Vista de nuevas construcciones que circundan Jerusalén
Dado que John Podhoretz, Elliott Abrams y Jonathan Tobin han escrito excelentes críticas de las falacias, rotundas mentiras y destructivas consecuencias de la entrevista del presidente Barack Obama con Jeffrey Golberg de hace dos semanas, cabría pensar que no queda nada por decir al respecto. Pero hay ciertos puntos adicionales que merecen ser tenidos en consideración, y me gustaría centrarme en uno de ellos: las construcciones en los asentamientos. Porque, en lo que respecta a esta cuestión, los “hechos” de Obama son categóricamente falsos, y esta mentira en particular tiene implicaciones muy importantes.
Según Obama, “en el último par de años hemos asistido a una construcción en los asentamientos más agresiva de lo que habíamos visto en mucho tiempo”. Pero, en realidad, un simple vistazo a los datos anuales publicados por la Oficina Central de Estadísticas de Israel, durante los cinco años que Benjamín Netanyahu lleva como primer ministro (2009-13) ha habido una construcción menor que con cualquiera de sus últimos antecesores en el cargo.
Durante esos cinco años, las construcciones de viviendas iniciadas en los asentamientos fueron, como media, de 1.443 al año (todos los datos proceden de las siguientes tablas: ésta, ésta yésta, además de este reportaje). Eso supone una cifra menor a las 1.702 al año que hubo conEhud Olmert, entre 2006 y 2008, que, sin embargo, es loado internacionalmente como un pacificador (por haber realizado a los palestinos una oferta tan generosa que la entonces secretaria de Estado, Condoleezza Rice, no podía dar crédito a lo que estaba oyendo). También es menos de las 1.652 al año que, como media, se realizaron entre 2011 y 20015 bajo el mandato de Ariel Sharón, al que, de forma análoga, el mundo también considera un pacificador (por haber abandonado Gaza); el hecho de que incluso Sharón superara a Netanyahu en número de construcciones resulta especialmente destacable, porque su mandato coincidió con la Segunda Intifada, cuando la demanda de viviendas en los asentamientos se desplomó. Y es bastante menor que bajo el mandato de Ehud Barak, considerado también un hombre de paz por la comunidad internacional (debido a su generosa oferta en Camp David en 2000): en uno solo de los años del mandato de Barak (2000), se iniciaron más construcciones de viviendas en los asentamientos (4.683) que en los cuatro primeros años del mandato de Netanyahu (4.679).
Es cierto que el número de construcciones más que se dobló el año pasado; de no ser así, la media de Netanyahu habría sido incluso menor. Pero se dobló a partir de una cantidad tan baja que el número absoluto de viviendas iniciadas, 2.534, no sólo es bastante menor que el récord de Barak en un año; es sólo ligeramente mayor que el total de 1995 (2.430), cuando el primer ministro era Yitzhak Rabin, signatario de los Acuerdos de Oslo y santo patrón del proceso de paz. En años anteriores, las construcciones iniciadas con Netanyahu fueron tan sólo de entre un tercio y la mitad de las de 1995.
En resumen, si las construcciones en los asentamientos fueran realmente un golpe mortal para el proceso de paz, como les gusta afirmar a Obama y a sus homólogos europeos, Netanyahu debería ser su primer ministro israelí favorito, en vez del más odiado, porque la construcción en los asentamientos nunca ha estado a un nivel tan bajo como durante su mandato. La conclusión obvia es que tanto hablar de esas construcciones no es más que una cortina de humo, y que lo que verdaderamente hace que los líderes occidentales detesten a Netanyahu es algo muy distinto: el hecho de que, a diferencia de Rabin, Barak, Sharón y Olmert, hasta ahora se ha negado a ofrecer la clase de enormes concesiones territoriales que, cada vez que se han intentado, han dado como resultado oleadas masivas de terrorismo antiisraelí.
Pero no suena bien decir que detestan a Netanyahu por su renuencia a poner en peligro al país para cuyo servicio fue elegido. Así que, en vez de eso, los líderes occidentales prefieren machacar con el tema de las construcciones en los asentamientos, con la confianza de saber que ningún periodista se molestará jamás en verificar sus “hechos”.