Fuente: Commentary- Traducido por El Med.io
Por Michael Rubin
19/3/14
Dado cómo el Gobierno turco ha empleado a sus servicios secretos y a su Poder Judicial para atacar a los enemigos políticos del primer ministro en vez de a quienes infringen la ley, y teniendo en cuenta cómo el premier Recep Tayyip Erdogan ha establecido, al parecer, estrechas relaciones de negocios con alguien que ha sido incluido en la lista de fuentes de financiación de Al Qaeda, la idea de que alguien, en el Gobierno estadounidense, acepte la palabra del Ejecutivo turco en lo relativo al terrorismo resulta ridícula.
Aun así, sucesivas Administraciones han seguido haciéndolo (y reconozco que yo también) en lo relativo al Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) y a sus ramificaciones, una de las cuales gobierna actualmente buena parte del noreste de Siria, el cual, bajo la dirección kurda, se ha convertido en una región considerablemente tranquila y en la que funcionan las cosas, lo que supone un enorme contraste con casi todo el resto del país.
Dicho esto, hay motivos por los cuales Estados Unidos puede haber considerado alguna vez que el PKK era terrorista. Ciertamente, el partido llevó a cabo actos violentos y mató a una serie de civiles por sus transgresiones ideológicas.
Recientemente se ha vuelto a suscitar esta cuestión cuando el Partido Democrático del Kurdistán (PDK) y la Unión Patriótica del Kurdistán (UPK) han vuelto a ser incluidas como organizaciones terroristas de nivel III en virtud de la Ley de Inmigración y Naturalización; pese a ello, Masud Barzani, líder del PDK, no es sincero cuando afirma que canceló una reciente visita a Washington debido a este tema. (En realidad, Barzani se disgustó por no haber conseguido una cita con el presidente Obama y porque su segundo hijo, Mansur Barzani, tuvo problemas para obtener un visado; sin embargo, su hijo mayor, Masrur, viajó a la capital estadounidense, pese a que había un supuesto boicot a Washington como telón de fondo, para que su esposa pudiera dar a luz a su hijo en el Sibley Hospital).
Independientemente de todo ello, la inclusión en el nivel III es errónea. La UPK y el PDK -ambos aliados de Estados Unidos- lucharon como insurgentes y mataron a muchos civiles. Pero, en el fondo, estaban metidos en la insurgencia, no en el terrorismo. Para que nadie olvide cuán violenta puede ser la insurgencia del PDK, he aquí un recuerdo del pasado: un joven y esbelto Hoshyar Zebari (actual ministro de Exteriores iraquí) hace de narrador en un vídeo propagandístico en el que se muestra un ataque del PDK a lo que parece ser un camión de civiles. Zebari parece sugerir que su objetivo es interrumpir el suministro de petróleo iraquí. Además, tanto el PDK como la UPK asesinaron a varios miles de civiles y capturaron a opositores suyos durante la guerra civil kurda, entre 1994 y 1997.
La mayoría de los políticos estadounidenses cree que la inclusión del PDK y de la UPK en el nivel III de organizaciones terroristas es un error, consecuencia de una ley mal redactada. Pero mientras Estados Unidos considera la clasificación como terroristas de nuestros aliados kurdos iraquíes, puede que también sea hora de reconsiderar si las actividades del PKK se diferencian mucho de las del PDK y la UPK, aparte de en el alcance de su insurgencia que, en todo caso, ahora está en suspenso mientras prosiguen las conversaciones de paz.
Ciertamente, el PKK no es no violento, y sus raíces en una doctrina de extrema izquierda fueron peligrosas en el contexto de la Guerra Fría. Pero el PKK, como muchos de sus camaradas izquierdistas, han evolucionado y reconocido que el comunismo es una ideología fallida. La información en la que se basa la designación como terrorista del PKK debería, ciertamente, ser reconsiderada, para asegurarse de que la información proporcionada por Turquía es fiable y de que la corroboración de la misma por parte del PDK se basa en pruebas objetivas, no en un deseo de arrastrar a Estados Unidos a una lucha tribal intestina kurda.
Puede que sea el momento de reflexionar sobre una política y una estrategia kurdas más amplias, que reflejen la realidad del siglo XXI de Turquía, Siria, Irán e Irak, y que reconozcan que Estados Unidos y los kurdos de la región tienen muchos intereses en común y pueden beneficiarse de una colaboración mutua.
Aun así, sucesivas Administraciones han seguido haciéndolo (y reconozco que yo también) en lo relativo al Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) y a sus ramificaciones, una de las cuales gobierna actualmente buena parte del noreste de Siria, el cual, bajo la dirección kurda, se ha convertido en una región considerablemente tranquila y en la que funcionan las cosas, lo que supone un enorme contraste con casi todo el resto del país.
Dicho esto, hay motivos por los cuales Estados Unidos puede haber considerado alguna vez que el PKK era terrorista. Ciertamente, el partido llevó a cabo actos violentos y mató a una serie de civiles por sus transgresiones ideológicas.
Recientemente se ha vuelto a suscitar esta cuestión cuando el Partido Democrático del Kurdistán (PDK) y la Unión Patriótica del Kurdistán (UPK) han vuelto a ser incluidas como organizaciones terroristas de nivel III en virtud de la Ley de Inmigración y Naturalización; pese a ello, Masud Barzani, líder del PDK, no es sincero cuando afirma que canceló una reciente visita a Washington debido a este tema. (En realidad, Barzani se disgustó por no haber conseguido una cita con el presidente Obama y porque su segundo hijo, Mansur Barzani, tuvo problemas para obtener un visado; sin embargo, su hijo mayor, Masrur, viajó a la capital estadounidense, pese a que había un supuesto boicot a Washington como telón de fondo, para que su esposa pudiera dar a luz a su hijo en el Sibley Hospital).
Independientemente de todo ello, la inclusión en el nivel III es errónea. La UPK y el PDK -ambos aliados de Estados Unidos- lucharon como insurgentes y mataron a muchos civiles. Pero, en el fondo, estaban metidos en la insurgencia, no en el terrorismo. Para que nadie olvide cuán violenta puede ser la insurgencia del PDK, he aquí un recuerdo del pasado: un joven y esbelto Hoshyar Zebari (actual ministro de Exteriores iraquí) hace de narrador en un vídeo propagandístico en el que se muestra un ataque del PDK a lo que parece ser un camión de civiles. Zebari parece sugerir que su objetivo es interrumpir el suministro de petróleo iraquí. Además, tanto el PDK como la UPK asesinaron a varios miles de civiles y capturaron a opositores suyos durante la guerra civil kurda, entre 1994 y 1997.
La mayoría de los políticos estadounidenses cree que la inclusión del PDK y de la UPK en el nivel III de organizaciones terroristas es un error, consecuencia de una ley mal redactada. Pero mientras Estados Unidos considera la clasificación como terroristas de nuestros aliados kurdos iraquíes, puede que también sea hora de reconsiderar si las actividades del PKK se diferencian mucho de las del PDK y la UPK, aparte de en el alcance de su insurgencia que, en todo caso, ahora está en suspenso mientras prosiguen las conversaciones de paz.
Ciertamente, el PKK no es no violento, y sus raíces en una doctrina de extrema izquierda fueron peligrosas en el contexto de la Guerra Fría. Pero el PKK, como muchos de sus camaradas izquierdistas, han evolucionado y reconocido que el comunismo es una ideología fallida. La información en la que se basa la designación como terrorista del PKK debería, ciertamente, ser reconsiderada, para asegurarse de que la información proporcionada por Turquía es fiable y de que la corroboración de la misma por parte del PDK se basa en pruebas objetivas, no en un deseo de arrastrar a Estados Unidos a una lucha tribal intestina kurda.
Puede que sea el momento de reflexionar sobre una política y una estrategia kurdas más amplias, que reflejen la realidad del siglo XXI de Turquía, Siria, Irán e Irak, y que reconozcan que Estados Unidos y los kurdos de la región tienen muchos intereses en común y pueden beneficiarse de una colaboración mutua.