jueves, 27 de marzo de 2014

ACTUALIDAD

J Street no es lo que dice ser

Fuente: El Med.io
Por Eli Cohen
25/3/14


Los lobbies son un engranaje básico y tradicional en la política norteamericana. Desde que los judíos llegaron a las costas de la nueva tierra prometida entendieron rápidamente, haciendo gala una vez más de su capacidad de adaptación, cómo funcionaba el sistema y se pusieron manos a la obra. Según el New York Times, el decano de los lobbies judíos es el American Jewish Committee, fundado en 1906. En 1992, en el Diccionario de Política de Walter John Raymond ya se contaban al menos treinta y cuatro organizaciones judías de presión política. Como ya señalamos cuando desmenuzamos el despropósito de Mearsheimer y Walt sobre el lobby proisraelí, los judíos norteamericanos han hecho un buen trabajo en lo que a presión política se refiere y están orgullosos de ello. Y es que, como ha escrito el profesor Mitchel G. Bard, autor de Mitos y realidadeslos judíos norteamericanos se han dedicado a la política con un fervor casi religioso.
De acuerdo con el mismo Raymond, los lobbies judíos trabajan, por un lado, para luchar contra el antisemitismo y la intolerancia y en pos de la promoción de los derechos humanos (la Liga Anti Difamación y el mencionado American Jewish Committe han sido punteros en estos campos) y, por otro lado, por asegurar el bienestar del Estado de Israel (Zionist Organization of America o The Israel Project y, por encima de todas las anteriores, el todopoderoso Aipac). Ciertamente, la línea de acción de los lobbies judíos en lo que a Israel se refiere siempre ha sido cuasi unánime… hasta que llegó, en abril de 2008, J Street, revolucionando el mundillo del activismo judío en Estados Unidos.
En principio, J Street tiene una definición a la que muchos podemos adherirnos con los ojos cerrados: pro Israel, pro paz y pro two State solution. Sin embargo, como rezaba el clásico superhéroe que Chris Nolan encumbró, no importa cómo nos llamemos, se nos conoce por nuestros actos. Y los actos del nuevo lobby no lo perfilan precisamente ni como pro Israel ni como pro paz.
J Street nació, sin ningún género de dudas, para servir de contrapeso a las ideas de Aipac. Los de Aipac tuvieron claro desde el principio que la presión política por Israel debía hacerse en los dos grandes partidos, pero los de J-Street adujeron que las perspectivas de Aipac se habían escorado hacia las posiciones de la derecha de Israel y de EEUU. Con una población judía eminentemente demócrata, los de J-Street querían ocupar un hueco que, al parecer, Aipac estaba dejando.
Harry Enten explica muy bien en The Guardian por qué la mayoría de los judíos norteamericanos son progresistas. Un ejemplo histórico de judío norteamericano progresista es el abogado Louis Brandeis, pero la lista sería interminable. A Roosvelt le votaron en 1940 y en 1944 un 90% de los judíos, lo mismo que a Lyndon B. Johnson en 1964. En 2008, un 79% de los judíos votó por Obama, y un 69% en 2012. Son porcentajes espectaculares. Por ello, después de las elecciones de 2012, Jeremy Ben Ami, el presidente de J Street, aprovechó la ocasión en elNew York Times para hacer un llamamiento a su público:
En lo que a Israel se refiere, los judíos americanos son notablemente moderados en sus opiniones.
No obstante, en la búsqueda de la gloria, J Street ha dado patinazos constantes y traicionado su propio ethos, promoviendo iniciativas y patrocinando a individuos que no aportan nada a la paz y al bienestar de Israel. En su camino por hacerse un lugar como alternativa hacia una judería cada vez más progresista y pacifista en lo que al conflicto con los palestinos se refiere, J Street ha traicionado lo que dice defender.
La Zionist Organization of America (ZOA) ha decidido sacarle los colores al nuevo lobby en uninforme de título revelador: “J Street, tomando partido por los enemigos de Israel”.
No es una táctica, ésta de la ZOA, sólo para deslegitimar al incómodo grupo. Es cierto que se pasa un poco de frenada, pero sí expone hechos que han tenido lugar y que hablan por sí mismos. En concreto, las acciones más repudiables, o al menos cuestionables, de J Street son:
  • Apoyar el diálogo con Hamás. Ben Ami dijo que la paz pasaba por implicar a Hamás en las negociaciones. Eso sí, no dijo nada de que Hamás previamente abandonara el terrorismo, reconociera la existencia de Israel o respetara los derechos humanos.
  • Oponerse a la Operación Plomo Fundido. Una operación que apoyó hasta el muy izquierdista partido israelí Meretz, y de paso el 79% de los judíos norteamericanos.
  • Oponerse a que las sanciones a Irán sean duras. No sabemos cómo pretenden frenar la amenaza nuclear iraní, y presumimos que no optan por un ataque quirúrgico/preventivo.
  • Apoyar el informe Goldstone. Que hasta el mismo Goldstone ha repudiado.
  • Tener de principal donante al conocido magnate antiisraelí George Soros. Algo que ya destapó Jeffrey Goldberg.
No son las únicas polémicas que ha protagonizado J Street. En diciembre de 2010 el Washington Times publicó que pagaba fuertes cantidades de dinero a una consultora de la que era copropietario Jeremy Ben Ami. En enero de 2011 Gary Ackerman, congresista demócrata, cortó sus relaciones con J Street cuando pidieron a la Administración Obama que no vetara una condena a Israel en el Consejo de Seguridad por la expansión de los asentamientos propuesta por los países árabes. En noviembre de 2012 Kathleen Peratis, miembro del board de J Street, se reunió con miembros de Hamás en Gaza, aunque J Street condenó la visita con posterioridad.
Los hechos dejan en evidencia a J Street, que parece no buscar realmente sus objetivos. El mismo Gary Ackerman ha sido tajante al definir a la organización:
América necesita realmente una organización inteligente, creíble y políticamente activa a favor de la paz y a favor de Israel. Desafortunadamente, J-Street no lo es.

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