domingo, 30 de marzo de 2014

Un país muy, muy triste


Fuente: Now- Traducido por El Med.io
27/3/14

A alguien capaz de lograr que lo hagan presidente no debería permitírsele de ninguna manera ejercer el cargo.
Douglas Adams.
Últimamente hemos oído hablar mucho de los candidatos presidenciales libaneses. Los nombres más probables se dejan caer aquí y allá en medio de conversaciones, y cuanto puedo decir es que la cosa no tiene buena pinta. A juzgar por las discusiones que he escuchado, los que parecen tener más posibilidades son Jean ObeidMichel Aoun y Sleiman Franjieh. ¿Me están tomando el pelo? No olvidemos que en la lista también aparecen un señor de la guerra por aquí, el hijo de un señor de la guerra por acá, un político comprado por allá, un político en venta por acullá y, por supuesto, el inevitable nombre del Comandante en Jefe del Ejército, como si el puesto se hubiera convertido en cancha de prácticas para futuros presidentes libaneses.
Con todo, cada vez que se pregunta a alguno de los susodichos por su posible candidatura, éste lo descarta rápida y pomposamente: “No soy aspirante a la presidencia, pero si los intereses del país están en juego, no dudaré en asumir esa difícil responsabilidad”.
¡Pero qué montón de mierda! Disculpen mi lenguaje, pero no hay otra forma de decirlo. Estos humildes líderes maronitas pretenden, de algún modo, que creamos que no ansían la presidencia, que la detestan y que huyen de ella como del cólera. Así que, ¿quieren decir que sólo aceptarían un puesto tan poco atractivo si el interés del Líbano los obligara, literalmente, a ello? ¡Y se supone que nos lo tenemos que tragar! ¿Se supone que tenemos que ir a suplicarles, uno por uno, “sí, por favor, sea nuestro presidente, oh, enésimo político corrupto libanés”?
De todas formas, no es culpa suya: es nuestra, del pueblo libanés. No estamos lo suficientemente indignados, horrorizados o enfadados, y no sé si llegaremos a estarlo. Desde luego, se nos da muy bien fingir que lo estamos, pero seguimos volviendo a por más de lo que (o de quien) nos enfada, nos escandaliza y nos pone malos. Así que o somos unos masoquistas o unos mentirosos; puede que un poco de ambas cosas.
Ayer estaba leyendo un libro de Jean Rhys titulado Good morning, midnight (“Buenos días, medianoche”), publicado en 1939. En determinado momento, la novelista manifiesta su deseo de que desaparezcan la humanidad y los humanos, que, en su opinión, son crueles como hienas y seres a quienes su perversa naturaleza obliga a exterminarse mutuamente.
Si bien no creo que todos los seres humanos sean crueles por naturaleza, sí que creo que buena parte de ellos son estúpidos por naturaleza, definiendo estupidez como la tendencia a repetir una y otra vez los mismos errores mientras se espera obtener resultados distintos. (Einstein denominó “locura” a esta tendencia. Creo que él fue más amable que yo).
¿Les suena todo esto, compatriotas libaneses? ¿Pueden ver la rueda en la que giran, la jaula en la que están atrapados? ¿Se dan cuenta de que sus supuestos amados líderes los tratan como a mascotas?
No deseo, como Rhys, la destrucción de la humanidad; hay gente realmente buena por ahí. Pero, mientras leo sus palabras, no puedo evitar imaginar un Líbano libre, por algún milagro, de toda su clase política. ¿Qué creen que pasaría?
Personalmente, creo que el pueblo libanés buscará detenida y arduamente al individuo más corrupto que encuentre en su seno, y elegirá a esa persona para que lo lidere. Y no soy pesimista.
Qué país mas triste es éste. Y lo más triste es que es por nuestra culpa.

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