viernes, 29 de abril de 2011

Un premio a la hipocresia y la verguenza

Por Agustín Ulanovsky, Director de Punto IL

Inicialmente, que el Presidente venezolano Hugo Chávez fuera distinguido con el “Premio Rodolfo Walsh” por la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata parecía tan sólo un acto desesperado de cholulismo de una Decana ansiosa por recibir al mandatario bolivariano. No obstante, en el trasfondo de la noticia, se vislumbra que este reconocimiento contiene alarmantes signos del nuevo rumbo que está tomando el gobierno argentino y las universidades nacionales frente a valores fundamentales, como la libertad de prensa y de expresión, e indirectamente a la posición de Argentina frente a Israel y el Conflicto en Medio Oriente.

Comencemos poniendo todo en contexto. La Presidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner se encuentra inmersa hace años en un creciente conflicto con los medios de prensa del país que, es justo decirlo, son en su gran mayoría oligopólicos y explícita o implícitamente opositores a su gobierno. Esta “batalla por la opinión pública” tuvo sus transcendentales hitos en el decisivo apoyo que los sectores del campo tuvieron de los grandes medios de comunicación en su conflicto frente al gobierno y en la sanción de la Ley de Medios, que buscó “democratizar” o “silenciar” a los medios de comunicación, según quien lo mire.

No obstante, tras años de apasionados debates, hay una lección positiva que todos comprendimos: los medios son indudables actores políticos que influyen en “la realidad” y “la agenda” que construye la sociedad gracias a la interesada selección, inclusión y exclusión de contenidos, hechos, escenarios y protagonistas. Los gobernantes y políticos ya no dialogan con la sociedad sino a través de los medios, que se constituyen de esta forma en instrumentos que proporcionan modos de comprensión y análisis de determinados asuntos políticos y sociales a la opinión pública. En resumen, las batallas políticas y sociales se juegan cada vez con mayor énfasis en los medios de comunicación y por ello se comprende la pelea (por supuesto que interesada) liderada por la Presidenta argentina.

No obstante, este reconocimiento al poder que tienen los medios de comunicación no puede nunca suponer la justificación de cualquier arrebato que implemente un gobierno para ganarse el apoyo de éstos. El Estado de Derecho obliga a los gobiernos, como garantes de las libertades que exige la democracia, a promover un sistema jurídico que permita que todas las voces sean escuchadas, que garantice el libre acceso a la información y la libertad de expresión.

Por ello avergüenza que sea Hugo Chávez el reconocido con el “Premio Rodolfo Walsh”, galardón que la institución platense otorga desde 1997 y que distingue a quienes “aporten a la comunicación popular, la democracia y la libertad de los pueblos en el ámbito nacional y latinoamericano”.

En cuanto al reconocimiento por su “aporte a la democracia en la región”, comencemos recordando que el propio Hugo Chávez irrumpió en política tras liderar fallidamente un golpe de Estado en 1992 contra las autoridades venezolanas democráticamente electas, en un hecho que dejó más de 100 muertos y heridos. Agreguemos a ello que el Presidente venezolano gobierna su país desde hace ya ¡13 años! y en este tiempo no ha dudado en forzar cualquier reforma o artilugio legal que le permitiera mantenerse enquistado en el poder. Si a ello le sumamos, las persecuciones a los referentes y partidos políticos opositores, el encarcelamiento de decenas de periodistas que han osado criticar al mandatario bolivariano y el corolario de insultos, incitaciones a la violencia y amenazas que Hugo Chávez nos tiene acostumbrado, el Premio parece más una broma de mal gusto que el justo reconocimiento de una institución académica de excelencia.

Los aportes de Hugo Chávez al desarrollo de una prensa democrática y pluralista dan por cierto los mismos escalofríos. Ni los numerosos informes sobre violaciones a la libertad de prensa emitidos por una reconocida organización como Reporteros Sin Fronteras, ni las abiertas persecuciones a medios opositores ni los pedidos de captura a los directores de los canales que osan criticar al líder bolivariano parecieron suficientes para que Florencia Saintout, Decana de la institución platense, reconsiderara la decisión. A la Decana tampoco pareció interesarle el último informe de la Sociedad Interamericana de Prensa donde se advirtió que el Gobierno venezolano clausuró y expropió ilegalmente 34 emisoras como estrategia de control social. Muy por el contrario, no dudó en elogiar a Hugo Chávez por “su compromiso incuestionable y auténtico en afianzar la libertad de los pueblos”.

Sin embargo, más que preocuparme por el nefasto Hugo Chávez, indignan más las autoridades que hoy lideran la Universidad de La Plata. Con este premio, ¿están defendiendo la simpatía que Chávez abiertamente reconoció por un líder nefasto como el político zimbabuense Robert Mugabe? Con este reconocimiento, ¿están apoyando la estratégica alianza venezolana con el fanático y negador del Holocausto Mahmoud Ahmanideyad? Con este galardón, ¿están aceptando los graves actos antisemitas que sufre la comunidad judía en Venezuela? Y más grave aún, ¿están considerando que los actos vandálicos de grupos afines al gobierno venezolano contra templos judíos son aportes a la “democracia” y la “libertad” que el referido Premio supone reconocer? En resumen, una nueva muestra del relativismo e hipocresía con la que la “izquierda” suele tratar a los dictadores que se definen como de “izquierda”.

Por supuesto que Hugo Chávez no fue sólo a la premiación sino que estuvo acompañado por los sectores más regresivos y antisemitas de nuestro país. Entre otros, se lo pudo ver a Fernando Esteche, líder del movimiento Quebracho, quien ha participado de abiertos ataques antisemitas y actos violentos en las calles del país, con sus miembros con caras tapadas y palos amenazantes. Estuvo también presente la cada día más radical Hebe de Bonafini, quien recordemos “sintió alegría” con la tragedia del 11 de septiembre del 2001 en Estados Unidos por “sentir que la sangre de tantos caídos era vengada” y la misma que brindó “por los hombres que hicieron una declaración de guerra con el cuerpo”. A la gran cita tampoco faltó el embajador de Irán Pakdaman Seyed Alí, cuyo país es acusado de participar en los atentados contra la Embajada de Israel y la AMIA en Argentina y que ha rechazado reiteradamente colaborar en las investigaciones; Chávez retribuyó su presencia pidiendo al público que le regalara un sonoro aplauso.

Este premio hubiese resultado imposible sin el aval del gobierno argentino. Justamente, se asegura que la iniciativa surgió del firme oficialista y titular de la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual (AFSCA), Gabriel Mariotto. En la ceremonia, se advirtió la presencia de importantes funcionarios y representantes del gobierno.

Ahora bien, ¿qué ocurrió con el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner que dio un vuelco tan grande en el posicionamiento del país a nivel internacional? Aquí es donde se advierte la influencia de las cada vez más tensas relaciones del gobierno argentino con Israel y Estados Unidos. El punto de quiebre se remite al notorio y humillante desplante que el Presidente Obama profirió al gobierno argentino cuando, pese a que su avión pasó por Buenos Aires durante su reciente visita a Brasil y Chile, éste optó por no detenerse aquí cuanto menos unas horas. Tal actitud caló hondo en el gobierno nacional y el acercamiento con Chávez no es más que una de las tantas reacciones al referido desplante.

A su vez, la relación entre Argentina e Israel está en su punto más álgido en los últimos años. Las respuestas del Canciller argentino Héctor Timerman a la nota periodística que asegura que Argentina negocia abandonar las valientes denuncias internacionales contra Irán y suspender las investigaciones por los atentados contra la Embajada de Israel y la AMIA a cambio de mejorar las relaciones comerciales resultaron cuanto menos insuficientes y evasivas. El malestar en el gobierno israelí fue tan fuerte que se especuló con la posibilidad de cancelar la visita que el Ministro argentino finalmente realizó en marzo pasado.

Los cuestionamientos de Israel hacia el gobierno argentino no se limitan a este acuerdo secreto con Irán, sino también al reconocimiento del Estado Palestino que Argentina emitió en diciembre del año pasado. Como si fuera poco, el Canciller Timerman se mostró públicamente en el acto de presentación de MILES, el nuevo partido político de Luís D´ Elía (máximo defensor público de Irán e hipercrítico de Israel), del que también participó el representante iraní Pakdaman Seyed Alí.

En definitiva, habrá que estar atentos porque nada bueno parece avecinarse. En un contexto de elecciones presidenciales muy próximas, con la chatura de una izquierda que ya no sorprende, roces diplomáticos con Estados Unidos y una creciente cercanía con el eje Venezuela-Irán, una Universidad nacional nos gastó una broma pesada a todos y, como aprendimos desde chiquitos, no toda broma se puede dejar pasar.

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