La primavera árabe acabó en yihad
Ninguna “primavera” árabe, llego a verano
El conflicto sirio, que cumple tres años, comenzó como una ola de protestas populares contra el régimen y se ha transformado en una cruenta guerra, con más de 146.000 muertos y en la que Al Qaeda se ha hecho fuerte.
Todo empezó en Deraa (sur), donde la detención de quince menores por supuestamente pintar un grafiti que pedía la caída del régimen de Bachar al Asad desencadenó unas protestas en marzo de 2011, que se extendieron por otras partes.
El activista Omar al Hariri lo recuerda como si fuera hoy: "Las familias de los menores arrestados se movilizaron de forma pacífica, pero el régimen disparó contra ellos". Al Hariri estuvo preso tres meses por protestar en la universidad de Deraa y tras su liberación huyó de Siria, aunque regresó hace nueve meses.
A su vuelta, ha encontrado la devastación causada por los bombardeos y la ciudad de Deraa dividida en barrios en manos de los opositores y de las autoridades. A día de hoy, el régimen sigue fuerte y no hay visos de un hipotético derrocamiento de Al Asad.
Siria sufre bombardeos y choques entre el ejército y los insurgentes en distintas provincias, mientras que Damasco permanece como la fortaleza gubernamental, rodeada de combates en su periferia.
La situación es distinta de norte a sur, porque en la mitad septentrional opera Al Qaeda, lo que ha desencadenado enfrentamientos entre los propios rebeldes y ha sido aprovechado por las autoridades para avanzar sobre el terreno.
Un ejemplo de cómo ha evolucionado el conflicto en el norte es la historia personal del coordinador de la opositora Brigada Al Tauhid de Alepo, Adel Fustuk.
En esta ciudad, las protestas estallaron en abril de 2011 en la universidad -donde Fustuk cursaba el último año de Tecnología de la Información- y de ahí se propagaron por otros distritos.
Él también estuvo detenido durante mes y medio, y a su salida de prisión ingresó en la entonces incipiente oposición armada en diciembre de 2011.
Los libertadores sirios se esconden bajo el velo de la ley islámica
Fustuk se unió al grupo Ahrar al Shamal (libres del norte), precursor de la Brigada al Tauhid, una de las principales de Alepo.
Al principio actuaban bajo el paraguas de Ejército Libre Sirio (ELS), pero "nadie sabía qué era el ELS, no había ningún liderazgo", dijo a Fustuk, por lo que al poco tiempo se alejaron del mismo.
Un día llegaron combatientes extranjeros a Alepo: "Recuerdo el primer grupo que vino de Irak en marzo de 2012; uno de ellos, Abu Suhayb, ocupa ahora un puesto importante en el Estado Islámico de Irak y del Levante (EIIL)", afirmó.
Los sirios acogieron en Andán, al norte de Alepo, a los nuevos combatientes, que aseguraban que habían viajado para luchar contra el régimen de Al Asad.
Poco después, un médico sirio, que vino del extranjero, apareció en Andán y habló con los recién llegados. "No sé que les dijo, pero al final ellos se unieron al Frente al Nusra", indicó.
Al Nusra, la filial de AlQaeda en Siria
Esta formación, que anunció su creación en enero de 2012, ha sido designada por el líder de Al Qaeda, Ayman al Zawarihi, como la filial del grupo en territorio sirio.
Más tarde, el mapa de las facciones rebeldes se amplió aún más con el nacimiento en abril pasado de EIIL, que quiere un Estado islámico y que ha sido desautorizado por Al Zawahiri para trabajar en Siria. Según Fustuk, algunos miembros del Frente al Nusra en Alepo acabaron en EIIL, que no tardó en hacerse fuerte en el norte.
Sin embargo, las prácticas de este último grupo no gustaron al resto de insurgentes, que lo acusan de asesinar y secuestrar a sirios y lanzaron una ofensiva en enero contra él. El principal bastión de los yihadistas es la provincia de Al Raqa (noreste), donde muchos sirios sienten que les han robado su revolución.
Tres años de vergüenza en Siria
Más de 146.000 personas han muerto, de las cuales más de un tercio son víctimas civiles, según las estimaciones del Observatorio Sirio para los Derechos Humanos. Las últimas estimaciones de Naciones Unidas, de julio de 2013, hablan de más de 100.000 víctimas mortales aunque el organismo internacional dejó de actualizar el balance en enero de 2014 por no poder recopilar los datos de forma precisa.
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