingerencia catarí.
Puede que en Siria saudíes y cataríes estén del mismo lado, pero sus planes independientes fueron uno de los motivos que llevaron a las divisiones en el seno de la oposición en un primer momento. Tanto Qatar como Turquía respaldaron a los Hermanos Musulmanes en la coalición opositora, lo que originó profundas brechas en un momento en el que Occidente buscaba un socio en una oposición unida. Los Hermanos Musulmanes demostraron posteriormente ser completamente ineficaces en Siria.
Desde entonces, los saudíes han ayudado a formar el denominado Frente Islámico, una alianza, sobre todo, de grupos salafistas, que contribuyó asuplantar al Ejército Libre Sirio respaldado por los países occidentales. Si bien el objetivo era imponer cierta coherencia en el seno de la fragmentada oposición, también se pretendía (de forma más implícita) asegurarse de que los saudíes estarían en una mejor posición para definir el resultado en Siria; no sólo respecto a otros países árabes, sino a Estados Unidos.
Por ahora, los saudíes parecen llevar las de ganar. El apoyo de los cataríes a los Hermanos Musulmanes egipcios tiene un aire de desesperación. La idea de que Morsi vaya a recuperar el poder parece ridícula.
En Siria, se supone que saudíes y norteamericanos se están preparando para una ofensiva de primavera sobre Damasco, dirigida desde el sur. No está claro que esto vaya a hacer tambalearse al régimen de Bashar al Asad y obligue a éste a negociar, pero los saudíes y los estadounidenses vuelven a colaborar. Es muy probable que la Administración Obama, pese a su disgusto por la violenta destitución de Morsi, acabe por aceptar una victoria de Sisi. Tras tres años de caos en Oriente Medio, la llamada a la estabilidad de los saudíes será escuchada con agrado en Washington.
Ese sentimiento de confianza renovada, unido al reconocimiento de que las negociaciones sobre el programa nuclear iraní serán arduas, puede haber provocado el aislamiento diplomático de Qatar. Con un nuevo emir en Doha, los saudíes están demostrando su poder para imponer sus propias preferencias en la región. Sólo el tiempo dirá si los cataríes lo aceptarán.
La brecha entre saudíes y cataríes (que es lo que está en el fondo de dicha decisión) se debe, principalmente, a las muy diferentes actitudes de ambos respecto a los Hermanos Musulmanes de Egipto y Gaza. Mientras que el régimen saudí apoyó el golpe contra el presidente Mohamed Morsi y trató de reforzar al Gobierno controlado por los militares instaurado a continuación, Qatar ha seguido apoyando a los Hermanos.
Según Nabil Enasri, un especialista en Qatar entrevistado por el diario francés La Croix, “la crisis de los embajadores debe vincularse a la decisión adoptada el martes por un tribunal de El Cairo de congelar los activos del [movimiento] palestino Hamás y de prohibirlo en territorio egipcio, ya que es sospechoso de estar relacionado con los Hermanos Musulmanes egipcios para cometer atentados [en Egipto]”.
Los saudíes han reaccionado de forma contradictoria a los levantamientos árabes desde 2011. Miraron con recelo la salida de Hosni Mubarak en Egipto, pero no mostraron pesar alguno ante la caída de Muamar Gadafi en Libia, y han apoyado la revuelta contra Bashar al Asad.
La proximidad geográfica ha sido un factor fundamental en la forma de pensar de los saudíes. Lo que ocurra en Egipto y en Siria es vital para el Reino, ya que ambos están cerca de Arabia Saudí, mientras que Libia y Túnez no lo están. Además, los iraníes, sus mayores enemigos regionales, han estado activos en Siria y en los territorios palestinos, y supuestamente han vuelto a financiar a Hamás.
Según Hazem Balusha, de Al Monitor, que cita a fuentes de alto nivel dentro de Hamás, la relación se restableció tras dos reuniones, en Ankara y en Doha, respectivamente, entre Jaled Meshal, jefe del gabinete político de Hamás, y un anónimo representante de alto rango iraní. La brecha entre los palestinos e Irán, provocada por culpa de sus diferencias respecto a Siria, al parecer le costó al movimiento islamista unos 23 millones de dólares al mes.
Hubo una época en la que Arabia Saudí servía de refugio para los miembros de los Hermanos Musulmanes que huían del Egipto de Gamal Abdel Naser. Sin embargo, mucho han cambiado las cosas desde entonces. Los saudíes no estaban satisfechos con que su viejo aliado Mubarak fuera sustituido por Morsi, elegido democráticamente tras una revolución popular. Para una monarquía conservadora, cuya legitimidad emana de su vínculo con el islam, la idea de unos islamistas que llegan al poder mediante un proceso electoral era anatema, pues ésta podría haberse propagado favorablemente por el Reino.
Sin embargo, la devoción de los saudíes por la estabilidad no se ha visto reflejada en Siria, donde el Reino apoya a los rebeldes y ha desplazado a Qatar como su mayor valedor. Recientemente, le retiraron el control de la cuestión siria al príncipe Bandar ben Sultán, de quien se dice que está enfermo, y se traspasó el tema al ministro del Interior, el príncipe Mohamed ben Nayef, un astro ascendente en el sistema saudí, que, algún día, podría convertirse en rey.
El príncipe Mohamed es famoso por combatir a Al Qaeda en la Península Arábiga, y sobrevivió a un intento de asesinato en agosto de 2009. Eso ha otorgado cierta credibilidad al Reino en Siria, donde sus enemigos lo habían acusado de apoyar a grupos de Al Qaeda. La designación del príncipe Mohamed fue una forma indirecta de contrarrestar esa acusación.
Las políticas saudíes en Egipto y en Siria han ido encaminadas a tener cierto control sobre una situación que, después de 2011, era impredecible para la familia real. La reinstauración de un régimen respaldado por los militares en El Cairo le viene bien a los saudíes, con la probabilidad de que el jefe del Ejército, el mariscal Abdel Fatah al Sisi, obtenga la presidencia. Riyad no quiere que nada se interponga en ese panorama, sobre todo una ingerencia catarí.
Puede que en Siria saudíes y cataríes estén del mismo lado, pero sus planes independientes fueron uno de los motivos que llevaron a las divisiones en el seno de la oposición en un primer momento. Tanto Qatar como Turquía respaldaron a los Hermanos Musulmanes en la coalición opositora, lo que originó profundas brechas en un momento en el que Occidente buscaba un socio en una oposición unida. Los Hermanos Musulmanes demostraron posteriormente ser completamente ineficaces en Siria.
Desde entonces, los saudíes han ayudado a formar el denominado Frente Islámico, una alianza, sobre todo, de grupos salafistas, que contribuyó asuplantar al Ejército Libre Sirio respaldado por los países occidentales. Si bien el objetivo era imponer cierta coherencia en el seno de la fragmentada oposición, también se pretendía (de forma más implícita) asegurarse de que los saudíes estarían en una mejor posición para definir el resultado en Siria; no sólo respecto a otros países árabes, sino a Estados Unidos.
Por ahora, los saudíes parecen llevar las de ganar. El apoyo de los cataríes a los Hermanos Musulmanes egipcios tiene un aire de desesperación. La idea de que Morsi vaya a recuperar el poder parece ridícula.
En Siria, se supone que saudíes y norteamericanos se están preparando para una ofensiva de primavera sobre Damasco, dirigida desde el sur. No está claro que esto vaya a hacer tambalearse al régimen de Bashar al Asad y obligue a éste a negociar, pero los saudíes y los estadounidenses vuelven a colaborar. Es muy probable que la Administración Obama, pese a su disgusto por la violenta destitución de Morsi, acabe por aceptar una victoria de Sisi. Tras tres años de caos en Oriente Medio, la llamada a la estabilidad de los saudíes será escuchada con agrado en Washington.
Ese sentimiento de confianza renovada, unido al reconocimiento de que las negociaciones sobre el programa nuclear iraní serán arduas, puede haber provocado el aislamiento diplomático de Qatar. Con un nuevo emir en Doha, los saudíes están demostrando su poder para imponer sus propias preferencias en la región. Sólo el tiempo dirá si los cataríes lo aceptarán.