miércoles, 6 de abril de 2011

¿Democracia en el islam?



Por Rafael Bardají
Nos hemos lanzado a creer que la democracia estaba servida en el mundo árabe tras las revueltas que depusieron a Ben Alí, Mubarak, la osadía anti Gaddafi de los rebeldes libios y las protestas contra las dictaduras sirias e iraní. Muchos de nosotros nos veríamos desagradablemente sorprendidos si nos contaran que, en ese Egipto revolucionario que hemos visto, el 84% de la población apoya la pena de muerte para la apostasía, el 82% cree que la lapidación para las mujeres adúlteras no es una pena excesiva y el 79% ve con buenos ojos que los ayatolas iraníes se doten de armamento atómico. Pero eso es lo que muestra una reciente encuesta en aquel país.

Y es que una cosa es soñar con regímenes y sociedades democráticas y otra, bastante más difícil, llegar a tenerlas. Lo ha sido en el mundo occidental y lo será en el mundo árabe. No basta con afirmar que los manifestantes ansían la libertad. Debemos dotarnos de unos claros parámetros conque medir si de verdad estos cambios avanzan en la buena dirección o no. Yo tengo tres medidas para saber si la democracia avanza realmente en esta zona del mundo.

Primero, de carácter social: sólo se avanzará si se introducen todos los cambios legales que creen un marco jurídico de igualdad entre hombres y mujeres.

Segundo, de carácter religioso: tiene que permitirse el libre derecho al culto que cada cual elija. El principio de reciprocidad debe ser imperativo. Si aquí se pueden construir mezquitas y orar públicamente los viernes, los católicos tienen todo el derecho a contar con sus iglesias y cumplir con su culto los domingos en el Cairo, Jedda o Damasco.

Finalmente, de carácter político: los nuevos regímenes deben reconocer la existencia del Estado de Israel y su carácter de Estado Judío. Y educar a su gente en ese respeto, no en el odio y la violencia como hasta ahora.

Si todos estos cambios que se avecinan no consiguen cumplir estas condiciones, al final habrá más islam, no más democracia. Y el sueño se convertirá en una pesadilla.

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