viernes, 18 de noviembre de 2011

LA VERDADERA PERSONALIDAD

Horario (Bs As) Encendido Velas de Shabat 18/Nov/11 19:24 Hs. - Motzaei Shabat 19/Nov/11 20:22 Hs.
Parasha Jaié Sará

BS"D

LA VERDADERA PERSONALIDAD

La perasha de la semana nos muestra a Abraham Abinu en tratativas para adquirir un terreno donde poder enterrar a su esposa Sará, recién fallecida. Abraham se dirige a Efróm, un hitita que era el propietario de lo que conocemos como “Me-arat Hamajpela”, lugar que, luego de albergar los restos de Sará, se constituyó en el sepulcro de nuestros más importantes patriarcas.
Los Jajamím analistas de la Torá se sorprenden por la cambiante actitud de Efróm. Éste al principio se mostró muy solícito con Abraham. “El campo, te lo concedo, y la cueva que allí se encuentra para ti será otorgada” (Bereshit XXXlll 11), le dijo Efróm a Abraham. De acuerdo a estas palabras, se ve que al hitita ni siquiera se le ocurrió cobrarle un peso por la cesión de Me-arat Hamajpelá, Al contrario: Abraham le pidió solo la cueva, y Efrón le agregó de su parte el campo adyacente. Sin embargo, instantes después, Efróm se retractó: “La tierra vale cuatrocientos Shekalim (monedas) de plata. Entre tú y yo, esa suma, (que es) “(Idem anterior). Ahora estaba esperando que Abraham desembolse esa cantidad de cambio del terreno, y cuando la recibió, manifestó su beneplácito. Y se trataba realmente de un precio demasiado elevado, como vemos de lo que figura en la Guemará.
Para explicar la situación, el Saba Mikélem cita una anécdota que ocurrió con el Maimónides. En aquella época, los sabios gentiles sostenían que un animal podría ser educado de tal manera que llegaría a adquirir la inteligencia de un ser humano. El Maimónides se basaba en la Torá, que marca claramente la diferencia entre el hombre, parte sublime de la creación, y los demás seres vivientes; un animal jamás dejaría de ser animal, y mucho menos alcanzaría la categoría humana. (La teoría de los sabios gentiles no tenía la intención de defender la fauna, sino la de justificar los actos “animalescos” de la persona. Y el Maimónides pretendía demostrar que el hombre no pertenece al género animal, para asumir la mayor responsabilidad que le confiere el hecho de haber sido creado por HaShem como tal. N. del R.) En definitiva, los sabios gentiles no se dieron por vencidos, y se dedicaron a entrenar un gato durante un tiempo determinado, para que se conduzca como una persona. Llegó el día de la demostración, y gran cantidad de público se dio la cita para ver el resultado de dicho entrenamiento. Los ojos de los asistentes no podían creer lo que veían: Apareció un gato, tal cual era, y comenzó a actuar como un perfecto mesero.

Preparó varias mesas; acomodó las sillas; extendió los manteles; colocó los platos y adornó el salón: Una sonora expresión de asombro estalló de todos los presentes, cuando el gato se presentó luego con unas bandejas, y sobre ellas se apoyaban humeantes platos de comida con botellas de vino y sus respectivas copas. En ese momento, el comentario general fue que la hipótesis de los sabios gentiles tenía fundadas razones, y había quedado en ridículo el Maimónides. Éste, no obstante, se veía imperturbable. Y mientras todos estaban a la expectativa de si iba a reconocer o no su derrota, saca de su bolsa una pequeña caja de madera. La coloca sobre la mesa y, al abrirla, deja escapar el ratón que allí había encerrado. Un tremendo escándalo se desató a partir de ese instante: El gato, que hasta entonces se había conducido como el más educado de los caballeros, sacó a relucir su instinto y se puso a perseguir al roedor por todos los rincones, atropellando a su paso todo lo que antes había preparado y acomodado. En medio de un caótico cuadro, ahora todos, incluidos los sabios gentiles, le dieron la razón al Maimónides, de que es imposible que un animal, por mas amaestrado que esté, modifique su naturaleza original y se libere de sus instintos salvajes.
Esta misma situación, según el Saba Mikélem, se dio con Efróm. Mientras aún no había aparecido el dinero frente a sus ojos, se condujo como una persona educada y desinteresada, y le ofreció a Abraham el campo y la cueva, en calidad de obsequio. Cuando por decencia, Abraham le quiso entregar una suma a cambio de tan amable gesto, Efróm no se pudo contener; el tintineo de las monedas le resultó como una subyugante música, y despertó en su interior el instinto de codicia y ambición, que hasta ese momento mantuvo oculto. Se despojo de su falsa indumentaria, y sacó a relucir su verdadera personalidad, corriendo desesperadamente detrás del dinero, como lo hizo el gato detrás del ratón…
La conducta de Efróm, la podemos ver, lamentablemente, en varias personas que exteriormente muestran una imagen de virtuosos y dueños de educación y modales refinados. No obstante, cuando se enciende en ellos la llama del deseo o alguien osa faltarles al respeto que ellos creen merecer, pierden todo el disfraz que los recubre y se comportan como el peor de los inadaptados.
Existe un medio que permite a la persona superar sus inclinaciones incorrectas, y modificar su propia naturaleza, si ésta no es la ideal: Es la Torá. Únicamente por medio de la Torá, puede el ser humano pasar de un extremo a otro de su personalidad. Como está escrito en la Guemará: (Dice HaShem)
“He creado el mal instinto en la persona. Pero he creado también el antídoto: Es la Torá” (Kidushim 30:).

(“HAMAOR”; Tomo 2; Kolel MAOR ABRAHAM-KÉTER TORÁ; Ediciones HAMAOR-MÉXICO;

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