viernes, 22 de abril de 2011

EGIPTO- LA RESACA


Por Bret Stephens
29/3/11

Cairo

Hablen con altos funcionarios de EEUU aquí acerca de cómo van las cosas en Egipto, y la esencia de la respuesta les recordará lo que el astronauta del Apolo XI Michael Collins dijo al Control de Misión mientras navegaba sobre el Mar de la Tranquilidad: "Oye, nena, está yendo de mil maravillas."
Hablen con los egipcios laicos acerca de lo que piensan de ese punto de vista optimista, y les dirán que los estadounidenses están en el lado lejano de la luna.
Poco después de mi llegada aquí, me encontré con un amigo egipcio- lo llamaré Mahmoud- quien es musulmán de nacimiento pero decididamente laico por elección. El se ve sacudido. El taxista que lo había llevado al hotel donde me estoy quedando había blandido una pistola que dijo haber robado a un agente de policía. El taxista dijo que había disparado recientemente la pistola al aire para salvar a una mujer joven de ser violada.

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Mahmoud tiene sus dudas sobre la veracidad de la historia del taxista. También piensa que los niveles de crimen en las calles de El Cairo no son peores que antes de la revolución, cuando se producían incidentes de vandalismo y los saqueos se disparaban a niveles similares a Bagdad. Pero hay algo diferente, también. "La gente está mucho más asustada de lo que solía estar", dice. "Y se trata del hecho que no hay policía. La gente entiende que hay potencial para que un incidente menor se convierta en una masacre mayor. Si alguien se vuelve loco, todos se vuelven locos."
Desde el hotel caminamos hacia la Plaza Tahrir, el sitio de las masivas protestas que el mes pasado derribaron a Hosni Mubarak. Mucho se dijo en el momento del cuidado que los manifestantes habían tomado para poner en orden la plaza, pero ahora es hora de volver a su estado caótico de costumbre. Mucho se dijo, también, de cómo las protestas fueron un triunfo laico en el que la Hermandad Musulmana fue dejada al margen. Pero ese juicio ahora parece necesitar una importante revisión.
Mahmoud señala un edificio frente a la plaza donde, hasta hace unas semanas, una pancarta gigante exigía "80 millones de No" a un paquete de enmiendas constitucionales destinadas a allanar el camino hacia las elecciones parlamentarias y presidenciales en sólo unos meses. La bandera había sido colocada allí por los grupos laicos en el centro de las protestas, los cuales tienen buenas razones para temer a elecciones anticipadas. Las elecciones anticipadas sólo beneficiarán a grupos bien organizados y disciplinados políticamente como la Hermandad y los restos del Partido Nacional Democrático de Hosni Mubarak, que es realmente el partido de los militares egipcios.
En el evento, los si obtuvieron la friolera de 77%, a pesar de una campaña febril de participación de los votantes por el "No". "Occidente parece estar convencido que la revolución fue encabezada por las fuerzas democráticas laicas", dice Mahmoud. "Ahora que el mito se hace añicos. Lo que significa que o bien el viejo orden"- con lo cual el quiere decir el régimen militar-"se mantiene en el poder, o nos dirigimos a la dominación islámica."
Desde la plaza Tahrir, caminamos más allá de la cáscara quemada de la oficina de impuestos municipales para reunirnos con algunos de los amigos de Mahmoud. George (otro seudónimo) es un veinteañero cristiano copto de una familia de clase media. Sus padres, que dirigen una pequeña fábrica en el alto Egipto, no ven ningún futuro para él en el país, y quieren que el emigre. "Canadá o Australia?" -me pregunta. Le digo que el clima es mejor en Australia, pero que él podría estar mejor quedandose y luchando por un futuro mejor para su país. Me mira dubitativamente.
Los coptos de Egipto, un 15% de la población y el mayor grupo de no-musulmanes en cualquier lugar en el Medio Oriente, tienen buenas razones para estar preocupados. Aunque los manifestantes en Tahrir realizaron una muestra de solidaridad interreligiosa, el sentido de la comunión está regresando rápidamente a la norma venenosa pre-Tahrir. A principios de este mes una iglesia copta al sur de El Cairo fue reducida a cenizas, al parecer a causa de un romance objetable entre coptos y musulmanes. El episodio parecería casi ridículo si no fuera tan común en Egipto, y si no tuviera tan a menudo resultados fatales.
La amenaza a la comunidad copta es también un recordatorio que más allá de los Hermanos Musulmanes están los aún más extremos salafistas de Egipto. "La cuestión no es que se hayan vuelto más fuerte desde la revolución", explica Mahmud. "Es que son cada vez más audaces. No hay contrapeso a su dominio en la calle en algunos barrios pobres. Ellos no tienen miedo del gobierno. No tienen miedo de ser procesados."
Ahmed, otro amigo de Mahmud, se detiene a saludar. Diseñador gráfico, Ahmed consiguió un trabajo codiciado en una agencia de publicidad dos días antes que comenzaran las protestas en Tahrir, fue despedido tan sólo unos días después, y sigue siendo hoy un desempleado. Aunque es ahora generalmente olvidado, los últimos siete años fueron económicamente buenos para Egipto, gracias al programa de liberalización del ex primer ministro Ahmed Nafiz -un caso clásico, en retrospectiva, de las revoluciones que son el producto de expectativas crecientes.
Pero ahora eso está en el pasado. Los inversores extranjeros desconfían de Egipto, al igual que los turistas, y la junta militar que gobierna ahora el estado se ha embarcado en una cacería de brujas contra la gente que perteneció al "gabinete empresarial" que dió a Egipto sus años fugaces de crecimiento pero ahora sirve como el malo de la película conveniente para un ejército ansioso por afirmar su buena fe populista.
Más tarde regreso al hotel para escuchar al secretario de Defensa norteamericano, Robert Gates, y a la Embajadora Margaret Scobey ofrecer evaluaciones optimistas sobre la evolución del país. A quién van ustedes a creer: a los mismos egipcios laicos o al equipo que solo unas semanas atrás estaba diciendo que el régimen de Mubarak no estaba en peligro de colapsar?

Fuente: The Wall Street Journal- Esta nota fue traducida especialmente por Luisa Kasvin para el blog de OSA Filial Cordoba

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